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Domingo 10 de junio de 2012

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Cultural El Duende

Niños del mundo: uníos

10 jun 2012

Fuente: LA PATRIA

IX Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana “Misiones de Chiquitos”

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IX Festival Internacional de Música Renacentista

y Barroca Americana “Misiones de Chiquitos”

CONCEPCIÓN. Michal Wojcik, de doce años y pulcro cabello claro, ajustó sus lentes para leer con voz segura y casi sin acento el mensaje del Coro de niños de Poznan, Polonia: Esperemos que nuestro concierto sea de su agrado. Minutos más tarde entonó como solista O la, o che bon e echo de Orlando de Lazzo, un compositor renacentista del Siglo XVI, en el marco del IX Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana “Misiones de Chiquitos” que se desarrolló en Concepción, Provincia Ñuflo de Chávez y otras once sedes en Santa Cruz y Villamontes.

La larga nave del templo barroco dedicado a la Inmaculada Concepción estaba repleta, de bote a bote, y Fanny Jablonski Justiniano, de once años, se deslizó sigilosamente con sus amigas hasta el borde del altar para escuchar mejor. A pesar de su apellido del norte europeo, es tan morena como el pan casero y luce la respingona nariz de las cambitas. La escuchamos por la tarde cantar “Por el puente de Avigñon” junto con esas mismas niñas y la maestra argentina Rocío Ferreyra y el guitarrista voluntario Alejandro Alievi que desde hace un mes ayudaban a preparar a los niños en este municipio chiquitano. Más tarde también fue parte del coro estable del Ensamble “Matías Schimid” que alientan los curas y monjas de la zona. Repitió una misa en latín y siguió alegre la composición para tres voces “Flor de Santa Cruz”.

Apenas terminó el concierto de una hora de los 18 niños y jóvenes polacos bajo la batuta del laureado Jacek Sykulski, corrió a posar junto a ellos. Las chicas y los chicos se entremezclaron en el atrio, frente al bello portón del barroco chiquitano. Después todos salieron, más niños que antes, a corretear por la plaza que lucía media luna, el radiante planeta Venus y demasiadas estrellas.

Me acerqué a conversar, Michal habló un perfecto inglés. Me gustó comprobar que a los dos les encantan los tallarines, que comen gelatina y que también paladean la leche condensada. Además de esos apetitos infantiles mundiales, ambos adoran la música de los siglos pasados y pueden tararear juntos las melodías clásicas del barroco.

Se alejaron.

Sentí que todos los niños podrían unirse con sus cantos, que harían más bien a la humanidad que aquellos que se reunieron por proletarios, o –mejor dicho– aquellos que dividieron al mundo a nombre de capitalistas y obreros.

Me tocó compartir con el coro de niños polacos el mismo hotel, el “Patujú”, flor de los agrarios de tierras bajas. Fue curioso dormirme con ensayos de Ave Marías y a la mañana –¡demasiado temprano!– sonaron los tonos de “Ay luna que reluces” de autor anónimo que seguramente recién aprendieron en español para agradar al público local.

Marek Mikolajczak, que se luce como tenor, me contó que él es el mayor del grupo y forma parte de los cinco jóvenes que acompañan a los niños. Me sorprende la luz y el tono naranja de todo el pueblo; mis amigos vinieron hace dos años y me contaron maravillas de este país, pero ninguno me dijo la verdad, seguramente porque no hay palabras. Subió al bus rumbo a San Ignacio de Velasco. Su gira continuaría varios días más. Yo tomé mi sitio hacia Santa Cruz, plena de música en ese día feriado.

Lupe Cajías. La Paz. Periodista y escritora

Fuente: LA PATRIA
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