La situación política en el país no es de las mejores puesto que la propia Constitución Política del Estado limita el accionar del Gobierno y resulta ser el principal escollo para alcanzar una “gobernabilidad plena”, como sueñan los cabecillas del Movimiento Al Socialismo (MAS) que deberían respetar y cumplir su propia ley. La nueva CPE fue aprobada por ellos y ahora deben aprender a convivir lejos de acusar o preocuparse por el accionar de la conservadora oposición.
Empero la realidad es otra porque no se trata de sofocar las recientes olas de protestas como advirtió recién el propio Presidente del Estado Plurinacional, sino de gobernar y saber gobernar para no improvisar la denominada lucha contra la oposición, puesto que esa actitud llega al extremo de creer que la sombra de Palacio de Gobierno que se produce por efecto del cambio de ubicación del sol, resulta ser una acción malsana de la oposición.
En Bolivia a la fecha la política no goza de buena salud y una muestra elocuente de aquello es que de manera improvisada se promulga el Decreto Supremo 1126, para obligar a los médicos a trabajar ocho horas al día y después de la madre de las batallas el propio Gobierno recula para “dejar sin efecto” negándose a derogar la disposición, para analizar sus alcances en la Cumbre de la Salud, donde –por supuesto- por mayoría los movimientos sociales aprobarán las ocho horas de trabajo, dejando atrás 52 días de huelga de médicos y trabajadores en salud.
Eso pone en evidencia que la estrategia política del Estado Plurinacional se basa en “la mayoría”, porque hacen número y suman los movimientos sociales, no en la legitimidad que debería tener el accionar del Gobierno que recuerda a cada instante que tiene una mayoría en la votación y que se alista para enfrentar el próximo proceso electoral, pero en las mismas condiciones, sin un plan de Gobierno y mucho menos con una visión y planificación futura.
El anuncio presidencial para continuar al frente del proceso de cambio social y económico que impulsa el Gobierno, más allá de ser un compromiso es una obligación, porque Evo Morales fue elegido para gobernar a favor de todos los bolivianos y de todas las tendencias políticas partidarias, por lo que tiene además la responsabilidad de respetar los derechos de las minorías, como pregonaba durante sus protestas y movilizaciones para derrotar a quienes ejercían el poder en la época de los “político neoliberales”, sino sólo será un discurso más.
La administración del Estado Plurinacional debe dejar de lado sus lastimeras denuncias poscoloniales y comenzar a gobernar para los pobres, los trabajadores, los empresarios, los transportistas, los universitarios, los comerciantes y todos los sectores y clases sociales, porque lo contrario es un acto de discriminación que convierte en una élite privilegiada a los cocaleros, los mimados del Presidente, porque el Gobierno alienta el cultivo de coca, lejos de apoyar a los productores agropecuarios para invertir en la quinua, soya, camélidos y también el desarrollo minero, industrial, artesanal y tecnológico nacional.
Ahora se debe analizar si realmente existe la capacidad de gobernar y lo que es más si hay liderazgo, porque populismo existe y la clara muestra es que cuando falla una medida que aprueba el Gobierno, la cúpula masista retorna a sus cuarteles de invierno y piden una cumbre, donde los cocaleros le brindan su apoyo y respaldo al Gobierno para seguir usufructuando el poder que resulta ser siempre efímero cuando no pasajero, el cual buscan los nuevos gobernantes para tenerlo de forma plena y sin obstáculos.
La última experiencia de las cumbres sociales es la que vivieron los empresarios bolivianos, cuando su máximo representante apareció en la apertura del encuentro para proponer la conformación de empresas comunitarias, salvando así la reunión oficialista que estaba desahuciada y no por la oposición, sino más bien por sus propios sectores que rechazaban asistir a la cumbre donde incluso pretendieron analizar la reforma de la Ley de Imprenta para “darle vida a la cumbre”.
En resumen, la cúpula de los empresarios salvó la Cumbre Social del MAS y luego fueron quienes también reclamaron y criticaron la actitud del Gobierno que pretendió desconocer un acuerdo para “negociar” el incremento salarial de forma tripartita, es decir con participación de trabajadores, empleadores y el Gobierno, situación que motivó reclamos del sector laboral que abandonó la negociación y también desacuerdo entre los empresarios. Luego los empresarios firmaron un acuerdo para negociar anualmente los salarios, pero todavía no hay un resultado efectivo para la gestión y el Gobierno igual decidió el porcentaje del aumento salarial.
Así como se va gobernando al país los conflictos crecen como hongos y la realidad es cada día más difícil porque anuncios de subida del precio de carburantes, juicios a políticos de la oposición, control de conversaciones privadas y hasta la amenaza de enjuiciar a los contrarios a la política oficialista, muestra que se aplica muy bien la teoría maquiavélica, “divide y reinarás”, pero no se gobierna ni se tiene el trono, lo que genera incertidumbre porque la debilidad se muestra con una cara más violenta para frenar y reprimir las protestas sociales de los indígenas y otros sectores para desarticular a la oposición cohibida y no dejar que nadie se asome por Palacio de Gobierno sino trae consigo un apoyo y respaldo para la futura elección donde el líder cocalero quiere ganar en las urnas su séptima victoria consecutiva por mayoría absoluta.
Ojalá exista tiempo para gobernar y la estrategia oficialista no sea sólo electoral, sino más bien para administrar con eficiencia el Estado Plurinacional, para así poder gozar de una buena salud política que beneficie a todos los bolivianos.
(*) Periodista
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