El legado vivo de Oruro: el Sapo del Socavón y el Monumento al Minero

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En la mística tierra de Oruro, donde los vientos altiplánicos susurran antiguos secretos, dos monumentos se alzan como testigos inmutables de una historia entrelazada entre la fe ancestral y la lucha por la libertad. El Sapo del Socavón y el Monumento al Minero son dos epopeyas en piedra que narran la riqueza cultural y la identidad profundamente arraigada de esta ciudad.

En las épocas previas a la llegada de los conquistadores españoles, el Sapo del Socavón se erigía como un altar natural, un símbolo sagrado vinculado al vital elemento del agua y a la abundancia. Este sapo de piedra, considerado sagrado, se ubica en la Plaza del Folklore Nacional, al lado Oeste de la base del Monumento al Minero. Antiguamente constituía un lugar donde las comunidades indígenas se congregaban para pedir lluvias y garantizar cosechas abundantes.

El año 1962 marcó un punto crucial en la historia de Oruro, cuando la sombra de la eliminación de las prácticas consideradas contrarias a la moral y la religión se cernía sobre el Sapo del Socavón, sin embargo, en lugar de someterse a la erosión del tiempo, la ciudad optó por erigir el Monumento al Minero.

Este majestuoso monumento rinde homenaje a los héroes anónimos que, con picos y palas, labraron las entrañas de la tierra en busca de riqueza. El socavón, la figura del perforador, la palliri y el minero en actitud de lucha rompiendo las cadenas de opresión simbolizan la emancipación que siguió a la nacionalización de las minas. El fusil sostenido por el minero proclama la liberación de las ataduras impuestas por patrones y varones del estaño.

Detrás del Monumento al Minero, el Sapo del Socavón se yergue como un guardián silente. En la base del conjunto monumental se modela en alto relieve el mapa político de Bolivia destacando el departamento de Oruro. Sobre él, una escultura moderna de una careta de Diablo enlaza el pasado con el presente fusionando creencias tradicionales con identidad contemporánea.

Estos monumentos aparentemente dispares revelan su intrincada conexión. La construcción del Monumento al Minero sirvió como escudo protector para el Sapo del Socavón preservando sus rituales y ofrendas. La reja que ahora custodia el monumento no solo garantiza su integridad sino también mantiene viva la reverencia hacia el sapo.

En Oruro donde las montañas guardan huellas del tiempo, el Sapo del Socavón y el Monumento al Minero entablan un diálogo eterno entre la espiritualidad arraigada en las tradiciones indígenas y la lucha por la libertad en la era moderna. Estos monumentos encarnan la riqueza cultural de Bolivia.

Cada ofrenda depositada, cada gesto de reverencia, teje la historia de la ciudad conectando los hilos del pasado con la promesa de un futuro sostenido por la memoria de la roca y el eco del fusil.

Fuente: LA PATRIA