Viernes 11 de mayo de 2012
ver hoy
El alma de una persona que ha fallecido no se vuelve ni sabia ni necia, ni más oscura ni más luminosa por haber pasado al más allá. Lo que el hombre ha introducido en el microcosmos, en el alma, lo vuelve a irradiar ésta en el más allá. De este modo se puede decir: tal como el árbol cae, así se queda. La vida sigue igual: tal como emito, así recibo, también en el Más allá, sólo que en el más allá es mucho más difícil, más doloroso y más lento liberarnos de las cargas que nos hemos creado nosotros mismos.
El hombre está en la Tierra, la escuela de la vida, para transformarse y volver hacia aquel que lo ha creado como ser espiritual puro, Dios, nuestro Padre. A cada uno se nos ha encomendado reconocernos en la existencia terrenal y ennoblecer nuestra vida mediante el cumplimiento de las leyes divinas, para evolucionar hacia las esferas más finas y luminosas. Al alma se le ha encomendado salir de la rueda de la reencarnación, volver a aceptar la Ley divina y vivirla.