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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 San Pío X el Papa de la Eucaristía - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
José María Javierre, biógrafo del Papa Giuseppe Sarto, es el culpable de provocar mi admiración y preferencia por la vida extraordinaria del Pontífice conocido como San Pío X, cuyo papado (1903-14) ha sido uno de los más fecundos de la Iglesia Católica. Efectivamente “Pío X es el Papa de la Eucaristía, de la codificación del Derecho canónico, de la condenación del modernismo y restaurador de la música sacra. Cada una de estas empresas es suficiente para hacer glorioso a un pontificado”.
“¡Quién sabe –había escrito el gran cardenal Mercier muerto Pío X-, quién sabe si, frente a un Papa del temple de Pío X, Lutero y Calvino hubieran arrancado a Roma un tercio de la Europa cristiana!” Un Papa valiente que por encima de todo defendió los “intereses de Dios”.
Las vejaciones sufridas por la Iglesia en Francia, a raíz de la ley de separación entre Iglesia y el Estado, que significó el laicismo hecho sistema y las incautaciones de los bienes eclesiásticos, fueron el mayor sufrimiento del Papa.
En un período marcado por muchas y arduas luchas, tuvo que combatir dos herejías -en boga durante el ejercicio de su ministerio petrino-: la herejía del modernismo, precursora del progresismo católico actual que buscaba la adaptación de la Iglesia al espíritu y a los errores del mundo moderno, infectando los ambientes católicos con esos errores. El movimiento modernista, desenmascarado y enfrentado con la encíclica “Pascendi”, “probablemente la más importante encíclica de su pontificado”, en la que el Papa estableció que el dogma es inmutable, y que la Iglesia ha recibido de su Fundador la autoridad para dar normas de moral. San Pío X denunció a los enemigos internos, que conspiraban para desfigurar y, finalmente, destruir la Santa Iglesia por dentro: “Los autores del error se ocultan en el propio seno de la Iglesia, por así decir, en las propias venas y entrañas de ella”.
La otra herejía que afrontó San Pío X, fue el jansenismo, error que propagaba la idea de que la recepción de la Primera Comunión debía ser retrasada lo más posible, en contraposición Pío X en el decreto Quam singulari (1910), estableció la concesión de la Primera Comunión de los niños tan pronto como llegaran a la edad del discernimiento o uso de razón, y supieran distinguir entre el alimento natural y el pan sobrenatural de la Sagrada Eucaristía. “Basta –decía- que los niños conozcan las verdades fundamentales de la fe y sepan distinguir este pan divino del otro pan”.
Se habían introducido con el tiempo no pocos errores y abusos deplorables que el jansenismo había propagado como aquel concepto de Dios demasiado severo con graves daños espirituales. Sobre la determinación de la edad en que se llega a la discreción, unos entendían que era a los diez, otros a los catorce. Se había llegado a muchos absurdos por la exigencia de una preparación extraordinaria para recibir la Eucaristía. San Pío X abrió las puertas de los sagrarios a los niños.
Nótese que la Iglesia no exige más que el conocimiento de los misterios necesarios con necesidad de medio para salvarse (o sea: la existencia de Dios, premiador de buenos y castigador de malos; la unidad de esencia y trinidad de personas en Dios, y la encarnación del Verbo para redimir al hombre pecador). El niño que sepa estas cosas y tenga deseos de comulgar, puede recibir la primera comunión aunque no haya cumplido los siete años ni sepa el resto del catecismo. Es un grave abuso exigir a los niños, como condición indispensable para admitirles a la primera comunión, lo que la Iglesia de Cristo no exige. Los que muestren rigorismo en este punto han olvidado el deseo de Aquel que dijo: “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo prohibáis, que de ellos es el reino de Dios” (Le. 18,16). ¡Con qué gusto entrará el Señor en esas almas tan puras e inocentes, a pesar de sus distracciones infantiles! (cf. Teología moral para seglares, Royo Marin, O.P.)
En Fátima San Miguel Arcángel, dando la Comunión a los tres pastorcitos, confirmaba el decreto “Quam singulari” emanado 6 años antes por San Pío X.
Promovió con ardor la piedad eucarística. Por el decreto sobre la comunión frecuente “Sacra Tridentina Synodus” (1905) llamó a todos los fieles a la comunión frecuente y cotidiana, con solo estas dos condiciones: 1ª. Que se reciba la Comunión eucarística con recta intención, y, 2ª. Que no tengamos conciencia de pecado mortal.
El error jansenista declaraba la Eucaristía como un premio en vez de fármaco para la fragilidad humana. “La devoción a la Eucaristía –dijo San Pío X– es la devoción más noble porque tiene por objeto a Dios; es la más saludable porque nos da al Autor de la gracia; es la más dulce porque dulce es el Señor”.
San Agustín hizo esta alabanza de su madre Santa Mónica: que “ella no dejó pasar un solo día sin estar presente en el Divino Sacrificio ante tu altar, oh Dios”.
“Jesucristo y la Iglesia desean que todos los fieles cristianos se acerquen diariamente al sagrado convite, principalmente para que, unidos con Dios por medio del Sacramento, en él tomen fuerza para refrenar las pasiones, purificarse de las culpas leves cotidianas e impedir los pecados graves a que está expuesta la debilidad humana; pero no precisamente para honra y veneración de Dios, ni como recompensa o premio a las virtudes de los que le reciben. Por ello el Sagrado Concilio de Trento llama a la Eucaristía antídoto con el que somos liberados de las culpas cotidianas y somos preservados de los pecados mortales” (Decreto “Sacra tridentina synodus”).
Con razón San Pío X es llamado el Papa de la Eucaristía.
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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