En un anterior comentario nos referimos al “país riesgo” y el riesgo que la nación corre con todo el movimiento social y conflictividad que se desarrolla de manera permanente, que se ha convertido en el “caos nuestro de cada día”, es la apreciación más ajustada a una realidad que preocupa a la colectividad pero que parece no importar en la misma proporción a quienes son directos responsables de garantizar la convivencia pacífica entre bolivianos.
Hay variedad de conflictos, ya los señalamos repetidamente, pero lo que sucede es que en el último tiempo se han diversificado algunos y otros se sostienen invariables, lo que altera el desarrollo de las actividades normales en la mayoría de las ciudades del país, significando el hecho un lamentable e irreparable perjuicio para el sector productivo y para los que viven de una renta diaria a través de servicios o el comercio informal.
Los llamados al diálogo y la concertación avanzan sólo un corto trecho y la intención de establecer mecanismos de solución a los problemas simplemente se atascan, porque fallan los engranajes que mueven esa delicada maquinaria de entendimiento que funciona con paz y armonía.
Los bloqueos que fueron parte de la práctica sindical del ahora Jefe de Estado atormentan a su principal promotor, los movimientos civiles causan más de un dolor de cabeza a los miembros de un gabinete que todavía muestran cierta soberbia en el cumplimiento de sus tareas conciliadoras, lo que entorpece mucho cualquier acercamiento y obliga a respuestas de mayor rebeldía por parte de los protagonistas, que como en el caso de los médicos y ahora los funcionarios de salud en general aseguran que no retrocederán hasta que se liquide un D.S. que – mal concebido – aplicado en el momento menos oportuno ha desatado un conflicto que está afectando no sólo al sector sino a toda la población que carece de los elementales servicios de salud.
La COB prácticamente ha suspendido sus negociaciones con el Gobierno, cumple un paro de 48 horas, que según las autoridades oficiales no afecta las actividades nacionales, sin embargo está claro que centenares de trabajadores no cumplen sus tareas productivas regularmente. En otro frente, los indígenas de tierras bajas y altas iniciarían la IX marcha en defensa del Tipnis, la que será absolutamente pacífica, aunque ya se anuncia la obstrucción de la misma por otros indígenas que están en oposición.
El Gobierno resiste a los sectores convulsionados, lo hace con profusión de gases y agua, se desplazan policías y carros neptuno, se realizan verdaderas batallas campales y el caos se extiende con alarmante peligrosidad, poniendo en vilo a la ciudadanía que ya se muestra impaciente con tanto malestar social que como respuesta a los acontecimientos está creando una cultura de total desafecto a la racionalidad y las buenas costumbres, pues ahora todos ven la mejor manera de sobrevivir en un caótico y violento escenario, del que salen contusos, semi asfixiados, mojados, pero sobre todo irritados y algunos más envalentonados para seguir en esa lucha por sus derechos y por los de esa gente que actualmente está castigada porque no hay capacidad para resolver los problemas que se han vuelto el caos nuestro de cada día.
Fuente: La Patria
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