Vivir en permanentes conflictos no es vida para el país; es, simplemente, existencia. Huelgas, paros, manifestaciones, marchas, protestas y otros extremos se han encargado, en varias semanas, de paralizar el país, de estancarlo hasta los peores extremos. Lo más grave es que se llegó a los males del bloqueo que es delito básico del terrorismo que siempre ha causado estragos en la historia de la humanidad.
Todo el conjunto de males a los que se tuvo que sobrevivir se deben a que el Gobierno y su partido no quieren abandonar las poses de soberbia a las que, lamentablemente y para su propio mal, se acostumbró desde que se inició en enero de 2006. ¿Cuáles los resultados?, ¿Qué de bueno ha conseguido el régimen con posiciones recalcitrantes y extremos que han dañado nacional e internacionalmente al país?, ¿Cuánto hemos perdido en lo económico, en lo social, en prestigio y estabilidad? Las preguntas fluyen y las respuestas se hacen difíciles porque contienen cantidad de sinrazones que no es posible entender ni menos justificar.
La soberbia, pecado capital desde tiempos inmemoriales, es básica para la generación de muchos males; de ella provienen muchas desgracias que la humanidad ha soportado; conjunto de hechos y situaciones negativas que han provocado mayor pobreza en quienes merecían mejores condiciones de vida como es el caso de los países del Tercer Mundo y, mucho más, de un Cuarto Mundo que nadie puede preveer hasta cuándo será su miseria y sufrimiento sin término ni esperanzas de solución.
Los conflictos vividos por el país no han encontrado oportunas soluciones tan sólo por imperio de la soberbia porque no se han utilizado los caminos de conciliación y concordia que las autoridades estaban obligadas a buscar y aplicar a las diversas situaciones, porque es bien sabido que de la conducta de quienes tienen poder político, social y económico, pueden surgir los remedios a problemas que obligan al pueblo a cometer excesos. Los pueblos reaccionan cuando no tienen posibilidades para hacerse escuchar por oídos sordos y mentes obnubiladas como ha ocurrido con nuestras autoridades. Se sostuvo que “no habían los medios para complacer los pedidos” cuando siempre los hubo.
La verdad es que esos medios económicos se han destinado a otros fines: aviones de lujo, satélite ostentoso e inútil, aviones para las Fuerzas Armadas, helicópteros que no es preciso tenerlos en propiedad porque los que pueda proporcionar Estados Unidos y el Brasil son más que suficientes para la lucha contra el narcotráfico. En fin, ostentación en planes faraónicos que no serán de beneficio para el pueblo como es el caso de un “museo” para complacer poses ególatras; canchas de futbol por doquier, inauguración de obras deportivas que sirven a poblados con poca población. ¿Dónde está la carencia de dinero para atender la solución de los conflictos? Además, la mayoría de ellos sólo requerían la aprobación de medidas legales y cuya ejecución dará lugar a solucionar muchos problemas futuros. Hay desafíos vitales como obras de infraestructura para salud y educación pero, la “falta de dinero” impide su realización. ¿Por qué escudarse en ausencias de medios cuando se tiene más de lo necesario que es destinado a lo que no se debe? Hay preguntas que el Gobierno no puede responder porque sabe bien que invirtió mal lo que podía hacerlo con miras a remediar conflictos.
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