Viernes 15 de junio de 2012
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El Padre de la Iglesia Atanasio afirmaba que Jesús de Nazaret era una encarnación de Dios. Para un romano como Constantino esto era algo conocido ya que los romanos conocían un solo Dios principal, Júpiter. Por eso Constantino se decidió por la creencia de que Cristo en Jesús, era «verdadero Dios proveniente del verdadero Dios». Su adversario, Arrio, representaba por su parte la idea, como lo creían los cristianos originarios, de que Jesús de Nazaret era el Hijo de Dios, que estaba pleno en Dios pero que no era idéntico a Dios. Pero la maniobra del emperador todavía forma hoy parte del credo de la Iglesia Católica que los fieles repiten cada domingo.
Los cristianos originarios en la actualidad saben gracias a la Palabra profética dada en nuestra época que Jesús de Nazaret vino a esta Tierra como el Hijo de Dios para traer el reino de Paz, y que estaba lleno del Espíritu de Su Padre, de Dios. Durante siglos siguió existiendo el llamado cristianismo arriano, pero la fe de la Iglesia Católica romana sigue hoy marcada por la decisión de Constantino.