Miercoles 01 de marzo de 2023

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Con la misma imbecilidad y simpleza, que la historia nos endilga a los bolivianos haber perdido nuestro Litoral, por festejar los carnavales, dicha insólita actitud se volvió a repetir en la última Asamblea de las Naciones Unidas, curiosamente realizada durante los carnavales, cuando nuestra representación diplomática, destacada ante ese alto organismo mundial, se abstuvo de votar a favor de una resolución que exigía la ??retirada inmediata? de las tropas rusas de Ucrania, y de esta forma, poner fin esa innoble invasión lanzada hace un año por Moscú.
Sólo como una ligera lección histórica de dignidad, habría que recordarles a los abstencionistas vendemar, que hace 144 años, un 14 de febrero de 1879, sin que medie motivo alguno que justifique una acción bélica, (situación similar a la que está padeciendo Ucrania desde hace un año, por los mercenarios del Roto Putin) tropas chilenas invadieron Bolivia, argumentando que la suba de 10 centavos que ésta había impuesto por quintal de salitre exportado, violaba el ??contrato privado? firmado con la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta.
Sin ser muy doctos en materia de justicia internacional, semejantes argumentos y determinaciones nos recuerdan a los contratos privados firmados en el caso de las aguas del Silala y los muchos otros que la diplomacia de los pueblos, y la habilidad de nuestros sabios jurisconsultos perdieron estos últimos 16 años, en la Corte de Justicia de la Haya, fallos que olearon y sacramentaron los 120.000 kilómetros cuadrados de territorio y 400 kilómetros de costa que nos usurparon, idéntica extensión que los rusos pretenden despojar a Ucrania, en la región del Donbas y su salida al mar en Crimea.
En esta suerte de desdichadas coincidencias históricas, donde nuestra fuerza radica en poderes abstractos, como el retorno al Tawantinsuyo; a los relojes de giro izquierdo; al poder afrodisiaco de la papalisa y al sexo de las piedras; y se pretende repetir nuestra alianza con la república hermana del Perú, en esos términos folklóricos, surge la curiosa divergencia de los gobiernos izquierdistas de Chile, Argentina y Colombia que, al contrario de nuestro abstencionismo en la ONU, votaron en favor de la condena a la invasión de Rusia a Ucrania.