Domingo 25 de septiembre de 2022

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Cultural El Duende
Opiniones fragmentarias
25 sep 2022
Fuente: Javier Marías
En diciembre de 2010, el diario español El País propició un diálogo entre el autor madrileño y Umberto Eco, reproducimos fragmentos de lo dicho por Marías como un homenaje a su vida y obra, tras su reciente fallecimiento.
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Hay novelistas que todavía se sienten como jueces, es una cosa extraña. Eso del voyeurismo amoral está muy bien visto. Porque una novela, a menudo, es así, el novelista no tiene que juzgar, tiene que mostrar, a veces explica lo que ha sucedido, cómo se ha llegado a este punto, pero eso no quiere decir que se justifique o que se ensalce el tema o presuma. (...) Yo escribo con un narrador en primera persona desde hace 20 años, y se tiende a confundir al narrador con el autor, con el yo. (...) Esa idea de que las novelas deben tener un mensaje o dignificar algo es un primitivismo raro que ha vuelto. (...) A veces al escribir una novela me encuentro con que tengo una idea vaga sobre qué es esta novela, aparte de la historia misma, y algunos aspectos que no son claros para mí. Pero una vez terminada la entiendo un poco mejor. Entonces llega la promoción, las entrevistas, donde se espera que el autor diga: ??Lo que he querido decir es esto?. Y uno se ve obligado a afirmar algo o defender una idea que luego es tergiversada. Si no hubiera entrevistas y cierta necesidad de banalizar, de encontrar un eslogan...
Normalmente se nos prohíbe saber cosas, sobre todo si son de personas poderosas o con responsabilidades, y verlas ridiculizadas, el rey desnudo, o si meten la pata, eso se entiende. Lo que no entiendo es que después de este pequeño fenómeno haya gente que pida la transparencia: ??Basta. Tenemos que saberlo todo. Tenemos que saber qué hacen los servicios secretos, los diplomáticos, lo que piensan?. Pero ¡cuidado!, la hipocresía, la doblez, forma parte de la educación; es más, de la civilización. Si hubiera una transparencia general habría muchos más homicidios. Todos hablamos mal de vez en cuando de todos, cuando no están presentes, y también de las personas que amamos. Siempre hay objeciones. Probablemente si estas personas a las que queremos supieran cuáles son nuestras objeciones se olvidarían de todo lo positivo que pensamos de ellas y se obsesionarían con esa pequeña objeción que han conocido y que no habrían debido saber, y sería un desastre. (...) Entonces, pedir la transparencia general es también algo que iría en contra de los intereses de todos. Porque si todo fuera así se despediría más fácilmente a la gente. Tenemos esa tendencia, este desahogo. Es normal que haya personas que intenten saber lo que no se debe saber, pero también es normal que otras intenten evitar que las cosas se sepan. Lo ridículo es la pretensión de ciertas personas de que los que tienen el deber de evitar que las cosas se sepan renuncien a ese deber. Lo que no se puede es pedir la rendición total de los demás. (...) Si se rompe la baraja y se extiende la transparencia, probablemente los ciudadanos tienen siempre las de perder ante la posibilidad de intrusión en sus vidas por parte de los Gobiernos, ya que es mucho mayor que al revés. Es el peligro que veo en esa legitimación de que se sepa todo...(...)
Yo recuerdo una cosa que mi padre* decía, y que escribió en un artículo, sobre que el hombre contemporáneo corría el riesgo de convertirse en un primitivo lleno de información. Y lo es en cierto sentido. Tal vez no se equivocaba. Y lo decía antes de la existencia, probablemente, de Internet. Hay un exceso de información que quizás impide saber. Ya no hay un filtro, no hay un criterio. Se da importancia a cosas que no tienen ninguna y al contrario. Luego la abundancia, que es un problema porque con el exceso de algo no hay tiempo para ocuparse de ello. Yo aún consulto la enciclopedia.
*Se refiere al filósofo Julián Marías (1914 ?? 2005)
Fuente: Javier Marías