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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Los arrieros y la danza de la Llamerada - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
I. LOS AUQUÉNIDOS, TESORO APRECIADO POR LOS AYMARAS
Cronistas e historiadores de la época colonial y republicana afirman que la relación indígena y la llama son indisolubles en el altiplano andino porque “el indio se sirve de la llama en la vida y en la muerte. Es un elemento de producción que no ocasiona ningún consumo dispendioso, pues se alimenta de la paja brava y de los residuos de algunos vegetales pobres del altiplano. La principal función de la llama es el transporte, soportado la carga de un peso no mayor de dos arrobas. Los indios que conducen a las llamas han aprendido que el grupo debe integrar-se con treinta y tres individuos, ósea una “piara”: dicho grupo es guiado por un macho provis-to de su campanilla. El indio dedicado al transporte de mercadería en llamas, cuando los viajes son sesenta o cien leguas, realiza su vida en el camino haciendo pequeñas jornadas de cinco leguas diarias. La familia indígena tiene su prolongación en la “piara”. Las mujeres indígenas mientras la piara avanza lentamente por el altiplano, van hilando en sus ruecas. Los niños al propio tiempo que marcha el grupo, recogen sus excrementos que, secos, sirven como com-bustible en las mismas jornadas del viaje”. (1)
Así, pues, “el indio utiliza de la llama su poca fuerza para el transporte, su lana para tejido de ropa, su carne para alimento, su cuero curtido para cubrir las ventanas y las puertas de sus casas, sus tripas para elaborar lazos y sus huesos la carne, pieles, lana, y energía de los au-quénidos eran fácilmente convertibles para combustibles. De la tibia de las llamas los indios se sirven para tejer sus diversas prendas. La “huichuña” desempeña el papel del “huso”, para ajustar las líneas transversales del tejido. También aprovechan la rótula de la llama para des-tinarla al juego de la “taba” en igual que se hace con la del ganado vacuno”. (2)
En consecuencia, los auquénidos como la llama “kharwa” (lama glama), alpaca( lama paco) y vicuña (lama guanicoe), fueron animales apreciados por el hombre andino, pero, particular-mente la llama, que el aymara utilizaba íntegramente todo, como se describe en supra, tanto, como elemento tangible, pero, también, en rituales de carácter intangible tal como sucede hasta nuestros días con el “sullu” feto de llama que es apreciado en los “alcances” o, “mesas” del llamado “banquete aymara”, así como su grasa denominada “untu”, además, de las pie-dras bezoar, (vesícula ) como dones propiciatorios para buena suerte, salud y prosperidad.
II.LA LLAMA EN LAS PINTURAS RUPESTRES DE QALA QALA DE ORURO
El culto a la llama deviene de tiempos pretéritos en el planalto andino, particularmente del altiplano boliviano, constituyéndose en el icono principal las estelas líticas de la cultura Wan-karani una de las primeras culturas en el territorio boliviano correspondiente al actual depar-tamento de Oruro, junto a la cultura Chiripa y fase aldeana del Tiwanaco en el departamento de La Paz. En la “cultura de los túmulos”, según Ibarra Grasso, se encontraron yacimientos de piezas líticas zoomorfas con figuras de llamas y, en otras con “titi – llamas”, cabezas clavas de puma-llama junto a puntas de flecha. En ese orden, sobresalen las pinturas rupestres de Qala Qala, situada a 21 kilómetros de la ciudad de Oruro, que en el conjunto iconográfico de las pictografías sobre sale una “llama blanca” de mayor dimensión sobre las otras (pumas, cérvi-dos, etc.) dedicada a los ritos de paso, como solicitud de buenos augurios y alejamiento de los “anchanchus”, seres demoniacos y malignos.
El meritorio arqueólogo orureño Luis Guerra G., indica que “el móvil que le obligo a decorar las paredes de la cueva con figuras que representaban a la fauna persuadido por la magia del cazador, pragmática, utilitaria, no tenía intención decorativa, sino de atraer simbólicamente por este medio a la presa o rendir culto a la deidad. Más abajo ratifica, “la Llama blanca, elegi-da preferentemente como víctima propiciatoria en los ritos mágico paganos se encuentra representada de una manera particular que hace que su figura resalte entre las demás, su mayor tamaño, el esmerado cuidado en el dibujo, su posición de norte a sur la destacan del resto. En el conjunto no falta el felino, comparte con la Llama un sitial de preferencia en la mitología andina”. (3)
De la llama, animal apreciado del indígena andino, se provecha íntegramente “su carne lo alimenta, su lana lo cubre, su piel lo calza, su grasa le sirve para hacer vela, y rituales, su pelo para fabricar cuerdas y su excrementos, una vez que se han secado le suministra combusti-ble, es un animal “poliproductor”, la llama constituyo y constituye, aun en la base esencial de la economía de todas aquellas zonas altas...” (4) es más, es la compañera inseparable en sus largas caminatas como del “karwani” (arriero) entre los diferentes pisos ecológicos entre el altiplano (suni), valles (qherwa), yungas (yunka) y los llanos orientales y, por otra lado, hacia las costas del Océano Pacifico (wasara), en la búsqueda de productos e intercambio mediante el trueque, como tubérculos, charque, quinua y sal. De los valles maíz y hortalizas, y de los yungas coca, frutas algodón, así como guano para el abono y estrellas de mar para prácticas culticas y rituales (“mullu”), de las costas del mar cuya carga y transporte obligado fue me-diante rebaños de llama de mayor y preferente uso en el periodo prehispánico, colonial y republicano.
III.LA RIQUEZA DE LAS DINASTÍAS AYMARAS
Luego del derrumbe del imperio tiwanacota surgieron los denominados señoríos aymaras como los canchis, canas, lupacas, pacajes, sicasicas, carangas, parias, cara caras, soras, azana-ques, sevaruyos, charcas, chichas y otros a lo largo del altiplano boliviano, junto a los “urus”, recluidos al “eje acuático” (Lago Titicaca, Rio Desaguadero y Lago Poopó), cuya riqueza basaba particularmente en la cantidad de cabezas de ganado auquénido, es decir, llamas, y alpacas como de la cantidad de textiles de lana. En el caso concreto del señorío Lupaca, “desde tiem-pos preincaicos los auquénidos habían sido utilizados como “bancos”, es decir, reservas re-productoras para temporadas de heladas, sequias y otras calamidades. Después de la inva-sión tal uso se extendió para afrontar las extorsiones europeas, puesto que la carne, pieles, lana y energía de los auquénidos eran fácilmente convertibles tanto en la economía andina como en la colonial”. En resumen, “el secreto de la riqueza Lupaca estaba en los cientos de miles de llamas y alpacas que poseían bajo su control...”. (5)
Luego de la conquista y coloniaje proveniente de una estructura altamente estamentaria española, los nobles, tanto aymaras como incas y familia de estos tenían privilegios y canon-jías que otorgaba la corona ibérica frente a los otros grupos sociales llamados yanaconas y mitayos. En ese marco, los llamados señoríos aymaras compuesta por linajes de alta alcurnia, dinastías familiares, manejaban extensos territorios el caso del Collasuyo, como los Guarachi de Pacajes, “señor de los cuatro suyus, su dominio político en la época prehispánica le permi-tía controlar una amplia región desde los desolados parajes de Quillacas, al sur del Lago Poo-pó, hasta las orillas del Lago Titicaca, nos hablan del poder de la familia”. Dicho poder venia de la gran fortuna de la dinastía Guarachi, propietarios de cerca de 30 mil cabezas de ganado camélidos, además, de textiles que solo utilizaban los caciques de alcurnia, por tanto, de ma-yor valor. (6).
IV.LOS ARRIEROS DE LA ÉPOCA COLONIAL
En el periodo colonial ocupaban para la producción de los metales preciosos la mano de obra indígena organizada en la mita: tributo laboral esclavizaste impuesto por el Virrey Francisco de Toledo afectaba a todos los indios del Tawantinsuyu, obligados al laboreo minero de Poto-sí y Oruro, ligados con otros centros de producción primaria el transporte pastoril de los lla-mados “ carneros de la tierra” (llamas);conformaban circuitos comerciales de gran escala “pa-ra abastecer los centros mineros de insumos – azoques – provenientes de Huancavelica (5000 – 6000 quintales por año) cueros y badanas de Chile, vino y aceite”.(7)
De Potosí traían la plata ensayada o en barras, donde los trajineros españoles del transporte, disponían de miles de llamas y del trabajo gratuito de los tributarios”.
“Los arrieros, mitayos y yanas, transitaban por los antiguos caminos del inca, pero también por los nuevos caminos coloniales. Estos eran: De Pica al Salar de Huasco, y de allí cruzando la cordillera, a Lipez, Potosí y Charcas. Otro camino conducía de Tarapacá a Sibaya, Chungara, Cariquima y de allí a Lipez y Oruro”. (8). En consecuencia el transporte masivo pre-colonial, colonial y republicano fue mediante la energía animal de miles de recuas de llamas al mando de los arrieros, impenitentes “karwanis”, que en su largas y permanentes caminatas en el incesante comercio, en sus momentos de alegría, y tristeza estaba al lado de su fiel compañe-ra: La llama.(9)
V.DANZA DEL ARRIERO AYMARA, LA LLAMERADA
La danza de la Llamerada resalta la utilización del símbolo de la llama que llevan varones y mujeres en sus tocados o monteras, además, de llevar una réplica en miniatura elaborada en base a lana de llama en una de sus manos, los varones llevan la “korawa” (soga) como sinó-nimo de arreo al rebaño y una máscara con la boca en pose de silbar, un ponchillo pequeño “qawa”, es una de las más antiguas que se presenta en el Carnaval de Oruro, anualmente, participaban estratos sociales de la clase subalterna que, sin embargo, merced a otras mani-festaciones culturales como la Entrada Cultural y Folklórica Universitaria de la Universidad Técnica de Oruro, significó la presencia de universitarios que encarnaron el rescate cultural de dicha danza, pudo retomar presencia y crecer en membresía de manera inusitada, así, en otras entradas del país como la de la Universidad Mayor de San Andrés de la ciudad de La Paz, también, mencionar a la Entrada Estudiantil Virgen del Socavón de Oruro (VISO).
La Organización de la Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO) re-conoce a la danza de la llamerada dentro las dieciocho especialidades en la declaratoria del Carnaval de Oruro, como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, también, fue declarada Patrimonio Cultural Intangible Histórico y Cultural del Estado de Boli-via, junto La Kullawada, La Morenada, La Llamerada, El Caporal y La Saya Afroboliviana el 14 de junio de 2011.
3. GUERRA G., Luis, “El Arte en la Prehistoria Orureña”, Págs. 10 y 11.
4. CONDARCO M. Ramiro, “El escenario andino y el hombre”, pág. 478.
5. MURRA J.V. “Formaciones económicas, y políticas del mundo andino”, pág. 117 y sgtes.
6.GISBERT Tereza, “Iconografía y Mitos Indígenas en el Arte”, pág. 168.
7. VAN KESSEL Juan, pág.
8. Ibíd. al 7.
9. PAGINA SIETE:” Actualmente, 3 millones de llamas conforman la población de este caméli-do en Bolivia y 395 mil alpacas”. Domingo 23 de Julio de 2017, Separata Producción, pág. 8.
BIBLIOGRAFÍA
-ARCE V. Rene, “Etnología. El legado de los Urus”, Edit., Kipus, Cochabamba-Bolivia, 2009.
-AGUILAR C. Carlos Edmundo, “La danza de los llameros”, Edit. Documentos para la Salva-guardia”, Oruro- Bolivia, 2020.
-BOUYSSE C. Therese, “La Identidad Aymara. Aproximación Histórica (Siglo XV, Siglo XVI), Edit., HISBOL, La Paz-Bolivia, 1987.
-GUERRA Luis, El Arte en la Prehistoria Orureña” Edit., Jauzel Ltda., Oruro-Bolivia, 1994.
-GISBERT Teresa, “Iconografía y Mitos Indígenas en el Arte”, Edit. Gisbert – Talleres de Artes Gráficas Don Bosco, La Paz-Bolivia, 1980.
-GUTIÉRREZ C. Ramiro-GUTIÉRREZ C. Iván, “Música, Danza y Ritual en Bolivia”, Edit. HEBRÓN Impresores, La Paz-Bolivia, 2009.
-CONDARCO M. Ramiro, “El escenario andino y el hombre”, Edit., Renovación Ltda. La Paz-Bolivia 1971.
-MURRA John V., “Formaciones económicas, y políticas del mundo andino”, Edit., Industrial Grafica, Lima-Perú, 1975.
-VAN DEN BERG Hans-SCHIFFERS Norbert, “La Cosmovisión Aymara”, Edit., HISBOL-UCB, La Paz- Bolivia, 1993.
-VAN KESSEL Juan, “Holocausto al progreso”. (Los Aymaras de Tarapacá), Edit. HISBOL, La Paz-Bolivia, 1992.
(*) Es Historiador-Investigador
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