Viernes 03 de junio de 2022

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Cada ser humano ve el mundo desde su propia perspectiva, así que lo percibe diferente a los demás. Existen coincidencias, pero no percepciones iguales, así que cada visión es distinta. Esa fue una de las razones por las que las sociedades decidieron dotarse de normas, para que las percepciones distintas de las personas se canalicen mediante criterios en común, y no se imponga una voluntad por encima de las demás.
Entre las normas con las que se dotaron las sociedades está la delegación del mando; es decir, aquel acuerdo implícito de que la tarea de gobernar será ejercida por una persona, o grupos de personas, pero por un lapso de tiempo al cabo del cual se debe entregar el mando a otra persona, que gobernará temporalmente, hasta que la reemplace otra. La facultad de elegir a una persona y la alternabilidad en el mando son normas elementales, reglas generales que siguen todas las sociedades, por lo menos aquellas que se consideran democráticas.
La Organización de los Estados Americanos (OEA) fue creada el 30 de abril de 1948 con el propósito de “afianzar la paz y la seguridad del continente; prevenir las posibles causas de dificultades y asegurar la solución pacífica de las controversias que surjan entre sus Estados miembros”. La norma que los Estados miembros asumieron como base para sus relaciones es la Carta de la OEA, un documento de 143 artículos y tres disposiciones transitorias que consagra a la democracia representativa como el mejor sistema de gobierno y proclama su adhesión a las normas de Derecho Internacional en las que se establece que esa democracia se ejercita mediante la alternancia en el poder.