De cuando en cuando, hacen su aparición pública los seguidores de la filosofía del exterminio, como una forma de deshacerse de sus contendientes políticos; es decir, de quienes incomodan a sus propósitos hegemónicos, como sucedió en la Alemania nazi o en la Unión Soviética estalinista.
Uno de ellos, tuvo la ocurrencia de amenazar a los opositores, en un mal momento. Cuando la Asamblea de la OEA (Organización de los Estados Americanos) estaba por empezar y en el momento en que un senador, solicitó asilo por persecución política. Tuvo que pedir disculpas para salvar la imagen gubernamental. Así, el tema no tuvo mayores repercusiones, pero queda la intención y la amenaza como un antecedente que muestra, de alguna forma, el íntimo deseo del régimen, que sufre un desgaste acelerado. Las encuetas son claras.
Durante una de las más negras dictaduras que vivió nuestro país, un ministro del régimen represor, invitaba a los bolivianos a caminar con el testamento bajo el brazo, como una forma de amedrentar y neutralizar a quienes se atrevían a ser parte de una oposición militante o, simplemente, en un crítico de las prácticas de ese régimen.
Siguiendo esa misma lógica, el gobernador del Departamento de La Paz, sin medir sus palabras, menos hacer funcionar su cerebro, mostró su odio a quienes no son seguidores de la política que lleva adelante el Gobierno de turno, y en tono amenazante ante; por eso, expresó en su ¨lapsus¨: “…vamos a colgar a todos aquellos que se oponen a nuestro proceso de cambio y quienes hacen guerra sucia a nuestro Presidente. A ellos sí vamos a colgarlos ¿sí o no hermanos?", exclamó disfrutando con la idea.
Esta reacción puede ser interpretada como un arranque de ignorancia de lo que es la democracia; por un profundo e íntimo deseo de llevar adelante la idea de matar a los opositores, principal escollo para que el Gobierno actual “se quede para siempre en el Palacio de Gobierno”; o bien, por un temor indisimulado a que el desgaste acelerado del “proceso de cambio” continúe, hasta poner en duda la continuidad de la popularidad del actual Gobierno y de sus líderes que necesitarían de esa popularidad para eternizarse en el palacio de la Plaza Murillo, como es el deseo manifiesto del Presidente.
El temor del que hablamos parece ir generalizándose. Uno de los miembros de la bancada del MAS, aplaudió la tétrica ocurrencia del gobernador paceño, señalando que ese deseo nace del corazón.
Las disculpas posteriores del ocurrente gobernador, ya no sirven. Parecen ser deseos inocultables en lo íntimo de algunas autoridades que se niegan a perder los privilegios que les otorga el Poder, y del que saben aprovechar muy bien, sabiendo que lo que hagan o digan tienen impunidad y no serán objeto de ningún castigo pese a que, de acuerdo al Código Penal en vigencia, podría ser tipificado como delito, por instigar a la violencia y al asesinato, sólo por pensar diferente.
El gobernador, verdugo de nuevo cuño, ojalá que más tarde no tenga que subir a un patíbulo por sus macabras ocurrencias.
Por lo menos…esa es mi opinión.
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