Lunes 07 de mayo de 2012

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Podemos hacernos la idea de que los pisos de un edificio son células colocadas una al lado de otra, una sobre otra, asemejadas a jaulas que albergan a hombres y animales. A esta estrechez el hombre lo llama su hogar. Los hombres viven unos al lado de otros o amontonados uno sobre otros y muchos se conocen únicamente por el nombre, y en lo más interno son extraños unos para otros.
En aquella construcción que denominamos vivienda y que se encuentra en una de las numerosas plantas de un edificio, el hombre también cría animales. Pero el hombre y el animal necesitan del contacto con la tierra y con la naturaleza, pues los cuerpos físicos son cuerpos de la naturaleza y están sujetos a sus leyes. A causa de los pisos de un edificio, puede decirse que están despegados del suelo, de la tierra, esto provoca con el tiempo que al hombre y al animal les falte la relación con la tierra. Esta falta de contacto causa en el hombre y en el animal carencia de sensibilidad y en muchos casos un comportamiento descuidado. Con motivo de ello muchas personas casi ya no se respetan a sí mismas, y mucho menos como hombres, cuyo ser es de origen divino. Esta indiferencia y pasividad influye también negativamente sobre su actividad en el puesto de trabajo.