“El tema del mar ha sido siempre un tema de urgencia, y es pertinente señalar que el tiempo corre y no admite que en familia alguna el hermano lesionado no sea auxiliado por los que están mejor dotados. Esa familia es América y ese hermano lesionado es Bolivia”, “La Patria está envejeciendo con los labios secos, lejos del Mar”, dijo el Presidente de la Academia Boliviana de la Historia, Don Porfirio Díaz Machicao, en ocasión de su ingreso a dicha Institución del intelectual boliviano Don Federico Nielsen Reyes, en fecha 6 de diciembre del año 1960, con su tésis: “Volveremos a la Vecindad del Mundo”. Es que, entre los Estados de América no se conocieron, hasta 1879, las guerras de conquista. Ninguno de los pueblos de este Continente había pretendido, por la fuerza de las armas, ensanchar su territorio a costa de las naciones hermanas.
Es verdad que aquel retorno podría ser cierto, y para ello será fundamental el trazar la mejor estrategia geopolítica, pero de ninguna manera anticipar el contenido de esa estrategia, tal cual lo manifestó el Presidente Evo Morales el pasado año, acicateado por un entorno que - como en todo gobierno- pulula alrededor del poseedor del poder, con los resultados negativos que conllevó esa declaración.
Aquella tesis contiene excelentes recomendaciones que, a la hora presente, debe ser aprovechada por la Cancillería del Estado Plurinacional.
Durante muchos años, los gobiernos del pasado, han llevado a todos los foros internacionales el justo reclamo de la reivindicación marítima, precisamente apoyados en aquel concepto de la hermandad latinoamericana y últimamente en el enunciado de la “hermandad de los pueblos” del continente, en la seguridad de que aquellos países que están mejor dotados acudan en ayuda al hermano lesionado, al extremo de que la respuesta no ha sido la que este esperaba, con excepción de la Resolución de Octubre del año 1979 originada precisamente en otra Asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuyo contenido se refiere a la necesidad del diálogo bilateral entre los gobiernos de Chile y Bolivia para resolver este problema más que centenario, reconociendo que el encierro en el que se encuentra Bolivia conspira para su desarrollo.
Lo ocurrido en los últimos días como corolario de la 42 Asamblea Ordinaria de la OEA, nos está demostrando que no es el escenario para lograr la revisión del Tratado de 1904, que por su origen es evidente que fue obtenido por la fuerza, al extremo de que en el año 1900, nuestra diplomacia fue objeto de engaño por parte del Ministro chileno Abraham Konig, que había insinuado una consulta popular a los pueblos de Tacna y Arica, para posteriormente entregar a Bolivia el Puerto de Arica, dicho ofrecimiento fue para lograr finalmente la suscripción del Tratado del 20 de octubre de 1904, pero la tal entrega no se la practicó en razón del Tratado de 1929 entre Chile y el Perú.
Es cierto que todo Tratado es revisable, y se tienen ejemplos en el concierto internacional, pero también es cierto que aquella revisión debe ser entre las partes involucradas en el mismo, por la vía del entendimiento amistoso, y si acaso no fuera posible este mecanismo, obviamente que existen otros que tiendan a obligar, sino a la nulidad, a dicha revisión.
El revisionismo, es cierto, se ha convertido en un tema escabroso de la política interamericana, ocupando un plano de permanente actualidad, por ello es que se debe reconocer que todo Tratado o Pacto Internacional trae implícita la posibilidad de su modificación con alteraciones parciales o totales que induzcan, finalmente, a la nulidad dentro del principio rebus sic stantibus, y su sustitución por uno nuevo.
No se debe ignorar lo invocado por el Canciller del Ecuador, el diplomático Salvador Lara, en ocasión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la sesión del 26 de septiembre de 1966, cuando decía: “Reconocer la validez de los instrumentos suscritos con coacción manifiesta, que hizo imposible el libre consentimiento de una de las partes, es un absurdo jurídico y ético. Por eso tales instrumentos no llegan a ser Tratados, son Nulos Ab – Initio; pues, lo que es desde el principio nulo Es Inexistente, y lo inexistente nunca puede tener efecto jurídico alguno”.
Nuestra Cancillería ha demostrado, una vez más, que no estamos eficientemente preparados en el tema, porque es de caballeros reconocer que no se ha avanzado ni un milímetro en la solución de una salida soberana hacia el Pacífico, por la simple razón de que cada gobierno nacional adopta su propia política que le da discontinuidad y falta de coherencia, lo que significa que no se tiene una tendencia racional y uniforme que encauce las energías del poder nacional en una sola dirección; es decir, no se tiene una política de Estado por la ausencia de especialistas en Derecho Internacional Público é Historia, tal como hoy se demuestra por la denominada comisión Diremar, donde se improvisó a personas ajenas a dichas disciplinas. Por eso otro fracaso.
(El ejercicio del poder corrompe y su sometimiento degrada)
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