Un elefante blanco en el desierto

La zona donde se encuentra prácticamente no está desierta, sin embargo pocos son los que visitan este lugar, y la inmensa inversión que se hizo para su construcción no justifica que hayan emplazado esta obra en dicho lugar, así es, nos referimos al museo de la Revolución Democrática y Cultural de Orinoca.

Es como un elefante blanco en el desierto, porque es una gran Obra, cuenta con información muy valiosa, con diferentes salas y hasta una cafetería, es un repositorio moderno, donde se albergan objetos y datos muy importantes para la historia y aún así pocas personas lo visitan.

Orinoca es un pequeño pueblo en el Altiplano, cuyas vías de acceso no son tan accesibles, el poblado mismo está lejos de la ciudad capital por lo que pocas personas se aventuran a visitarlo, además ya pasó aquella época en que Evo Morales era una novedad, y llegaban periodistas desde Europa para entrevistarlo y conocerlo.

La obra demandó 7,1 millones de dólares, hace un año se necesitaban 2 millones de bolivianos para su mantenimiento, y en 2017 apenas se logró una recaudación de 17 mil bolivianos, desde entonces se ha tenido escasas visitas, desde tres personas hasta ocho como máximo.

La inversión que requiere el museo para su mantenimiento no justifica la entrada de dinero que tiene, probablemente pueda mejorar la afluencia de personas si se realiza una enérgica campaña de promoción de este lugar, provocar la curiosidad de propios y extraños para que vayan a visitarlo.

Por el momento se mantiene cerrado con un cartel improvisado que indica eso. Ninguna autoridad ha querido hacerse cargo del mantenimiento y funcionamiento del museo, pues hace mucho ya tenía que pasar a manos del Gobierno central, pero ni la Alcaldía de Orinoca se hace cargo, tampoco la Gobernación de Oruro, y menos el Ministerio de Culturas.

Un último intento puede ir de la mano de una campaña publicitaria, dirigida no solamente al público nacional, sino también hacerla conocer en el exterior, de manera que llame la atención de los extranjeros que podrían venir a contribuir a la actividad turística de Bolivia.

Pero si eso no funciona será una inversión perdida y el museo deberá permanecer nuevamente cerrado, sin oficio ni beneficio, pero tampoco se podría pensar en darle mantenimiento.

Y peor aún, ahora se quiere construir en el municipio de Oruro algo que pretenden llamarle la casa de la memoria, para que muestre, la versión oficialista de la historia, en lugar de hacer algo más útil y favorable para los niños, que se diga lo que se diga, son el presente y futuro de la Patria.

Se podría construir por ejemplo un museo para los niños, donde puedan conocer la cultura y la historia de Oruro, y del país, jugando y aprendiendo cosas nuevas, además fijando aprendizajes como la motricidad fina y gruesa, los valores y el cuidado del medio ambiente y otros.