Sábado 09 de junio de 2012
ver hoy
¿Qué sentido tiene vivir, si al final hay que morirse? ¿Por qué está presente el sufrimiento en la vida de las personas? ¿Quién ha hecho que los seres humanos sean los únicos racionales, con una capacidad intelectual muy superior a la del resto de seres vivos? ¿Qué había de nosotros antes de que naciéramos? ¿Qué habrá de nosotros después de que nos muramos? ¿Por qué, sin ninguna culpa, hay personas que nacen con grandes discapacidades? ¿Quién es el que programa que una persona que muere por causas naturales termine su vida a los 25 años de edad, mientras que otra puede vivir hasta los 80 años? ¿Es simplemente el azar el que ha hecho que yo fuera chico o chica, o hay alguien que lo ha planeado así? ¿Y qué interpretación se puede hacer de los milagros? ¿Existen o no?
Todas estas y muchas más, son preguntas que más o menos, todo el mundo acaba haciéndose, tarde o temprano. Ello es la demostración de que el ser humano es un ser vivo abierto a la trascendencia. Es una persona que tiene en su interior una serie de inquietudes a las cuales necesita dar respuesta. Quien da respuesta a dichas inquietudes es la religión. Por esa razón, ningún Estado en ninguna parte del mundo debería negarle la libertad religiosa a los ciudadanos. Todo ciudadano ha de tener derecho a buscar el sentido a las cuestiones más hondas que se plantea en la religión que considere oportuno. Y el Estado lo único que debería hacer es garantizar este derecho, no impedirlo.