El 15 de mayo se celebra el Día Internacional de la Familia. Las Naciones Unidas en 1993 aprobaron esta celebración con la finalidad de crear una mayor conciencia de las cuestiones relacionadas con la familia y mejorar la capacidad institucional de las naciones para hacer frente, mediante la aplicación de políticas amplias, a los problemas relacionados con la familia. Se trata de resaltar la importancia que la comunidad internacional otorga a las familias, como unidades básicas de la sociedad, así como su preocupación en cuanto a su situación en todo el mundo. La ONU reconoció la importancia de la familia como un lugar privilegiado para la educación. Los padres deben recordar la importancia que tienen como representantes y forjadores de los miembros de su hogar. Al mismo tiempo las familias debe organizarse para fortalecer su posición en la sociedad.
Lastimosamente en las últimas dos décadas han surgido graves amenazas para la familia. Señalamos en primer lugar el creciente materialismo, hedonismo y erotismo que impregna a la cultura globalizada, y que está llevando a un deterioro en la capacidad humana de vivir armónicamente en familia. Preocupa el aumento vertiginoso de infidelidades, de separaciones y divorcios, así como de violaciones y delitos sexuales, incluyendo el aborto. Por otra parte han disminuido los matrimonios y el número de nacimientos de hijos.
Han surgido ataques ideológicos contra la familia. El más insidioso es la “perspectiva de género”, una ideología que pretende desvirtuar el género natural objetivo, masculino y femenino” y sustituirlo por la “orientación sexual” basado en una opción individual subjetiva. Como consecuencia la familia tradicional pierde su valor y se sustituye por nuevas formas, entre ellas el matrimonio homosexual. Recientemente ha llegado la noticia de que Obama, el actual Presidente de Estados Unidos, se ha mostrado partidario de reconocer legalmente el matrimonio homosexual. Esta posición, motivada en gran parte para atraer el financiamiento de poderosas corporaciones “homosexualistas” en su próxima campaña presidencial, pone en grave peligro la familia tradicional.
La Iglesia Católica, consciente de estas amenazas, se ha constituido en la gran defensora de la familia. Ya en 1983 la Santa Sede dio a conocer la Carta de los Derechos de la Familia donde se enumeran y fundamentan los derechos fundamentales que deben ser reconocidos a las familias y que todavía en muchos países no son puestos en vigencia. Juan Pablo II se unió a la celebración de 1994 como el Año Internacional de la Familia, publicando la Carta a las Familias. Este documento considerado como el más sincero y personal que ha escrito en su pontificado, desvela el gran misterio de la relación entre el Nos Divino Trinitario y el nosotros humano familiar: “A la luz del Nuevo Testamento es posible descubrir que el modelo originario de la familia hay que buscarlo en Dios mismo, en el misterio trinitario de su vida. El ‘Nosotros’ divino constituye el modelo eterno del ‘nosotros’ humano; ante todo, de aquel ‘nosotros’ que está formado por el hombre y la mujer, creados a imagen y semejanza divina” (6).
La familia es la obra suprema de la creación. Dios después de haber creado todas las cosas y los animales, creó al hombre (Adam), varón y mujer, a su imagen y semejanza, para que sean fecundos. Este inescrutable misterio se desvela en gran medida en la encarnación, cuando Dios Padre juntamente con la Rúaj (Espíritu) Santa determina la encarnación del Hijo en el seno virginal de Virgen María, desposada con José, quien por disposición divina será el padre adoptante de Jesús. De esta manera se constituye la Sagrada Familia de Nazaret, José, María y Jesús, como el icono sacramental de la Familia Trinitaria. La misma Iglesia de Cristo, superadas todas las actuales divisiones, está llamada a ser la familia de los hijos de Dios.
La familia natural, basada en el matrimonio, como comunión de vida y amor fiel e indisoluble entre el varón y la mujer, abierta a la fecundidad, constituye sin duda ninguna uno de los valores más importantes de la humanidad. Su desvalorización - y en la medida en que se dé- pondrá en grave peligro muchos la propia perfección y felicidad del hombre, la generación y educación de los hijos y con ello el futuro y la misma supervivencia del género humano sobre la tierra. Por eso la urgente llamada a defender la auténtica familia en el ámbito cultural, social, político e internacional.
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