Hasta dónde te llevará tu estilo

Baudelaire es la cara impasible y ausente que el joven Catulle Mendès reconoce con emoción entre la multitud anónima, en una estación de París; es esa figura inquisitiva de perfil que pasea entre los árboles y el barullo de la gente mientras suena una banda de música en los jardines de las Tullerías, un domingo de sol. Su amigo Manet, discípulo más bien, que lo conocía tan bien y lo quería tanto, eligió retratarlo como a un desconocido entre la multitud de la ciudad, uno más entre los caballeros burgueses vestidos de negro, con sombreros altos de copa. Pero hace falta un gran esfuerzo para distinguir a Baudelaire en medio de tanta gente, en una aglomeración en principio festiva que, poco a poco empieza a parecer agobiante. Está en un lateral, en segundo plano, parece que conversando con otros. Se le reconoce por el perfil, por la melena gris y la cara afeitada. Pero al aproximar la mirada al cuadro, al agrandar la zona en la pantalla, se ve que la cara de Baudelaire no tiene rasgos, es una mancha, perfilada apenas, esa imposibilidad de retratar lo movedizo que alarmaba a Courbet.

Leer más