Miercoles 06 de julio de 2022
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Quien todavía dude del poder destructivo que tiene el populismo en una sociedad medianamente seria y responsable, basta preguntarse: ¿que aconteció con esa Argentina que, luego de ser el país más rico del mundo al inicio del siglo XX, está pasando a ser uno de los más miserables, con iguales características tenebrosas que le toca vivir a la pobre Venezuela?
La respuesta es sencilla: el advenimiento de un socialismo chavista del Siglo XXI, utópico y mendaz, que enarbola la política de un proteccionismo exacerbado, y que acompañado de una buena dosis de gasto público, destruyó el trabajo del campo, que siempre fue el generador de sus mayores exportaciones, como la lana de oveja, la famosa carne argentina, y muchos otros ítems, cuya reputación se hizo incomparable en los mercados internacionales.
Como si de un maleficio se tratara, este pasado fin de semana quedará en el más hórrido recuerdo de los argentinos, al haberse producido una inesperada crisis de gabinete, que los coloca ante una realidad insoslayable, como es la pavorosa situación económica que viene atravesando la nación por un alarmante déficit fiscal; una espiral inflacionaria que crece día a día; la incontenible paridad cambiaria; una deuda externa exorbitante; la imparable merma de las reservas y, lo más dramático, una escasez de gas que pueda paliar las rigurosidades del invierno, como resultado de la muerte de la gallina socialista boliviana de los huevos de oro, que les suministraba este combustible y, al igual que su Vaca Muerta, que no resucita.