La amistad que se cultiva para siempre

Uno de los colegios casi centenarios de la ciudad de Oruro, cada año brinda una lección de amistad que se cultiva para toda la vida, y quizás más allá de la vida terrenal, no mencionaremos el nombre del establecimiento educativo, porque lo que interesa es la enseñanza que nos deja, aunque quienes lo viven cada septiembre saben de cuál estamos hablando.

Así es, con el motivo del reencuentro entre estudiantes y exalumnos, para celebrar su aniversario institucional, cada septiembre la economía de Oruro se mueve por la llegada de miles de visitantes que dejaron su corazón en su amada alma mater, por lo que regresan cada año para rendir homenaje a su colegio y de paso reencontrarse con sus �??hermanos�?� para recordar anécdotas entre chistosas, felices y de todo tipo.

Quienes son padres e inscriben a sus hijos en el mismo establecimiento educativo, comparten intereses y talentos, desfilan juntos por las calles céntricas de la urbe, se uniforman y cantan su himno al unísono, sienten el orgullo de pertenecer a una institución tan respetada y que sabe enseñar a cultivar valores como la amistad, lealtad, amor fraterno, respeto y empatía.

Personas que inclusive salieron del país para radicar en otras naciones del mundo, viajan kilómetros, por cualquier medio de transporte, para llegar a Oruro y rendir su homenaje a su colegio donde se formaron desde su más tierna infancia.

Tanta devoción sólo halla similitud en el Carnaval de Oruro, Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, cuando los devotos danzantes hacen el esfuerzo y sin importar desde dónde, llegan hasta la lata tierra de los urus, para peregrinar danzando, hasta llegar rendidos a los pies de la virgen María, madre de Dios, en su advocación de la Virgen del Socavón o Candelaria, para rendirle pleitesía.

Así, los exalumnos de este colegio orureño, creado durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los alemanes rechazaron a los judíos en el colegio financiado por el gobierno nazi de Adolf Hitler, con el lema de no excluir ni discriminar a nadie, quizás por eso, en este ambiente se cultivaron los valores que hacen que sus exalumnos no escatiman esfuerzos para llegar a rendir honor a su unidad educativa y recordar las experiencias vividas en sus aulas, en sus pasillos y en sus patios.

Al igual que la fiesta devocional que se celebra cada febrero o principios de marzo, cada septiembre, los exalumnos y los estudiantes, se hermanan en un desfile en el que hacen gala de sus uniformes, que usan desde los más pequeños hasta los más grandes, luciendo orgullosos los colores que identifican a su colegio y que aprendieron a amar desde que los dejaron con sus primeras maestras jardineras.