Miercoles 23 de marzo de 2022

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Sesenta y dos años son corridos desde la memorable hazaña de Eduardo Abaroa, en la defensa del puente de Calama, cuando la iniciación de la guerra de 1879, llamada del Pacífico y aun sus destellos de epopeya encandilan nuestros ojos y llenan de unión los labios. En aquellos tiempos, en el que el valor individual era el factótum de las batallas.
Abaroa se destacó con relieves propios, con su cambroniana respuesta a la intimidación del enemigo.
Los tiempos han cambiado, pero las tintas de la historia continúan inalterables, por lo que seguirá viviendo en sus páginas sublimes la figura del héroe para ejemplo de generaciones, como un exponente de los que puede el amor patrio en el peligro y trance de defenderla del dominio del extranjero.
Tiempos bellos aquellos en que el solo nombre de Bolivia llenaba de ambrosia y sacudía todos los nervios de coraje, en los que no se admitía ni la más velada amenaza de ceder ante el sojuzgamiento extranjero.
Lejos están esos tiempos y es necesario reeditarlos dentro de estos moldes modernos de interdependencia de naciones de postulados materiales, por sobre los idealismos que dicen de solar nativo, de heredad de mayores y de suelo que nos viere nacer.
Fuente: LA PATRIA (1941)