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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Malú Urriola - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Malú Urriola (Santiago de Chile, 1967 - 2023). Poeta, guionista y académica. Ha publicado los poemarios Piedras rodantes (1988), Dame tu sucio amor (1994), Hija de perra (1998), Nada (2003), Bracea (2007), La luz que me ciega (con la fotógrafa Paz Errázuriz, 2010), Las estrellas de Chile para ti (antología, 2015), Cadáver exquisito (2017) y El cuaderno de las cosas inútiles (2022)
Mi hermana y yo
Mi hermana y yo siempre estuvimos unidas.
Era lógico para mí estar a su lado.
Una era parte de la otra.
Jamás pensamos en separarnos hasta que mi hermana me dijo que le había escuchado a nuestro padre entre sollozos, decir que éramos un monstruo.
Entonces lo pensé. Somos un monstruo.
Arrastramos nuestros bototos hasta el cajón de las fotos. Y nos pusimos a observarlas.
La anterior es cuando estábamos por cumplir un año.
?sta fue tomada el año pasado. Una tarde que nuestro padre llegó tarareando un bolero de los Cuatro cuartos, y quiso tener un recuerdo de nosotras.
Mi padre decía que mi hermana era dueña de nuestro corazón, porque es la que siempre sonríe en las fotografías.
Yo soy india. Creo que el clic de la cámara me roba algo que no alcanzo a definir.
Lo que siento, pienso, recuerdo, duelo, gozo, en ese momento exacto quedará plasmado en un papel. Una parte mía quedará cautiva para siempre.
No la borroneará el recuerdo, ni la deformará el olvido.
I
Los gatos chicos a veces mueren
apretados en el hocico de una perra
y parece que juegan
y mueven la colita
pero se están muriendo.
Hacen globitos con la sangre
mientras la lengua arranca
y un sol lúdico tironea su sombra.
El gatito se inclina
proyectando desde los ojos
una noche que se desmenuza
que cae en pedazos toda roñosa
y el cucho reventándose
trata de alcanzar un sol que se inclina
que cae en una noche pataleante
entonces hace como si se ahogara
mientras fermenta la noche
en un día lleno de sol
que cae duro en los techos
en sus ojos vidriosos
y el gato es extinguido
sacado fuera de lo real.
IV
Hey, malú, asume la vida de gato
que te toca saltar de techo en techo
porque ni siquiera un poco de sol
los hará volver
porque no nacimos para dar
pero tampoco para recibir
hay que asumir el costo
te estás chalando
nada te llena
y el hastío te agarra de espaldas
por eso le seguimos el juego
a los imbéciles
y corremos en esta carrera de equinos
de mala sangre
cuando el poeta canta su bar cecil
y Dios le guiña un ojo
y por el otro le cae un goterón de tinto
de aburrido tinto.
Hey, malú, nace una estrella
nadie quiere el nobel
pero se mueren de solo pensarlo
los poetas se odian
toman juntos pero se odian
a quién le importa
que se maten
que se tengan pica hasta la muerte
total, de todas maneras
no tenemos quien nos abrace
porque los gatos se retiran de noche
quién sabe dónde.
Hay que asumir, pendeja
que estás sola
que te bailas un rock
para quitarte las ganas ??tú sabes de qué??
porque de tanto perraje patriarcal trompeteado
estás hasta la tusa
y ellos siguen tirándose a partir
prejuiciados
amablemente discrepantes
hey, malú una raja, qué te importa
si ni siquiera encuentras algo que te importe
por eso callas y luego ríes
porque nadie te llena el hoyo,
ni el vino
ni los machitos
ni mirar sus traseros sin forma
no te queda más que caminar borracha
y llegar borracha a tu home
piedrita mendiga.
Las nubes son navíos que en la curvatura del horizonte se van surcando el aire
del lila al rosado, hasta volverse azules.
Y entonces pasan a ser parte del cielo. Nunca antes, nunca después.
El aire es igual que una ola.
Mi corazón es un jet.
Todas estas mujeres salen cubiertas de pieles de la ópera, yo escucho a Jessie Norman semidesnuda, bebiendo un poco, escribiendo estas cosas que no sé qué son, ni para lo que podrían servir, salvo para otros que están como yo aburridos, sin hacer más que leer o arrojarse en una butaca a ver un buen film, no intento conmover a nadie, la jubilosa masa de gente recorre el centro, y sus ropas cambian de color bajo los innumerables letreros, yo descanso de ellos en este apartamento sin ninguna compañía. Desde la ventana los veo caminar enmudecidos por el tráfico y la música de los clubes nocturnos, un par de muchachos cantan un viejo bolero a la entrada, una fina lluvia comienza a caer. Este es mi futuro, mi tremenda soledad.
En sus adaptadas caras los años pasan sin perdón, es mi fastidio lo que los mantiene vivos, si no los viera felices cuando el tiempo se invierte, pensaría que la vida ha sucumbido, por suerte ha pasado la hora, mientras la lluvia cae más gruesa, la calle ha quedado sola, cojo del frasco un par de pastillas y me echo a dormir.
Después de unas copas de vino,
y de esta vaga sensación de estar zozobrando
entre los días, pagamos la cuenta y salimos del bar.
La luna tenía la burlona sonrisa del gato de Carrol.
Al subir a su auto preguntó ¿Dónde vamos?
Al mismo infierno dantesco -pensé- pero le contesté con otra pregunta.
Así es que después de hablar de su jefe, del mío, y las horas extras regaladas a otros bolsillos de otros aromos -que comenzaban a reventar amarillos en esas muertas calles del barrio alto, cercadas con corriente-
Dejamos que la silueta de la cordillera recostada sobre la noche,
nos colgara en mitad de la boca una sed imposible de saciar.
Y a intervalos dormimos, y nos volvimos a besar infernales
hasta que amaneció.
Fingí dormir hasta que despertó, o fingió despertar,
y entonces -como si fuese a decir aquella palabra
innombrable, pactada en el terror del silencio-
dijo, ojalá que gane González.
Cuando llegué a mi casa, el vecino mientras barría la calle,
me contó que González ganó la medalla de bronce.
Desde esa soleada mañana, jamás volví a saber
qué diablos fue de su vida.
Ni quién, carajos, era González.
La presidenta de la Fundación Neruda y amiga de Malú, Kemy Oyarzún, escribe: Ha muerto Malú Urriola este 21 de julio de 2023. Hasta hace un par de días, tenía sobre mi escritorio El cuaderno de las cosas inútiles, uno de sus últimos poemarios, que inscribe el habitar de la pandemia, con sus calles abandonadas, comercios cerrados y teatros vacíos. Su poesía interpela primordialmente la escucha de ritualidades y ritmos, sonidos comunitarios hoy desavenidos con los aislamientos del extractivismo neoliberal, sobre todo a partir del covid-19. Ha muerto Malú, poeta y guionista, lectora y docente; la Malú de lentas lecturas poéticas compartidas. Su poesía no fue nunca libresca ??desafiante, ella. Aunque resuene ochentera, tampoco calzó límpidamente en generación literaria alguna?? transfronteriza que fue. Sororidad y sonoridad en sesiones de escucha; así la recuerdo en lecturas compartidas. Y no por obra de un ??encantamiento?, que ella sí ejercía, sino porque su lectura nos pone áspera y lúcidamente en contacto con los silenciamientos posdictatoriales. Me interpelan sus emplazamientos a las camufladas aporías, aquellas transmitidas como ??verdaderas?. Porque, nos dice, ??una cosa es la literatura y otra la burda reality? (Hija de perra, 1998). Por ello vuelvo a recorrer ese verso suyo: ??el naipe dice que moriré pronto, como una anciana recorrida por la ausencia del deseo? esta noche acabará mi agonía, me he intoxicado de mentiras? (Piedras rodantes,1988).
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