Palabra resurrecta

El técnico en arreglo de televisores y aparatos electrónicos de toda laya me ha traído, completamente reparado, el equipo de sonido. Lo compruebo al instante, cuando noto el resurgir de lucecitas que ya había olvidado, el movimiento de la bandeja de los cds que, como una a acezante lengua de máscara de moreno, me sale al encuentro a la altura del pecho.

Busco un disco entre los pocos, poquísimos disponibles, pues el largo y reposado sueño de paquidermo ensimismado que el equipo de sonido marca Aiwa ha tenido durante mucho tiempo, significó también el lento e inexorable olvido de esa rara forma de pasión que es la melomanía con el consecuente afán compulsivo de coleccionista.

No es un cd de música. Es uno en el que alguien lee poemas. “No es en estos meandros, donde viven los peces de agua dulce, que yo el gran capitán broadcaster destajero, con cien pesos al mes mientras navego y ciento treinta cuando estoy en tierra, he sentido terror por lo que resta de mi ordinaria vida”. Junto a esta voz y los versos que va diciendo con desenfado, se abre un hoyo en el tiempo lineal que me sostiene junto a estos sonidos, junto a esta palabra resurrecta cuando muere la tarde de un sábado de otoño.

Y caigo embriagado en ese pozo amable que sabe a tobogán de la memoria y recuerdo como quien acaba de abrir un cofre de fotografías, un puñado de momentos vividos en torno e este equipo de sonido con el que ya tengo varios años de vida compartida. Redescubro al instante, con un asombro no exento de nostalgia, que lo compré una nublada tarde en un mercado de La Paz junto a una novia que me acompañó complaciente al traslado, el desempaque y la audición inaugural de un disco de rock. Rápidamente, el hoyo de los recuerdos me muestra muchas situaciones y miles de canciones escuchadas en estos mismos parlantes. Varios años de convivencia empecinada, donde los días se poblaban de melodías y la vida pasaba en una sucesión armoniosa de amaneceres y compases.

Hoy, que gracias al técnico el equipo ha resucitado, se renuevan los lazos de complicidad de dos viejos amigos. Y mientras el poeta peruano Antonio Cisneros sigue repitiendo los versos de Un Crucero a las Islas Galápagos, destapo cajas y abro bolsas. Poco a poco, como la lava de un volcán que creía apagado, van apareciendo los discos en un manso caos de curso calmado pero caprichoso y las tapas y las listas de las canciones me inundan de recuerdos y posibilidades. Todo un mundo rescatado, liberado, listo para el nuevo gozo en días de promesas.

Benjamín Chávez

Fuente: LA PATRIA