Era el principio del invierno. Doña Ernesta despertó tempranito, serían las seis de la mañana, como es natural de la época, el sol aún no había salido. Encendió el anafe para preparar el desayuno con cáscara de cacao que compraba muy barato de la fábrica "Harasic".
Había nacido en Santiago de Chile. Sus tías la trajeron a Oruro muy pequeña (nunca habló de sus padres, sólo mencionaba sus nombres y de dónde eran). Como no tenían "paciencia", la internaron en el asilo de ancianos desde los cinco años.
Preparó en un awayo la ropa que le habían dado para que la lavara (lo que le daba algunos pesitos de ganancia). "Levántense nomás ya -les dijo a sus hijos Filo de catorce y Romy de diez años- tenemos que ir tempranito a la lavandería, porque si no, no vamos a encontrar bateas" (en la calle Buenos Aires, ahora Backovic, entre León y Rodríguez, existía una lavandería pública). Después de desayunar, fueron a trabajar los tres. Filo ayudaba con las prendas grandes y Romy a enjuagar las pequeñas. Los niños no estudiaban porque su papá había fallecido un año atrás.
En el asilo de ancianos, ella trabajaba en la cocina, y en el servicio a los ancianos. También ayudaba a hacer las hostias. Escuchaba misa diariamente y aprendió a rezar en latín. Naturalmente no fue a la escuela, por lo que no sabía leer ni escribir. Cuando dejó el asilo, ya adulta, la vida le enseñó a sobrevivir por sí sola.
Terminando de lavar la ropa, regresaron a la tienda que les servía de habitación y taller (el esposo había sido mecánico, y los tres aprendieron a arreglar anafes). "Filo, anda a la pensión y compras un segundo para que almuercen" (cuando no había dinero, los dos hermanos compartían un plato de segundo. Ella pijchaba su coquita para paliar el hambre). Terminado el almuerzo, se puso a preparar la masa que había alistado la noche anterior para hacer tawa tawas, que vendía en la calle. Utilizaba una botella en vez de uslero. - "Filo termina de preparar el dulce de azúcar para las tawas, y tú Romy, anda al peluquero del frente y préstate "La Patria" para me lo leas (cada día se leía el periódico). Tienes que aprender a leer y tener alguna profesión. Ya le estoy hablando al maestro sombrerero de al lado para que seas su ayudante, si no cómo vas a vivir".
Después, Ella iba a vender las tawas, Filo empezaba a amasar la harina para el día siguiente y Romy controlaba a los niños que llegaban a la tienda para leer revistas que alquilaban.
Llegando la noche, para la cena, doña Ernesta mandaba a Filo, a comprar otro plato de segundo de la pensión. Ella... con la consabida coquita... En seguida, se puso a preparar la masa para las tawas, y el azúcar para el dulce. Y pensó en que el domingo, como todos los domingos, tenía que ir a limpiar la casa de un señor extranjero que vivía frente al parque "De la Unión". "Mami - le dijo Romy - voy a ir a jugar fútbol un ratito con mis amigos". No podía decirle que no, pero pensaba en que los calzados de su hijo ya estaban muy gastados y que tendría que ir a comprar calzados usados al "thanta khatu". "Vas a cuidar tus zapatos. No hay dinero para comprar otros". Luego de un tiempo, agotada por el trabajo, antes de echarse en la cama, llamó a su hijo que jugaba en la calle: ¡Romy, es tarde, entra nomás ya!". Doña Ernesta, así como otras madres, como todos los días había trabajado; como todos los días había sufrido; como todos los días se había desesperado, ya sean estos días feriados, domingos o... ¡El día de la madre!
(A mi madre Ernestina Soza Pérez y a todas las madres de Bolivia, con todo el amor y agradecimiento que puedan imaginar...)
(*) Docente universitario y periodista
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