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La librería El Siglo Ilustrado de González y Medina - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
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Domingo 24 de septiembre de 2023

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Cultural El Duende

La librería El Siglo Ilustrado de González y Medina

24 sep 2023

Oscar Córdova Sánchez

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Aquí trataremos algunos aspectos de una de las mejores casas editoriales que impulsó la producción, en su mayoría, intelectual de autores bolivianos en esos tiempos, aquellos de inicios del siglo XX. Hablamos de la editorial González y Medina. Una editorial cuyo desenlace fue fatal y una causa del porqué no se habló de ella hasta ahora, dejando un gran vacío en la investigación histórica de las ideas y sus núcleos activos como lo fueron las librerías de ese tiempo.

Una de las principales ausencias de la descripción de las primeras librerías, imprentas y editoriales es la poca información cronológica de su desarrollo en el mercado comercial, su aspecto sociológico como agente cultural y la valorización en la promoción de la lectura y promoción del libro. Además, poder resaltar las características del momento en el que se vivía y poder ampliar aspectos positivos de su función como ambiente de intercambio cultural entre lectores, clientes, autores y libreros. Una innovación tardía que llegaba al país mayormente por migrantes europeos quienes, en su mayoría comerciantes, logran un primer acercamiento con la literatura del medio y la de sus países de origen, tratando de buscar lectores de los pocos círculos sociales que había, para asimilar corrientes literarias tan en boga en el otro continente y colocarlas en consideración para su frecuente debate y análisis en estos círculos sociales bolivianos.

Con respecto a la recepción editorial a inicios del siglo XX, deciden asentarse dos agentes de intercambio cultural que serán conocidos por la gama de libros editados, impresos y distribuidos en las principales capitales departamentales del país. Provenientes de España, decide instalar una librería que ofrezca productos importados en papelería, material de escritorio y libros bolivianos publicados en el exterior. 

Los antecedentes más próximos a sus datos se remontan a un encuentro ocurrido en 1919. Este hecho anecdótico, publicado en La Danza de las Sombras (1934), en el que Alcides Arguedas recuerda su estadía en España, describiendo los lugares, personajes y figuras humanas de ese país con detallado énfasis en su psicología y carácter social.

En sus encuentros con diferentes intelectuales, cabe resaltar el que tuvo con Miguel de Unamuno, uno de las mayores influencias intelectuales de España y del continente. Siendo recibido por el filósofo español en su domicilio, este le presenta a su paisano que le hablaba mucho de un país de Sudamérica. Su nombre era José ??Pepe? González Serrano, ??el español más boliviano?, quien había motivado a Unamuno con lecturas de autores bolivianos. Mientras Unamuno los presenta, González indica que era socio y editor de la famosa casa editorial González y Medina, quien tuvo que dejar a otros accionistas la administración para regresar a su país de origen.

Nacido en Bejar, abogado titulado de la Universidad de La Paz. Tuvo un amor profundo por Bolivia y una de sus misiones fue la de crear un emprendimiento editorial, guiándose con otros editores para la creación de su negocio. Asesorado de sus paisanos radicados en el país como los hermanos Arnó o José Barceló, quienes poseían librerías propias y sabían el mecanismo de difusión entre la escasa sociedad lectora, logró un campo de expansión amplia en poco tiempo.

En efecto, Arguedas recordaría un suceso con los editores. Fue en el año 1919 cuando se publicó su novela Raza de Bronce en dicha editorial. La atención del público lector no pasó desapercibida y rápidamente se acabaría esta edición, muy rara de encontrar al día de hoy. Leyendo el autor su obra, encontraría varias erratas y se lamentaría por la fácil difusión y la poca corrección de su novela, que iba siendo leída por varios de sus colegas. Ante este aspecto, Arguedas condenaría la edición de su novela, hasta años después, donde se publicaría una segunda edición en una casa editorial española.

Concretado este error de la editorial con uno de sus autores, reinauguran con un nuevo sello y marca, dando lugar a un mejor trabajo con los autores de su catálogo publicando varios ensayos, revistas e incluso fotografías del país para generar más atención en sus clientes. Una expansión más allá de solo ser una librería y papelería, donde casualmente se editaba algún autor. Llegaría sus mejores años y con el paso del tiempo varios escritores eran publicados por la calidad de corrección y edición.

A inicios del 900, junto con su paisano Medina crearían, primero, la librería González y Medina, siendo cambiado a mediados de 1914 a El Siglo Ilustrado. Ubicada en calle Illimani, a unos pasos de la plaza Murillo, conectando estratégicamente, al igual que la librería La Universitaria de los Arnó, con las instituciones públicas más importantes de la ciudad. La librería fue un núcleo de recepción de ideas con la venta de libros extranjeros de la editorial Sempere, Vda. de Bourget, Garnier Hnos., La España Moderna o Daniel Jorro, con temáticas variadas y secciones como medicina, teología, derecho, filosofía, sociología, biología y obras nacionales de otras imprentas como Artística y Velarde. Además, acceder a títulos de imprentas de empresarios como José Miguel Gamarra o de José L. Calderón, donde la temática era mayormente tratados de derecho y normas municipales, con un limitado espacio para publicaciones sobre ciencia, sociología, narrativa y ensayos. Ante esta ausencia, los libreros españoles decidieron aproximarse a escritores y empezar su trabajo como editores.

La propuesta radicaba en mejorar las relaciones entre lector y libro; aumentando el catálogo de libros bolivianos, como también la masificación de revistas, folletos, informes entre otros. La casa editorial entraba al campo de la difusión, promoción y venta, tan difícil en una sociedad que luchaba por buscar en las letras una asociación de ideas foráneas y colocarlas, asimilarlas y compararlas con el decurso de nuestro país. Una idea ya propuesta, pero en el campo editorial se tornaba más común poder hacer hincapié en esta intención invisible.

Y en ese intento de fomentar la edición de libros, el dúo logró su objetivo. El primer libro que tendría éxito y colocado entre los más recomendados de 1914 fue de Isaac Tamayo. Bajo el seudónimo de Thajmara publicaría su obra titulada Habla Melgarejo, una obra basada en los problemas sociales, económicos y políticos de actualidad permanente, donde evoca el espíritu de Melgarejo para justificar aciertos y desaciertos del pensamiento nacional. A este le continúa la segunda edición de Recuerdos de Francisco Burdett O?? Connor (1915). En este caso, su nieto, Tomás O??Connor d??Arlach, explica, mediante una carta, las intenciones de su publicación, confiando en el buen éxito que iba a tener dicha obra, dejando en manos de estos editores la comercialización de esta para una rápida asimilación del público lector boliviano. En ambos libros se lee las sucursales en las cuales se podía adquirir las obras. Ciudades como Oruro, Potosí, Cochabamba y La Paz acogerían varias obras del catálogo de los empresarios españoles, teniendo una amplia red de contactos para mandar sus obras al interior del país. Al hojear el catálogo, impreso en las últimas hojas de sus libros, se lee obras nacionales de diferente temática. Autores como Alcides Arguedas, José Carrasco, Gregorio Reynolds, Alberto Gutiérrez, Adela Zamudio, Rigoberto Paredes, Luis Paz, Armando Chirveches, Demetrio Canelas, José Aguirre Acha serían difundidos constantemente, así como también la promoción de autores jóvenes como Ángel Salas, Gustavo Navarro (Tristan Marof) o José Eduardo Guerra entre otros, promoviendo, además, libros de otras imprentas y editoriales.

La cuestión era incrementar al público lector en lectura de sus paisanos, intentando formar un corpus que adquiera independencia en sus cuestiones para analizar el medio y recurrir a estudios de valor introspectivo para poder resolver situaciones ??incómodas? como el problema del indio, las cuestiones fronterizas y la demagogia política dominante en todo su esplendor.

Durante los años 1915 y 1921, la librería-editorial tendría una fama gigantesca, ampliando la publicación a muchos autores nacionales y extranjeros. Contando, además, con la difusión en varios periódicos sobre las novedades de la librería, que, en 1917, ya tendrían su propia imprenta para elaborar, armar y corregir de manera independiente su producción editorial. Nada pudo haber sido tan exitoso como la librería cuando, en 1918, saldría su primera producción de revista. La Revista de Bolivia, dirigida por Daniel Sánchez Bustamante, aquella famosa revista elaborada en Sucre hace 20 años volvía con la misma intención: ??que Bolivia se conozca a sí misma?. Además, con colaboradores, en su mayoría publicados en la editorial como Alcides Arguedas, José M. Valdivia, Rosendo Villalobos entre otros. Para esos años el nombre cambiaría a Editorial Los Andes González y Medina, decidiendo los nuevos socios rebautizar a este gran emprendimiento. Lamentablemente la fatalidad y fin a esta editorial se vería por una desgracia incalculable.

La mañana del mes de junio de 1921, la prensa dio a conocer al público el gran incendio del edificio del magnate Simón Patiño en la cual la librería ocupaba la planta baja. El edificio de la calle Illimani, centro administrativo de la casa editorial, quedaba destruido totalmente.

Un hecho siniestro, las fotografías del lugar muestran el estado carbonizado del establecimiento de mayor demanda libresca. Casi el 90% de los inmuebles se convirtieron en carbón y la librería quedó totalmente extinguida. El dueño y gerente, Primitivo Fernández, realizó una entrevista posteriormente. Indispuesto, sin suficiente energía para explicar el siniestro, y acabado la gran tragedia, solo dio a mencionar la causa del incendio debido a un cortocircuito. ??No he salvado del incendio más que un edredón en el que salió envuelto mi niño?, fueron las pocas palabras del gerente. El hecho de estas declaraciones y colocar como un incidente de menor medida en la voz de su gerente hacía plantear varias hipótesis. Este pequeño ??cortocircuito? sería la causa aparente, pero la muchedumbre deducía el hecho a un crimen político del momento. Puras hipótesis, se culpaba al gobierno, a la oposición, pero no encontraron culpables ni presuntos autores del hecho.

Para ese año la editorial pasaba por un estado de déficit de venta de sus obras. Analicemos. Bautista Saavedra, presidente de ese momento, había encomendado la publicación y corrección de su obra La Democracia en Nuestra Historia, un ensayo sociológico de los nudos y enredos de la historia caudillista del país. La muchedumbre, dividida entre los bandos liberal y republicano, criticaban la obra por el dominio de poder absoluto del presidente sociólogo, contradiciendo bases expuestas en su obra y su mandato. La demanda se hacía frecuente y, si bien, la obra llegó en un momento desfavorable para su autor, la difusión se hizo correctamente, pero el público lector deducía que la editorial se había aleccionado al partido de gobierno, ese motivo influyó a que la gente deje de adquirir obras de la editorial y sea una de las razones por las cuales la empresa estaba decayendo; más aún, cuando se estaban creando otras casas editoriales de empresarios bolivianos y expandiéndose en otros territorios del país.

Pero la desaparición se hizo más rápida. El incendio logró aumentar el déficit económico por el cual pasaba la librería. ¿Qué se había recuperado realmente del terrible incendio de la calle Illimani?

La librería básicamente logró, en poca medida, recompensar sus pérdidas mediante el seguro del cual el propietario impuso meses antes, previniendo una pérdida económica mayor a la que se pudo obtener. ¿Cuál era, ahora perdido de la noche a la mañana, el futuro de la empresa editorial y cómo resolvía el tema de sus autores quienes habían perdido sus obras en este hecho?

Varios autores de la editorial perdieron más que sus trabajos literarios, perdían la difusión de su producción intelectual a un público interesado, atento e inquieto, pero ahora las cosas se volvían agrias, ya que se perdía la conexión social, basado en la lectura de obras nacionales, que se requería para afrontar problemas de interés nacional. Un hecho anecdótico resume la pérdida temprana de obras de noveles escritores: es el caso de Adolfo Costa du Rels y Alberto Ostria Gutiérrez.

Para ese año, ambos amigos, decidieron publicar una obra que inicie su carrera literaria y sea del conocimiento del medio. En camino de desarrollar ese empeño juvenil, deciden, durante un mes, elaborar una serie de cuentos de distinta índole y temática. Al final, cada uno por su parte, logra reunir trece cuentos, y con el título de El traje de Arlequín mandan a la editorial para su publicación meses antes de la catástrofe, sin pensar que el futuro de su obra sería convertido en cenizas. El hecho fue demasiado amargo para ambos jóvenes. De los 800 ejemplares listos para su venta, bellamente editados, solamente pudieron ser recuperados 50. Para Costa du Rels era el ??fuego purificador?, frase que trataba de responsabilizar a los designios del destino que le tenía preparado un futuro prometedor en las letras nacionales.

Pero no solo era pérdida de obras, sino también de proyectos editoriales de mayor magnitud. Alberto Gutiérrez, historiador y diplomático de amplia trayectoria, relataría, años más tarde, la intención de la editorial de encomendarle el estudio, edición y publicación de ?ltimos días coloniales en el Alto Perú de Gabriel René Moreno. Lastimosamente, las ediciones todavía en proceso de revisión y corrección fueron abatidas ese mes de junio junto con otros títulos.

Otros escritores como Alcides Arguedas rescatarían, en sus memorias, el hecho de ese desastre y explicar la causa del porqué se había rechazado su primer tomo de su historia de Bolivia. El hecho causó honda tristeza a toda la intelectualidad boliviana.

Para ese momento, se ubicaron en la otra sucursal, mucho más pequeña que la central, en la calle Socabaya. Reuniendo los pocos ejemplares que le quedaban, recibían algunas donaciones de otras editoriales para equilibrar la falta de ejemplares que había perdido. Aun así, el daño no pudo recuperarse, pese a la publicidad y apoyo de ciertos sectores comerciales.

La editorial, aun aferrándose a la esperanza y la perseverancia de superar una tragedia tan grande tuvo que ceder a la caída lentamente. El propietario, meses después, decidió rematar lo que quedaba de la librería a sus socios y dividir parte de su catálogo a diferentes editoriales del país, vendiendo obras y colecciones. Desde España, González y Medina, después de tanto trabajo de años, dejaron las labores de imprenta y vendieron las pocas acciones que les quedaba en la empresa. La franquicia, después de 20 años como librería y después como editorial llegaría a su fin.

Este fin también explica la no existencia del resumen biográfico de la editorial en la sección de emprendimientos comerciales en el monumental libro Bolivia en el Primer Centenario de su Independencia (1925). ¿Alguna mala maniobra editorial o simplemente no se tuvo en cuenta a la extinta editorial? No lo sabemos, pero podemos deducir la rápida amnesia colectiva del momento.

Al año siguiente Enrique Flores, dueño de una de las sucursales restantes que había, y José San Román fundaron la librería e imprenta Renacimiento, ubicada en la calle Ingavi. Con un nuevo diseño editorial y con un título más que sugestivo para los empleados que se quedaron a continuar con sus labores, volvieron a la promoción de libros bolivianos, labor que durará hasta mediados de los años 40. Otra historia, otro inicio y otros actores culturales serán protagonistas de las siguientes décadas en la difusión del libro boliviano como tal.

Hemos podido dar un aspecto sociocultural de la época y el movimiento del mercado de los libros. Su inicio, desarrollo y desenlace de la editorial González y Medina fue decisiva para aumentar la producción editorial boliviana, como también crear un núcleo de dirección cultural enmarcada en la difusión, comercialización y publicación de obras de distinta índole para lectura de un público cada vez más amplio.

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