La asunción al poder de todo régimen, siempre ha sido motivo de abrigar las mejores esperanzas de que todo lo malo transcurrido anteriormente sea superado porque la comunidad espera que quienes tienen poder político, económico y social tienen los medios para hacer realidad los deseos de la población; la no concreción de esos anhelos determina que surjan esperanzas de cambio y, cuando ello no se produce surgen angustias que buscan renovación de los poderes del Estado en la esperanza de que quienes asuman el gobierno puedan concretar lo esperado.
La no concreción de lo ansiado da lugar a que surjan nuevas esperanzas; pero, la realidad siempre es distinta porque no siempre es posible para todo régimen cumplir sus promesas sea por falta de capacidad para emprender reformas o realizar obras, sea por falta de medios financieros o porque surgen muchas dificultades que impiden la concreción de lo prometido y es entonces cuando surgen las protestas y los reclamos que dan lugar, muchas veces, a que surjan las actitudes de fuerza que el régimen adopta porque cree que su gobierno debe concluir su mandato si es constitucional o, si es de facto, los términos que se hayan fijado los miembros del régimen totalitario.
En las últimas décadas, especialmente desde mitades del siglo pasado, el pueblo ha vivido muchas esperanzas que en corto tiempo luego del surgimiento de un nuevo régimen político se han hecho desesperanzas porque ninguno concretó lo esperado y, así, las esperanzas al ser frustraciones, ocasionaron decepciones y un crecimiento de los males que asuelan a la nación. La incapacidad de los gobiernos para solucionar los diversos problemas ha dado lugar a que crezcan las dificultades y las soluciones se alejen; si a todo esto se agrega la ambición de grupos que siempre buscaron hacerse del poder, los problemas adquirieron condiciones y dimensiones más graves.
El actual régimen que asumió el Gobierno con las mejores perspectivas, especialmente porque logró la mayoría de votos de la ciudadanía, lo hizo con una serie de promesas e intenciones que, lamentablemente, en la práctica decrecieron con relación al pasado y no solamente eso sino que se adoptaron políticas negativas en lo económico que, lógicamente, determinaron problemas en lo social. Lo grave es que el régimen actuó con políticas racistas y que dividieron al país pese a intenciones tan sólo decantadas por el régimen para unir a la familia boliviana. Nadie podría alegar en el actual régimen que ha logrado sus propósitos de cambio porque, simplemente, ninguno de sus integrantes ha cambiado su forma de ser, sus complejos, soberbia y posiciones “anti-todo” que han creado mayor división y han exaltado los ánimos y complejos de nativos, campesinos y trabajadores porque se les inculcó sentimientos contrarios a la unidad, racismos y odios muy profundos y un contagio de complejos para que las diferencias sean cada vez más marcadas. Hoy, ante los cuadros que se vive, lo ideal sería que el Gobierno, asumiendo con algo de humildad sus errores, dé ejemplos claros y concretos para buscar la unidad y la concordia entre todos los bolivianos. Para ello, tendrá que abandonar posiciones de soberbia y petulancia que asumió desde su inicio el año 2006 y que, en los hechos, le han creado a él mismo problemas que estaba seguro irían en contra de quienes consideraba sus contrarios.
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