Jueves 26 de abril de 2012
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Por el hecho de morir no cambia nada para el alma. La culpa queda, las debilidades y los errores quedan, las dependencias quedan, las ataduras quedan, sólo cambia el estado físico sustancial.
El alma no se libera por medio de la muerte si el hombre no se ha liberado antes en su interior. Las ataduras que el hombre no ha quitado durante su vida terrenal, siguen siendo también en el “más allá” la cárcel del alma, sólo que de manera más perceptible y difícil de eliminar. Frecuentemente estas ataduras vuelven a atraer al alma a un nuevo vestido terrenal, es decir a otra encarnación.
La vida permanece eternamente. No hay muerte alguna, sólo el paso a otra forma de existencia. Tampoco existen el pecado mortal ni la condenación eterna, porque Dios no ata, sino libera.
En todo el infinito no existe un lugar llamado “el infierno”. Sólo el ser humano ata y crea lugares de horror. Un lugar llamado infierno o el concepto de la condenación eterna es una idea del ser humano nacida de su maligna forma de pensar.