En una fecha tan especial como la celebración del Día Internacional del Trabajo en homenaje a los mártires de la masacre de Chicago (Estados Unidos) en 1886, prácticamente en todo el mundo se recuerda la valerosa acción de centenares de trabajadores de las fábricas que ganaron las calles en demanda de justicia social, alcanzando parte de sus propósitos y en el correr del tiempo se han logrado otros avances paulatinos a favor de los asalariados.
En las circunstancias actuales cuando se vive al ritmo de la economía globalizada del mundo y cuya muestra es el dominio que practican las grandes potencias con el poder de sus capitales y la fuerza de sus industrias, obligan a los países productores como el nuestro a extremar recursos materiales y humanos para satisfacer su demanda de materias primas que permiten agrandar las corrientes industriales de Norteamérica, Asia y Europa en base al esfuerzo común y obligado de los trabajadores de ésta parte del continente.
En nuestro país y cada 1º de Mayo la clase obrera reivindica su lucha por mejores condiciones de vida, circunstancia que en la práctica no se da porque las contradicciones en la economía interna no lo permiten, casi siempre con una marcada diferencia entre el valor de una canasta familiar por las nubes y un salario real inaccesible a las posibilidades de cubrir todo lo que significa pagar por alimentación, salud, educación, vestimenta y servicios, sin contar otros rubros que en otras sociedades son parte de la vida común, como las vacaciones, la distracción y el esparcimiento familiar.
En la actualidad, los trabajadores están en peores condiciones que en años anteriores, si bien el incremento salarial que antes se negociaba directamente entre trabajadores y empresarios, ahora lo dispone y lo fija el Gobierno, lo que no significa ningún avance social, pues siempre está de por medio la relación de la inflación que marca el acercamiento al porcentaje de incremento salarial, que no es el real, pues mientras los organismos encargados de medir el comportamiento económico del país siempre tienen cifras que no reflejan para nada la realidad en que se desenvuelve la mayoría ciudadana, limitada a salarios descompensados e incrementos irreales.
Según algunas autoridades del área de trabajo “los derechos laborales se constitucionalizaron”, lo que aparentemente significaría una garantía para evitar injusticias que afecten a los trabajadores, sin embargo, pisando tierra firme los trabajadores saben que las injusticias están vigentes y que el hecho se da desde las macropolíticas financieras, que hablan de millonarias reservas que no llegan al pueblo, mientras sigue campeando la pobreza por falta de empleos seguros y sustentables.
Hay dirigentes laborales e investigadores sociales que coinciden al señalar que la situación de los sindicatos está en declive, si bien es real la mayor demanda de empleo con salarios, es patética la restricción de fuentes laborales por tanto hay menos empleos fijos, pero contrariamente hay más trabajadores informales desamparados en el tema de salarios y librados a su suerte en lo que corresponde a derechos laborales y sociales.
De momento se sabe que hay adelantos en la elaboración de una nueva ley general del trabajo que podría tener cambios fundamentales en cuanto a derechos laborales, esperándose que la norma de una buena vez abra las posibilidades de una mayor generación de empleos, cuyos trabajadores resulten beneficiados con mayor protección social, que parte de salarios dignos y equilibrados. Parecería mucho pedir, pero en apariencia ese es el verdadero anhelo de las clases laborales del país.
Fuente: La Patria
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