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Edgar Ávila Echazú - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
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Invitado


Domingo 27 de marzo de 2022

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Cultural El Duende

Edgar Ávila Echazú

27 mar 2022

Édgar Ávila Echazú (Tarija 1939, Cochabamba, 2022) Poeta, ensayista, narrador, historiador y pintor. Ha publicado los poemarios: Habitante fugitivo (1965), Memoria de la tierra (1967), En cautivos sueños encarcelada (1968), Elegía (1979), Elegía para Jaime Saenz (1990), Prohibido barrer los parques en otoño (1998), La Nao (1998), Canciones para Maritza (2015), La noche (2015), Canciones de Don Quijote a Dulcinea (2016), Poemas nocturnos (2016), Poemas para mis bisnietos (2016) y Poesía, volúmen que reune toda su obra poética (2017).

Elegía a un perro

Ya no verás pasar más

a los novios domingueros

soñando con los muebles a plazos

- tan distantes el uno del otro

como la tierra del sol.

Ya no verás más, nunca más

a la indiferencia encerrando

a las gentes en los cines,

persiguiéndolos con saña infinita

en los cafés y días feriados:

metiéndose en sus trajes,

haciendo guiños en los nombres

clavados en tarjetas de defunción,

aprisionando sus rostros

-desgraciadamente estúpidos-

en fotos de carnet.

Las horas ya no vienen

ni te alcanzan los minutos de abandono,

y no sientes la agobiadora tristeza

llamada vacío de las mentes

que se esfuerzan en los Bancos

para descansar aturdiéndose

en los sábados bobos

que declinan su aburrimiento

en cualquier domingo insufrible.

Ya no existen para ti

judíos pletóricos de Letras

pagarés y salchichas abundantes,

paseos sin sol ni tragedias

de cuatro paredes mudas.

Ya no verás desfilar

civismos forzados

y carteles eternamente lacrimosos

anunciando circos, concentraciones,

actos académicos y veladas culturales.

Ya no sientes el odio contenido

de las vacaciones pagas, de discursos,

aplausos, lloriqueos, abrazos,

felicitaciones por telégrafo

y cartas rezagadas riendo su abandono.

Ya no escucharás la dulzura hipócrita

de asistir a entierros, cumpleaños,

bautismos y eficientes llamados

al orden de padres que se ahogan

en sus inalterables cuellos duros.

No extrañarás ya

las confidencias

de dos cuerpos cómplices

al calor de una esquina

necesariamente sonámbula.

No tendrá pena de las cadenas

de tus clavículas,

ni experimentarás sensaciones

de absoluta pasividad

por la risa y los cuentos de vecinos

y compadres.

Te fuiste un hermoso día

sin nombre

sin número

y sin sol,

en que no hubo correo

y yo gemía

por tanto dolor encerrado

en un sobre que no llegaba.

Te alejaste conversando

con tu sombra

por el camino de los nobles

perros justos, dejando

atrás, sin rencor,

toda la escoria de las vidas

sin justificación.

¡Qué hermosos tus ojos

al cerrarse!

¡Qué bella tu muerte

silenciosa de recuerdos!

(Quieta la luz del mediodía)

Quieta la luz del mediodía

pausado rumor

de escondidas aves

en la inmóvil arboleda

detrás del cristal empañado

¿quién me dice las palabras

que tú buscabas en los parques?

¿quién en la vigilia de los ángeles

descifra el secreto olvidado?

¿quién me dona el tacto

que palpa la piel de los poemas

que tu padre recuperaba

de la honda noche de Morella?

¡Dulce carne del amor perdido!

El viento de la tarde

me nombra y me hundo

en tu lecho de miel

y de polvo entre las raíces

que tú proteges en tu sueño

La NaoI

Tañe una campana en la bruma

atraviesa el humo de las tibias aguas

y del navío umbroso

reposando en el fatigado

aliento de las olas

se oye la vieja balada

que conjura los embrujos

de ocultas sirenas

los secretos de madréporas

e hipocampos presos en el espanto

de los líquenes con la angustia

de estremecidos albatroces

Un lúgubre graznido corta

el canto del vigía

“!Tierra a babor! ¡Monstruos

dejad por mil diablos

el azufre y la bebida

de todos los demonios!”

¡Calla avechucho deshalado

cierra el pico alcahuete!

le contesta la ardida voz

de aquel que en la penumbra

ruega a los de la chimirría

acompañen su recuerdo

que deshila imágenes sonámbulas

y madrigales del río encantado

¿Hacía qué singladuras

tu velamen en albas soñadas

navegará hendiendo alboradas

y vientos de los astrolabios?

¿En qué turbias dársenas

tu grácil maderamen recalará

como si huyera

de fieras galernas

y espumas fragorosas?

¿El vino agridulce el hidromiel

el turbado deleite de la coca

dictarán las canciones

de alabanza a la noche

propicia a las cifras

del diálogo del Cronista

y el Piloto Mayor enredados

en el alborozo de los coros

con el deliquio de la nieve

y las antífonas de los navegantes?

La Noche2

Y algo más:

buscador de nadas

la noche de la ciudad no nace

ni se apodera de tu tiempo

con la invasión de rumorosas nubes

ni de aquellas de arriba o de abajo

¡la Noche te dice mi nombre!

No existe un solo camino

lo sabes y la llave

es tu propia búsqueda.

La llama viva de la noche

la luz de la alborada

se abrazan se consumen

en el don que refleja

el cercano éxtasis del cielo

-sombra y luz de la escalera

del tiempo que te vive-.

Creas a la Noche

porque la piensas

en tu ir y venir

al imposible centro

al agujero negro

de los sueños…

En los poemas de Edgar Ávila hay una lucidez de observador sereno de su tiempo y circunstancia, lo que le permite enunciar certeramente, rasgos acaso esquivos de la existencia. Precisión enunciativa que nos ubica en el momento y lugar desde donde observa el mundo que lo rodea y habita. Una intención que se decanta por la claridad y efectividad del discurso, un rasgo formal que le otorga una unidad, coherencia y un tono inconfundible a lo largo de los años, presente desde Habitante fugitivo, su primer libro publicado en 1965, hasta los poemas escritos en 2015, no obstante el notorio cambio operado en Canciones para Maritza y mantenido desde entonces, donde los versos se reconcentran en pos de los elementos indispensables del poema, acortando por ello la extensión profusa en imágenes, pero manteniendo un aura constante en su obra, como tempranamente lo había advertido Jaime Saenz al referirse a la poesía de Ávila Echazú. (B.Ch)

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