En el marco de una importante reunión internacional en Cochabamba, el gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia, no puede eludir el fantasma de la protesta de los indígenas de tierras bajas, apoyada por sus hermanos de tierras altas, que aún caminan por la utopía de defender el manejo sostenible del bosque.
Los mandatarios, los ministros y funcionarios, los parlamentarios, el sistema estatal de comunicación y los organismos de control que han vuelto a ser funcionales al partido oficial- como sucedía hace 20 años- han ejercido diferentes formas para presionar contra la resistencia moral y física de los defensores del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis).
Del otro lado, se han aliado a los nativos, historiadores nacionales y extranjeros, activistas por la preservación de la naturaleza y de sus recursos para las futuras generaciones, analistas, opositores y oportunistas de diversos matices. El apoyo intelectual a los argumentos de los indígenas, se tradujo posteriormente en la entrada triunfal de la VIII Marcha Indígena, epopeya que difícilmente se reeditará.
Por las diferentes declaraciones de los últimos días, repitiendo el discurso de los últimos meses, la carretera, que fragmenta el núcleo de la floresta, se construirá “sí o sí”. Todo lo demás es un inmenso, costoso y absurdo escenario de imposturas: la movilización paraestatal de los paracocaleros del Conisur; la campaña mediática; la consulta posterior a la decisión; las cartillas de socialización; la desinstitucionalización del Sernap.
¿Quién creerá la palabra oficial?
Esa es la mayor factura que cobra y cobrará el Tipnis al Gobierno, al propio Presidente Evo Morales, al vicepresidente Álvaro García Linera y al Movimiento al Socialismo (MAS). El discurso de la “estrategia envolvente”, de firmar un compromiso y luego desconocerlo, quebrando la propia palabra, cruzó una línea roja.
El conflicto médico se prolongó más de lo necesario porque los dirigentes temían el Tipnis II, es decir que la oferta gubernamental sea una mentira para salir al paso del tenso momento nacional, a inicios de mayo.
Otro saldo negativo es la carencia de operadores políticos. La función de mediación, de “pararrayos” que históricamente cumplió la Secretaría de la Presidencia- posterior Ministerio- para mantener alejada del conflicto cotidiano a la figura presidencial, está ahora contaminada. El Ministerio de Gobierno es parte del problema, no de la solución o del espacio de encuentro; el Gobierno despreció las herramientas modernas de prevención de conflicto, de mediación social, de tener puentes con todos.
Según el Vicepresidente, la confrontación alimenta a la revolución. Para la ciudadanía, tanta disputa provoca un creciente desencanto que trasciende las capas medias. El reemplazo de notarios en todo el país no es un buen anuncio para la transparencia de futuras elecciones. ¿Qué pasará con el voto?.
Esas formas equivocadas enturbian la gestión que pudo ser, quizá aún esté a tiempo, el gobierno de las mayorías; de la memoria colectiva involucrada en la construcción conjunta. ¿Cómo un régimen que ganó con el 64 % de la preferencia ha perdido la mitad de ese gran apoyo? Negar las cifras de las encuestas, los comentarios cotidianos, el alejamiento de antiguos aliados, no ayuda a revertir la situación.
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