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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 La inseguridad alimentaria ataca a los ese ejjas de Eyiyoquibo - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
La inseguridad alimentaria ataca a los ese ejjas de Eyiyoquibo
27 nov 2022
Los indígenas ese ejjas son conocidos por su cultura de río y por su actividad pesquera que practican ancestralmente. La población de Eyiyoquibo, ubicada en el norte de La Paz, está en un primer contacto con el Estado boliviano, el que, por su burocracia, no ha logrado generar mecanismos adecuados para atender sus necesidades y garantizar el ejercicio de sus derechos. Sin un espacio por el que moverse, presionados al sedentarismo, su seguridad alimentaria corre riesgo
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Por: Karen Gil
Periodista
??Así nomás vivimos los ese ejjas?, afirma Miguel Costas, pescador indígena, después de bajar de la canoa en la que llegamos a Corte de Copacabana, una de las playas del río Beni. Aquí acampan cuatro familias de Eyiyoquibo, la comunidad de la cultura más recientemente sedentarizada. Las familias llegaron a mediodía con el fin de pescar para vender el producto y disponer de dinero con el que subsisten.
Salieron hace dos días de Eyiyoquibo, ubicada a 15 minutos del poblado de San Buenaventura, municipio amazónico del departamento de La Paz. Hicieron una parada en otra de las playas, donde no tuvieron mucha suerte con la pesca. Esperan que les vaya bien aquí y en las cercanías, pues ya recorrieron río abajo durante unas ocho horas.
Son las cuatro de la tarde del último jueves de agosto de 2022, y con 35 grados centígrados de temperatura, las familias se afanan por realizar diferentes tareas. Algunas mujeres destripan pequeños pescados recién atrapados, las más jóvenes se cubren del fuerte sol bajo los campamentos, armados con palos y trozos de nylon o telas, los hombres desenredan las redes y los niños corren desnudos y se bañan en las aguas del río.
Miguel ??de 30 años, tez morena y 1,50 metros de altura?? es el presidente de la Asociación de Pescadores de Jajhui de Eyiyoquibo, creada en 2005, pero con reciente funcionamiento. ?l y Yoni Sossa ??un joven de 22 años, quien asiste al motorista de la embarcación que nos trajo?? repiten una y otra vez: ??Así nomás vivimos los ese ejjas, por el río, como nuestros abuelos?.
Esa tradición ancestral les ha valido ser reconocidos como un pueblo de río, un pueblo que fluye, que se mueve, que es nómada. Es cierto que hoy ya disponen de un espacio fijo, Eyiyoquibo, donde se asentaron en 1999, pero aún son itinerantes. Es normal que familias enteras, inclusive con perros y gallinas, se trasladen durante meses a varias playas del río Beni.
Ernesto Guajo Guajo, uno de los pescadores, llegó con su esposa, mamá, suegro y cuatro hijos. Todos se embarcaron en la travesía ni bien su hija cumplió un mes de nacida. Ahora, la pequeña Arlín duerme en brazos de su hermana.
Nacido en Perú y crecido en San Miguel de El Bala, en el Parque Nacional Madidi ??como muchos de los que actualmente habitan Eyiyoquibo??, Ernesto Guajo Guajo tiene 34 años. En este momento llega a la orilla y, sentado en la punta delantera de su canoa, dice: ??Hemos ido por carnada?.
La cultura de los ese ejjas es transfronteriza, vive entre los ríos de Bolivia y Perú desde antes de la Colonia. En el territorio boliviano, este pueblo indígena se mueve entre Pando, Beni y La Paz.
Se trata de un pueblo en primer contacto o en contacto inicial con el Estado, lo que quiere decir que no está totalmente integrado a la sociedad nacional, tal como consta en el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH, 2013) a partir de la información del Gobierno boliviano. Ese documento resalta que este es uno de los diez pueblos indígenas en situación de aislamiento y contacto inicial (PIACI) en Bolivia.
En el caso de quienes son parte de la comunidad de Miguel, esa condición los invisibilizó ante el Estado, principalmente durante el proceso de saneamiento de tierras bajas iniciado en la década de 1990. Por eso, actualmente no cuentan con territorio indígena, así lo explica el estudio Ese ejjas de Eyiyoquibo, pueblo indígena en contacto inicial: Entre territorios cercados y medios de vida en crisis, realizado por la Fundación Tierra en alianza con Welthungerhilfe (WHH).
??Cuando las brigadas del INRA (Instituto Nacional de Reforma Agraria) empezaron el trabajo de campo, la reacción del pueblo ese ejja fue retrotraerse (irse al río en busca de nuevas zonas), lo que los invisibilizó como sujetos de derechos territoriales, y sus territorios ancestrales fueron apropiados por terceros con capacidades de cumplir con los trámites administrativos?, destaca la investigación.
Esa situación hace que, por donde antes transitaban libres, los ese ejjas deban pagar una suerte de impuesto, por ejemplo, a los indígenas del pueblo tacana. Tal extremo pone en riesgo la subsistencia del pueblo y de su cultura, pues, como destaca el informe, para los pueblos indígenas que tradicionalmente viven de la pesca y de otros recursos del río, este es esencial: ??No es solo un bien de consumo o medio de transporte, sino su territorio en sí mismo?.
Para los ese ejjas, efectivamente el río lo es todo, y para los habitantes de Eyiyoquibo, es la fuente de recursos para sostenerse; además, es el proveedor principal de su ya escasa y poco variada alimentación.
Lo que se gana en dinero, en todo caso, no es suficiente, ni para justificar todo el esfuerzo y tiempo de la pesca ni para cubrir los gastos que demanda vivir en una comunidad periurbana.
PESCA
En la actualidad hay al menos tres modalidades de pesca, según se disponga o no de herramientas o facilidades para acceder al mercado: la que los ese ejjas llaman ??empatronados? ??pescar para alguien más??, la que se hace por cuenta propia y aquella que se realiza siendo parte de la asociación. La mayoría lo hace bajo la primera modalidad.
Esta mañana alcanzamos precisamente a los ese ejjas empatronados navegando a tres horas de distancia hacia abajo; nos dijeron que su misión era llenar el frízer con al menos 350 kilos de pescado, pero que luego de casi una semana habían obtenido solo algunos pacús y sábalos.
Hoy, la suerte se puso de su lado, pues encontraron un paraíba, uno de los peces más grandes del río Beni con sus más de 80 kilos sin la cabeza y la aleta. Estas presas sobrantes servirán para la alimentación de las familias en el río.
??Hay un comprador esperando en La Paz?, nos dijo el pescador mientras carneaba y limpiaba el enorme pescado. Por kilo cobrará, con suerte, 15 bolivianos, mientras que esa misma cantidad será comercializada en la sede de gobierno por alrededor de 40 bolivianos.
Ernesto, otro de los pescadores en Corte de Copacabana, está a cargo de un frízer y confía que logrará llenarlo en dos semanas. Al igual que los otros ese ejjas que trabajan empatronados, recibió un monto de adelanto para la compra de gasolina, y dice que los ??patrones? a veces pagan diez bolivianos por kilo.
Es otro día, y son las seis de la mañana. Ernesto encontró un pescado en una de sus trampas, nos lo muestra desde el bote en el que van él y sus tres hijas.
A unos 15 minutos de distancia nos topamos con Pablito Sossa ??hermano mayor de Yoni y cuñado de Ernesto?? justo en el momento en el que revisa las dos trampas que templó ayer por la tarde. ??No hay nada?, dice desde su bote.
?l, a diferencia de Ernesto, está viajando por cuenta propia y almacenará pescados en una bolsa térmica, ya que el dinero no le alcanza para acceder a un frízer, aunque apunta a disponer de uno con la ayuda de la asociación de pescadores.
A él ya no le convence trabajar para otros, porque se gana muy poco. Espera vender los pescados a 18 bolivianos el kilo. No se quedará mucho tiempo, pues trabaja al raleo, y ni bien llene su bolsa volverá a Eyiyoquibo.
La tercera modalidad, como miembro de la asociación, apenas comienza a aplicarse. Se trata de un proyecto que se ha rehabilitado con los recursos económicos otorgados por la Autoridad Boliviana de Carreteras (ABC) como compensación de los impactos ambientales ocasionados por la construcción de la carretera San Buenaventura-Ixiamas, que pasa al lado de Eyiyoquibo.
Son 40 socios en general y 15 socios activos. El fin de esta asociación es encarar la burocracia de forma colectiva, y que la pesca sea una actividad sostenible.
A inicios de semana salieron a pescar los dos primeros beneficiarios llevando sendos frízers que alquilan de la asociación por 300 bolivianos el viaje. Están a un día de distancia río abajo y retornarán en dos semanas, aproximadamente.
Pablito ??de 31 años?? tiene hijos en edad escolar, por eso viajó solo, y su esposa se quedó al cuidado de los pequeños.
??No tenemos más trabajo, ¿de dónde vamos a tener? No podemos aprender otras cosas porque siempre paramos en el río, pescando; con pescado nomás mantenemos a las familias?.
El hombre asegura que lo que gana no es suficiente y que por eso su alimentación se basa principalmente en pescado, plátano y arroz. A veces, cuando la situación es mucho más precaria, los niños tienen que ir a pedir limosna a Rurrenabaque.
??Yo estoy preocupado por mi mujer ??revela ahora??, no he dejado ni un kilo de arroz allá. Mi papá le atiende, pero yo estoy preocupado. He venido a pescar para comprar víveres. A veces quedamos hasta tres semanas sin pescar y lo que pescamos es para comprar arrocito, azuquitar, aceitito y, cuando se requiere, materiales escolares?. Espera pronto encontrar pescado en las trampas que puso en el río, llenar su pequeña bolsa y retornar a Eyiyoquibo con su familia.
EYIYOQUIBO Y SUS LIMITACIONES
Fátima Guajo Guajo ??morena y delgada, viste una solera fucsia con la imagen de Bob Esponja y shorts del mismo color con logos de TikTok?? sostiene a Emily, su bebé de cinco meses, la última de sus cinco hijos, en el umbral de su vivienda en Eyiyoquibo. Fátima es hermana de Ernesto y está casada con Pablito Sossa. Actualmente, ella se encarga de la crianza de sus hijos; algunos ya van a la escuela. En vacación escolar, ella y los pequeños también van al río.
Al igual que gran parte de las mujeres que se quedan en la comunidad a cargo de sus familias, Fátima combina el cuidado de su hogar con la búsqueda de otros modos de subsistencia. Mientras cuida a los niños, suele tejer canastas y sombreros con jipijapa y otras hojas de monte ??principal actividad económica de las ese ejjas??, aunque por ahora dejó esa labor para atender a su bebita que nació con un problema de salud en la cabeza que la madre no sabe explicar.
Fátima habla ese ejja y muy poco español, al igual que muchas comunarias. Responde con una o dos palabras. Por eso, Yoni ??su cuñado, con quien retornamos a mediodía de río abajo y que habla mejor castellano?? ayuda a traducir y a complementar algunas explicaciones.
En Eyiyoquibo ??que se traduce literalmente como ??pie de montaña? en idioma nativo?? viven alrededor de 100 familias ese ejjas, según datos de la Capitanía de la comunidad. Este territorio, ubicado en el área periurbana de San Buenaventura, exige a sus habitantes cubrir necesidades que antes, por su vida nómada en los campamentos temporales a orillas del río, no requerían.
Desde su sedentarización, iniciada en 1999 y formalizada un año más tarde, sus habitantes deben pagar por los servicios de luz, agua e impuestos; además, tienen que considerar los gastos que demanda la escuela. Los pocos ingresos deben costear esas expensas y la alimentación. Esta última es relegada.
??¿Qué comen? ??pregunto a Fátima.
??Arrocito, fideíto, plátano, ??responde, con risa nerviosa.
??¿Y pescado?
??Sí, también.
Este último producto se come cuando hay excedente; la mayor parte de la pesca se destina a la venta.
Como muchos infantes de la comunidad, algunos de los niños de Fátima y Pablito tienen los cabellos castaños, casi amarillos, color que se contrasta con su piel morena. Esa característica también se ve en las adolescentes y mujeres jóvenes, como la esposa del primo de Yoni, quien baña a su bebé en la pileta de su casa.
??Es evidente la malnutrición generalizada en niños, todos tienen signos de desnutrición proteínica: delgados, vientre abombado, síndrome de materia en los cabellos?, asegura ?dgar Lima, investigador de la Fundación Construir que trabaja en resolución de conflictos y diálogo en la comunidad.
El investigador explica que la malnutrición no solo afecta la salud física, sino que también está asociada con el deficiente desarrollo cognitivo.
Esta situación preocupa a las madres de familia, por ejemplo, a la tocaya de Fátima. La tercera de sus cuatro hijos está desnutrida y por eso aparenta tener cuatro años, aunque tiene más de seis.
??Los niños no comen, no conocen la comida. Solo comen fruta. Aquí están al límite de la desnutrición. Yo misma estoy experimentándolo con mi hija?, nos dirá más adelante Fátima Lipe.
A sus 32 años, ella divide su tiempo entre cuidar a su familia y trabajar en lo que puede para generar ingresos y comprar alguna vez carne y otros alimentos. En época de lluvias, también pesca, a orillas de la comunidad, con lianas para proveer algo de proteína a sus hijos.
Crónica publicada originalmente en la revista La Brava
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