Comunión con Cristo y entre nosotros es el Lema del quincuagésimo Congreso Eucarístico Internacional que entre el 10 y 17 de junio, se verifica en Dublín, Irlanda. El Documento teológico (DT, 50º Congreso), enfatiza que “la noción de comunión es, muy significativa para la evangelización”, por lo que “el Congreso nos presenta una oportunidad extraordinaria para explorar más profundamente hasta qué punto hemos dejado que nos impacte la reforma propuesta por el Concilio en términos de comunión, tanto respecto a la vida interna de comunión de la Iglesia, como también en referencia a nuestra apertura a todos los que caminan junto a nosotros en los senderos de la historia”.
«La eclesiología de comunión es la idea central y fundamental de los documentos del Concilio... La realidad de la Iglesia-Comunión es entonces parte integrante, más aún, representa el contenido central del «misterio» o sea del designio divino de salvación de la humanidad´ (Christifideles Laici, 19).
Como los sarmientos unidos a la vid (cf. Jn 15, 1-4), los cristianos a partir del Bautismo ya no se pertenecen a sí mismos, están misteriosamente unidos a Cristo en una comunión viva y vivificante que tiene como modelo y fuente a la misma comunión del Hijo con el Padre en el don del Espíritu Santo.
La comunión de los cristianos entre sí nace de la comunión con el Señor. Así lo recuerda el Concilio Vaticano II con la célebre expresión de San Cipriano: «La Iglesia universal se presenta como "un pueblo congregado en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", y “está en el enraizamiento de los bautizados en la obra trinitaria de unificación de la Iglesia: pueblo de Dios, cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo. Está antes que todo la adhesión a la única fe en la proclamación de la palabra de Dios que representa la raíz de la comunión eclesial” (Dei Verbum).
“La comunión del cuerpo eucarístico de Cristo significa y produce, es decir edifica, la íntima comunión de todos los fieles en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia (cf. 1 Co 10, 16 s.)» (ChL, 19). San Pablo enseña: «La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? y el Pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? porque uno solo es el Pan, aún siendo muchos, un solo Cuerpo somos, pues todos participamos de un mismo Pan» (1 Cor 10, 16s).
«Con la comunión eucarística la Iglesia consolida también su unidad como Cuerpo de Cristo» (Ecclesia de Eucharistia, n. 23); «a la comunión con Dios le sigue necesariamente la comunión de los hermanos entre sí» afirma del Papa Benedicto XVI, por ello, la comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor, lleva al fiel discípulo de Jesús a fortalecer la unidad del "Cuerpo Místico", porque mediante la Eucaristía se fortalecen los lazos íntimos de comunión y cohesión entre quienes han participado del mismo Pan, comunión eucarística con Cristo, Cabeza de su Cuerpo la Iglesia, que debe hacerse visible en la comunión eclesial: comunión de los obispos con el Papa, de los sacerdotes entre sí, de los fieles laicos unos con otros, «la Eucaristía, construyendo la Iglesia, crea precisamente por ello comunidad entre los hombres» (EE, n. 24). Si de la comunión eucarística no brota la comunión con los hermanos, no es auténtica comunión.
La “Ecclesia de Eucharistia”, reafirma la enseñanza de san Pablo, que la Eucaristía no puede realizarse con asambleas eucarísticas divididas, y si estas persisten, pierde eficacia, porque las divisiones están en contraste con el espíritu de comunión fraterna (1 Cor 11, 17-34).
Si “la comunión entre muchos carismas, funciones, servicios, grupos y movimientos dentro de la Iglesia está asegurada por el santo misterio de la Eucaristía” (Año de la Eucaristía. Sugerencias y propuestas, No 27), ¿por qué “el calvario inacabable que pasan ciertos grupos de laicos que se ven duramente resistidos, marginados, calumniados. Mientras otras obras, quizá mediocres y a veces malas, son potenciadas, ellos están desasistidos y aparentemente ignorados por quienes más tendrían que apoyarles”? (Infidelidades en la Iglesia, Iraburu).
Es que, en muchas Iglesias, la expresión “eclesiología de comunión”, ha pasado a ser un término engañoso, que para algunos significa un simple “estar de acuerdo”, o lo que es peor, el sacramento eucarístico queda como una fuerza contrarrestada por otra, por la idea de la comunión de los hombres entre ellos, erróneamente considerada como verdadera comunión en el “Cristo-Espíritu-Social”, que ya no edifica por lo tanto “la comunidad de los hermanos, sino azuza el mitin de los camaradas”.
Como dijo Monseñor Fulton Sheen: “El principio de la caída de Judas, y el fin de Judas, ambos giran en torno a la Eucaristía. La primera vez que se menciona que Nuestro Señor sabía quién era el que lo iba a traicionar, es al final del capítulo seis de San Juan, que es la anunciación de la Eucaristía. La caída de Judas llegó la noche que Nuestro Señor instituyó la Eucaristía, la noche de la Última Cena.
La Eucaristía es tan esencial para nuestra unión con Cristo, que ni bien Nuestro Señor la anunció en el Evangelio, comenzó a ser la prueba de fidelidad de sus seguidores. Primero, perdió las masas, porque era muy duro en sus palabras, y ya no lo siguieron. En segundo lugar, perdió algunos de sus discípulos: ‘Ellos ya no caminaron más con Él’. Tercero, dividió su grupo de apóstoles, ya que aquí, Judas es anunciado como el traidor”. Judas no pudo aceptar la doctrina de la Eucaristía, y la Eucaristía es la verdad más importante de nuestra fe.
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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