Domingo 30 de abril de 2023

Cultural El Duende
Editar, una hermosa profesión
30 abr 2023
Diálogo con Manuel Borrás, editor de Pre-Textos, una editorial de referencia el el ámbito literario hispanoaméricano.
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¿Cuál es el principal deber de un editor?
Yo creo que para editar, como para cualquier actividad en la vida, hay que contemplar cierto horizonte deontológico; es decir, tener un comportamiento, y a mí me parece que ese comportamiento tiene que responder también a una ética determinada. Cuando estamos moviéndonos en una órbita tan importante ??por más que la hayan querido minimizar y vulgarizar?? como es el mundo de la cultura, creo que un editor, como cualquier gestor cultural, requiere rigor, decencia y diría también ??como muchas veces les digo a mis jóvenes alumnos?? que esto de editar requiere muchísimo estudio. Uno no se puede dar por satisfecho con lo que ha sabido. Además, es hermosa esta profesión porque constantemente te está descubriendo algo que no conocías; a día de hoy, pasado más del mezzo del cammin, yo estoy descubriéndole siempre cosas a la edición que la hacen tan atractiva, tan estimulante. Te diría entonces que yo me conformaría con esos tres principios: conocimiento, rigor y decencia.
¿Cuál es el criterio con el que usted ha ido conformando el catálogo de la editorial?
Cuando uno empieza tiene que alimentarse de un nicho que los otros dejaron libre, pero me di cuenta de que el nicho era amplísimo; es decir, que había muchísimo por editar. Yo lo que no entiendo es ese afán de determinados editores que se definen como literarios, independientes, incluso movidos por un código ético, y lo único a lo que aspiran es a robar algo que ha tenido cierto éxito después de una lucha ímproba por proponer a un autor o unos libros? ¡Yo creo que hay tanto para publicar!, que hay tantas cosas todavía por descubrirles a los lectores de nuestra lengua, que me parece inaudito. Es decir, esa falta de imaginación, pero, además de información. O esa ignorancia o ese oportunismo. Y nosotros no. Teníamos muy claro debíamos cumplir los objetivos que mencioné, pero también queríamos establecer un ritmo de aparición de libros en el que estuvieran todos interrelacionados ??aun secretamente??. Cuando iniciamos Pre-Textos no distinguíamos colecciones. Publicábamos libros de historia de la ciencia, filosofía pura y dura, poesía, relato y prosa poética como una misma disciplina. Creemos que, en el fondo, existen vasos comunicantes, por ocultos que estén, entre las distintas disciplinas. Esto no quiere decir que una cosa invada la otra: están perfectamente delimitados, pero hay una interrelación secreta; del mismo modo que la hay entre la filosofía y un relato. O puede haberla entre las ciencias, la filosofía y la poesía.
Tuvimos que empezar a compartimentar, es decir, a entomologizar, obligados por los agentes comerciales. Decían ??hay que ayudar a los libreros para que puedan clasificar?, y al final tuvimos que doblegarnos porque sabíamos que nos perjudicaba, cuando tendría que ser lo contrario. Yo entiendo que la clasificación es importante ante la afluencia de libros que salen todos los meses, pero se requeriría un medio mucho más serio que contara con una mayor inmersión por las partes; no creo que un librero tenga que haber leído la biblioteca de Alejandría, pero sí haber leído; como creo que un editor lo que tiene que hacer es leer. Yo siempre digo ??antes que un editor, hay un lector??, y si no hay un lector, malamente. Tú sabes que Feltrinelli, el gran Feltrinelli, presumía de no haber leído un solo libro en su vida, cosa que era una boutade, pero, claro, ¿de quién estaba rodeado? de Cesare Pavese, de Natalia Ginzburg, los Levis, Primo Levi y su hermano, Vasco Pratolini? a lo mejor no leyó un libro, pero este hombre tenía un mérito inconmensurable, porque todos estos intelectuales, que son ya unos referentes de la literatura universal, no los conocía nadie en ese momento, no tenían la obra que después nosotros les hemos leído.
Siempre hemos tratado de establecer nexos, cuando hemos podido. Cuando empezamos con el ánimo de recuperar parte de la memoria del exilio español ??que en eso hemos sido pioneros, como en otras muchas razones editoriales??, ¿sabes qué nos pasaba?, que cuando nos acercábamos a los intelectuales ??salvo con Juan Larrea?? nos recibían con mucho cariño y con mucho afecto, incluso pensaban que éramos compañeros republicanos. Nos decían ??sí, sí, pero cuando tengáis un catálogo yo os daré un libro?. Y nosotros les decíamos ??pero si usted no nos da un libro, ¿cómo hacemos el catálogo??. Entonces hubo una primera etapa de muchas traducciones, y sobre todo del francés; cosa que también se preguntó mucha gente: cómo Manolo Borrás, siendo un germanista, se afrancesó tanto en la primera etapa. Por una sencilla razón: los grandes editores franceses confiaron en nosotros desde el principio. Y cuando hablo de los grandes editores franceses me refiero a Seuil, Gallimard. Hbalo de ?ditions de Minuit, Galilée? todos confiaron en esos jovencísimos editores que comenzaron una andadura, una aventura como la nuestra en provincia, que no fueron Madrid ni Barcelona ??los dos centros tradicionales de la edición en España??; confiaron plenamente y pudimos establecer relaciones contractuales distendidas que duraron hasta la fecha. Estamos hablando del 74, que fue cuando comenzamos a contratar nuestros libros para poder salir en el 76.
Hoy la tiranía de la novedad rige el mercado. ¿Cómo se ha enfrentado Pre-Textos a ese afán de novedades que tienen el mercado y algunos lectores?
Pre-Textos es una editorial de fondo. Gracias a esto hemos podido sortear muchas crisis que han sacudido el mundo de la edición en nuestra lengua en estos casi cincuenta años. Esta dictadura de la novedad la imponen los grandes grupos editoriales industriales, por una necesidad intrínseca: ellos tienen un capital y unos inversionistas que exigen rendimientos financieros; lo entiendo y me parece legítimo, esa es una estrategia que les corresponde a ellos, pero creo que eso ha desnaturalizado mucho el medio en el que nos encontramos. La novedad nos obliga a la velocidad y la velocidad está en estricta oposición a la naturaleza de la literatura, pues si hay algo que la define es la lentitud. Aplicar a esa lentitud el flagelo de la velocidad me parece terrible y ha hecho estragos bestiales en muchos ámbitos. Los grandes grupos editoriales han tratado de imponer una velocidad que no corresponde a este mundo. Nosotros hemos llevado un ritmo totalmente ajeno a los grandes grupos y ahí estamos, seguimos sobreviviendo y no nos hemos dejado, como se han dejado otros editores también literarios, seducir por ese ritmo un poco impertinente.