Jueves 26 de mayo de 2022
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Ingresé a la Universidad Autónoma Tomás Frías (UATF) el año 1986 y ahí encontré a un dirigente que me pareció demasiado viejo para ser estudiante. No le puse demasiada atención, porque, con todo derecho, mucha gente ingresa a estos centros de profesionalización cuando ya tiene varios años encima. De hecho, animé a mi padre a que también se inscribiera y, de esa manera, él llegó a ser mi compañero.
Pero mi Don José entró a la “U” a estudiar una segunda carrera, y la terminó en cinco años. El dirigente, en cambio, había ingresado hacía entonces varios años, y seguía por ahí. Cuando tanto mi padre como yo terminamos de estudiar, aquel se quedó de estudiante, y de dirigente. Era la más prominente figura de la Unión Revolucionaria de Universitarios Socialistas (URUS), la expresión estudiantil del Partido Obrero Revolucionario (POR), de Guillermo Lora.
Este año, la muerte de cuatro universitarias de Potosí destapó la truculenta y vergonzosa historia de los “dinosaurios”, estudiantes que, aprovechándose de las permisividades del cogobierno, ingresan a la universidad para no salir más. El escándalo alcanzó niveles estratosféricos cuando se supo que el presidente de la Confederación Universitaria Boliviana (CUB) tenía 52 años, ya llevaba varios años de dirigente y, para colmo, había llegado a cobrar un muy alto sueldo por serlo. Se llama Max Fernando Mendoza Parra y ahora está preso porque se supone que esos cobros fueron ilegales.