Como se quiera entender el gran problema de nuestro país es que existen muchos riesgos en casi todas las actividades, pues no hay semana que no se confronten problemas que alteran severamente el comportamiento de los sistemas productivos, el caso de la industria y el comercio, éste último incluyendo el legalmente establecido, pero también el informal que no puede funcionar en calles que se han convertido en escenario de caos y violencia.
Cuando el asunto está en la óptica de los analistas económicos o sociales, se califica el problema como “país riesgo” y esas dos palabras tienen un sentido sumamente perjudicial en el ámbito de los negocios, pues nadie quiere saber de hacer o mejorar inversiones, sabiendo que una “disciplina ciudadana” que gana las calles cotidianamente y unas autoridades imprevisibles a esos hechos que no pueden detener los conflictos, simple y llanamente no garantizan las mejores condiciones para hacer negocios.
Es realmente grave la situación nacional, con prolongados conflictos, como el de los médicos y trabajadores de salud, más de 20 días en movilizaciones y prestando deficiente atención “de emergencia” a miles de pacientes que en condiciones normales deberían recibir inclusive medicación especializada.
El grueso del sector laboral que está afiliado a su máximo organismo, la Central Obrera Boliviana, vive pendiente de respuestas oficiales sobre el delicado tema de los salarios, problema que se vislumbra ajeno y contrapuesto a la situación de los empresarios privados que no podrán soportar incrementos salariales por encima de sus posibilidades reales. El magisterio con sus propios problemas y un porcentaje de funcionarios estatales ya seguros de contar con un salario mínimo vital que dobla al de los otros trabajadores.
El caso del Tipnis (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure) sigue en controversia y una nueva marcha se pondrá en camino, mientras se extreman esfuerzos para mostrar en misiones aéreas la imposibilidad de construir una carretera bordeando el territorio de reserva insistiendo que lo más práctico sería atravesándolo, como se había planificado.
Los problemas de límites departamentales y hasta jurisdiccionales, siguen alterando las buenas relaciones entre bolivianos. Está claro que se imponen los criterios económicos para el mayor –no el mejor– aprovechamiento de los recursos naturales de algunas regiones, asunto que se convierte en la razón de las pugnas limítrofes que salen de los límites de la racionalidad.
En la mayoría de nuestras ciudades hay conflictos permanentes, pero por eso de que la sede de gobierno concentra la mayoría de los conflictos, resulta que esos efectos se sienten con mayor dureza en nuestra ciudad, que por ser la más próxima soporta las “radiaciones” de esos movimientos sociales que se replican con inusitada vehemencia alterando nuestras actividades.
Mientras eso sucede los planes de desarrollo se postergan, los que deben favorecer al departamento como tal y los otros que deben salvar los problemas de la ciudad, donde aparte y como en otras, afloran futuros problemas como las tarifas de transporte y la resistencia ciudadana. Es el “país riesgo” y el desarrollo de todo este esquema está poniendo a la nación en riesgo.
Hay que esperar que las condiciones cambien, que la tensión disminuya y que las autoridades gobiernen con sabiduría, responsablemente, pero sobre todo pisando tierra firme para entender la realidad en que vive la gran mayoría de los bolivianos.
Fuente: La Patria
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.