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Domingo 29 de abril de 2012

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Cultural El Duende

Pandora y las brujas

29 abr 2012

Fuente: La Patria

“Pandora y las brujas” aborda el imaginario griego influyente en las concepciones culturales de Occidente sobre la mujer y su relación con la decadencia de la historia. El texto forma parte del libro “Theatrum ginecologicum” escrito por el académico de la lengua y licenciado en filosofía, educación y gestión en ciencias y tecnología, Blithz Lozada Pereira (Oruro, 1964)

Prometeo, Pandora y la humanidad de bronce

Primera de seis partes

La poesía es más filosófica y más elevada que la historia, ya que la poesía narra con preferencia lo universal y la historia,

lo particular. (Aristóteles, filósofo griego).

No debería ningún hombre ponerse al lado de los dioses.

(Johann Wolfgang Goethe, escritor alemán).

El rol civilizatorio que jugarían los héroes, permitiendo que los hombres superasen la vida de las bestias y se aproximasen a los dioses, no es exclusivo del guión de los héroes. En la mitología griega corresponde a un titán, Prometeo, ejecutar también dicho papel siendo el benefactor por antonomasia de la humanidad. Habría enseñado a los hombres arquitectura, astronomía, matemática, navegación, medicina, metalurgia y otras artes útiles. Pero también en el orden espiritual entregan el fuego de los dioses, Prometeo habría concedido a los hombres el símbolo de la vida, les habría otorgado la energía y la esencia para que fuesen como dioses y les habría regalado la inteligencia que aleja a los seres humanos del despreciable dominio de las bestias.

Siendo Prometeo un titán, fue un antiguo dios descendiente de Urano y de Gea emparentado también con Cronos. Los titanes habrían sido seres primordiales, violentos y caóticos, entidades de fuerza excepcional asociadas a la hostilidad de la naturaleza. No obstante a diferencia de sus hermanos, Prometeo habría mostrado poseer una inteligencia notable y habría ostentado prudencia frecuentemente haciendo gala de su carácter benefactor. El nombre Prometeo (Προμηθεύς) significaría en griego según Graves, el previsor, se trataría de quien gracias a sus conocimientos y experiencia podía anticiparse a los hechos. Tal significado se daría en contraposición a lo que mentaría el nombre de su hermano, Epimeteo. En este caso se trataría de quien actúa por impulso y necedad, reaccionando de manera racional siempre de forma tardía e impropia. No obstante, el origen sánscrito del nombre Prometeo, al parecer estaría relacionado con una esvástica o un taladro de fuego(1).

Según la tradición mítica del siglo IV antes de nuestra era, Prometeo y su hermano debían encargarse de la creación del hombre. Prometeo, en analogía con el relato bíblico, tomó barro de la tierra y moldeó al hombre dándole una postura erguida similar a la de los dioses. Su hermano se encargaba de otorgar facultades distintivas a los animales, confiriendo a algunos más que a otros, fuerza, astucia, valor, rapidez u otras cualidades lo mismo que garras a algunos, plumas a otros, pieles a éstos y alas a aquéllos. En el caso del hombre, la estulticia de Epimeteo se reveló en que no reservó para él ninguna facultad ni don. Prometeo intervino y queriendo que tal animal erguido fuese superior a las bestias, le otorgó algo exclusivo: el fuego de los dioses. Prometeo robó el fuego del cielo escondiéndolo en el hueco de una férula(2). Según el relato, encendió una antorcha del carro ígneo del Sol y arrancó un trozo de carbón incandescente que escondió en el interior de una cañaheja. Prometeo obtuvo el fuego de Zeus gracias a la ayuda que le ofreciera Atenea, pero para adquirirlo tuvo que robarlo evidenciándose en él, el espíritu de un titán: se trata en definitiva de un aspecto caracterizado como su esencia rebelde.

No obstante, existe otro episodio mítico referido al robo del fuego de los dioses y el castigo consecuente de Zeus. En su obra Teogonía(3), Hesíodo cuenta que como parte de la labor civilizatoria y benefactora que Prometeo realizara en beneficio de los hombres, les ayudó a engañar a los dioses en el tributo que debían rendirles. Con la piel de un toro Prometeo habría hecho dos sacos de boca ancha. Por una parte, juntó los huesos del animal, los metió en uno y los cubrió con abundante grasa. Por otra parte, tomó la carne y las vísceras, las metió en el otro saco y lo recubrió con el estómago del toro. Después habría preguntado a Zeus qué parte debía corresponder a los dioses, a lo que Zeus respondió inmediatamente que la grasa, eligiendo también los huesos. Así, los hombres se quedaron con la mejor parte: la carne y algunas vísceras.

Si se considera que desde la tercera humanidad los hombres eran carnívoros, aparte de que el relato refiera ofrendas de carne, ciertas vísceras y algo de grasa como homenaje a los dioses, al parecer Prometeo habría creado a la raza de bronce a la que protegería impidiendo que Zeus hiciese de los hombres simples bestias. Que esta raza desapareciera por la peste o la inundación, apoyaría tal versión.

Prometeo habría permitido que los hombres se queden con la mejor parte de las víctimas propiciatorias que se sacrificaban a los dioses, lo que habría irritado a Zeus que según la obra de Hesíodo, Los trabajos y los días, decidió negar el acceso de los hombres al fuego. Tal negativa habría motivado que Prometeo lo robara. Esto habría motivado el castigo contra la humanidad beneficiaria del fuego además del que impuso a Prometeo. Si bien el castigo a Prometeo es posterior al que sufrió la humanidad, cabe referirlo brevemente. Prometeo quedó encadenado a una roca del Cáucaso, un águila le devoraría las entrañas cada día, éstas crecían el día siguiente para ser devoradas de nuevo, y así debía ser por la eternidad. No obstante, después de que Heracles liberara a Prometeo de la roca, Zeus lo perdonaría imponiéndole que lleve un anillo con una piedra del Cáucaso como símbolo del cumplimiento de la condena.

Para el castigo aplicado a la humanidad, Zeus habría urdido la creación de Pandora y el desbordamiento de los males sobre la tierra. Previamente, sin embargo, es interesante destacar algunos aspectos evidentes en la condena a Prometeo. En primer lugar, que el dios rebelde sea encadenado eternamente a una roca refiere las prerrogativas del cruento poder divino. Se trata del máximo poder del universo encarnado en Zeus que fue capaz de enfrentar a los titanes y a Cronos, y de vencerlos; es el dios que tiene el dominio del rayo, e impone el orden, la justicia y la civilización; quien gobierna el cielo siendo rey de los dioses y gobierna la tierra como señor de los mortales. Se trata del dios panhelénico ofrendado directamente o a través de su descendencia en las principales ciudades griegas. En fin, es la fuerza lujuriosa más insaciable del mundo que tendría a disposición todo ser que se le antoje. ¿Cómo entonces, no emplear semejante poder explayándolo sobre un titán rebelde capaz de engañar a semejante poder gracias a su privilegiada inteligencia? Un escarmiento a la insolencia de Prometeo era imprescindible.

En segundo lugar, que el castigo sea el dolor de ser devorado por una bestia alada y depredadora, que el escarmiento sea un dolor inenarrable y eterno en un escenario lacerante de máxima humillación refiere la distancia que los hombres debían mantener respecto de los dioses. Aquí de nuevo se encuentra de modo análogo, la imagen de la erección de Adán frente a Dios. Querer parecerse a los dioses sería en último término, un pecado. Que la humanidad quiera con soberbia compartir el fuego divino de exclusividad de los dioses, ameritaría castigos extremos y más para el cómplice y autor material de semejante despropósito. Por lo demás, no deja de ser simbólico que respecto del engaño a Zeus con las vísceras del toro, Prometeo tenga que pagar lo que hizo con el desgarramiento diario, feroz y de sufrimiento extremo, precisamente, de sus entrañas.

Finalmente, que Zeus sea compasivo con Prometeo después de que Heracles lo libere, incluye un aspecto de sumo interés: Zeus obliga a Prometeo que lleve un anillo como símbolo de sujeción. Es posible interpretar esto como la fuerza invariable que el poder político se asigna a sí mismo. Es decir, inclusive cediendo en la compasión, el dios que representa el orden político debía dar lugar a una imagen que refiera la infalibilidad de justicia en los castigos y la necesidad de su cumplimiento estricto. Es decir, para el saber vinculado con el poder no cabría la posibilidad de la rectificación, del reconocimiento del error o el exceso, menos la constitución de una realidad distinta a la que de forma impertérrita su principal representante ya hubiese proferido.

Zeus habría mandado a Hefesto, el herrero de los dioses, que modelara con arcilla a la primera mujer: Pandora. También existen versiones que señalan que Hefesto debía forjar una criatura de bronce para que a través de ella se consumara el castigo a la humanidad que había recibido los beneficios de Prometeo. El castigo consistiría en propagar los males sobre la tierra y que la humanidad constituida sólo por varones tuviese desde entonces, que compartir el mundo con mujeres, siendo indeseable vivir con ellas e imposible vivir sin ellas. Hefesto amasó una mezcla de greda y lágrimas y con ella formó a Pandora como una mujer hermosa. Los dioses del Olimpo participaron activamente otorgándole sus primores.

Afrodita le regaló la belleza femenina y los encantos que subyugarían a cualquier mortal. Atenea que se había arrepentido por ayudar a Prometeo, le dio un vestido hermoso e insinuante, un velo para su rostro sereno y una guirnalda de flores de colores para su cabeza; también le otorgó sabiduría y habilidades diversas. Las Gracias le otorgaron el encanto de los movimientos, adornando sus pechos. Hermes le confirió el don de la palabra y el ingenio para ser irrefrenable e imbatible, gracias también a la voz aguda que Apolo le habría conferido, quien también le otorgó el talento musical y el don de sanar. Así nació Pandora, es decir la que concentraría las mejores albricias de los dioses.

(1) Los mitos griegos, Vol. I, p. 170 (Trad. Luis Etchavarri. Dos volúmenes. Editorial Losada. Buenos Aires, 1967).

(2) Teogonía y Los trabajos y los días. Mircea Eliade cita a Hesíodo en Historia de las ideas y de las creencias religiosas, p. 272 (Vol. I, “De la prehistoria a los misterios de Eleusis”. Trad. J. Valiente Malla. Editorial Cristiandad. Madrid, 1978).

(3) Teogonía. Cita de Mircea Eliade en Historia de las ideas y de las creencias religiosas, Vol. I, Ídem. p. 271.

Continuará

Fuente: La Patria
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