Si tuviéramos autoridades

No es que no las tengamos, pero quienes están al frente de las instituciones públicas de Oruro brillan por su ausencia, y no atienden las múltiples necesidades de la población, menos mal que gobiernan escuchando al pueblo, aunque en realidad pareciera que no lo hacen.

Y el clamor del pueblo se escuchó en diferentes partes, al menos en la época de lluvias, ya que la ciudad en más de una oportunidad se inundó y los barrios de más reciente creación fueron los más afectados porque no sólo se inundaron y se llenaron de barro, sino que el agua remojó paredes y cimientos de los domicilios.

Si un ciudadano quiere saber qué tanto trabajan por la ciudad, las autoridades, con darse una vuelta a modo de paseo por la ciudad se dará cuenta que existen muchas falencias, pese a que Oruro es un destino turístico interesante y que llama la atención de mucha gente.

La avenida principal, la carta de presentación de la ciudad de Oruro, la avenida de Circunvalación está llena de boquetes, rompemuelles sin pintar y que no se ven a la distancia, algunos medios deshechos, los carriles de ambos lados están llenos de tierra y basura, casi no hay señalizaciones y no se sabe cuál es el inicio de la berma, al parecer ni siquiera la tiene.

Y sólo hablamos de la avenida principal, porque existen otras calles y avenidas llenas de huecos y zanjas que no permiten desplazarse con seguridad, más allá del aspecto negativo que dan a los visitantes.

Si va a comer a alguno de esos locales que se encuentran a los lados de las avenidas, en especial en la Avenida al Valle, se podría disfrutar de un buen panorama, mientras se degusta deliciosos manjares, tener un ambiente familiar y agradable, pero lo que hay es más tierra en la carretera, basura y un ruido que no permite a las personas conversar, porque cada quien pone su parlante con la música con un volumen tan alto que no sólo no se puede compartir una conversación, sino que lastima los oídos.

El hecho de poner la música a un volumen tan alto es contaminación acústica y existe un reglamento para regular el volumen de altoparlantes, no sólo para que no moleste a las personas, sino también para preservar su salud.

En todos estos casos, tocaría tomar cartas en el asunto a las autoridades ediles, pero ni el alcalde, ni los otros funcionarios aparecen para dar la cara y mucho menos para solucionar todos los inconvenientes que resultan de la falta de gestión y de planificación, para ofrecer a la población una mayor calidad de vida.