Vincent van Gogh es una de las figuras más extraordinarias y dramáticas de la historia del arte universal. Su mente atormentada solo existió para aquellos que no comprendieron nada de las pasiones de su alma, iluminada por la única pasión en la que se encontró a sí mismo: la de pintar. “Soy un hombre de pasiones… cuando pinto, siento un poder del color en mi que no poseía antes, una especie de amplitud y fuerza” (*). Esta misma fuerza o energía vital que fue una constante durante los últimos diez años de su vida, derivó en la más noble, hermosa y expresiva forma de manifestar a través del color; la sublime esencia de la naturaleza y la humanidad.
Vincent, nació un 30 de marzo de 1853 en Groot-Zundert, en Brabante (Holanda) y desde entonces, su triste existencia se desarrolló en un torrente de desilusiones y pequeñas dosis de alegría. De marchante de arte paso a ser misionero laico en la minas de carbón de Borinage, a esta situación se sumaron los melancólicos estados depresivos que sufrió el pintor al sentir soledad y desamor.
Decidido a convertirse en un artista, pinta de modo vehemente y con devoción, figuras humanas y coloridos paisajes, temas que siempre fueron de su predilección: “…Un hombre o una mujer trabajando, los surcos de un campo arado, arenas amargas y cielos dorados, estos son temas tan difíciles y al mismo tiempo tan hermosos que vale la pena pasar toda una vida tratando de capturar la poesía que hay oculta en ellos”. (*)
La posibilidad de unirse nuevamente con su hermano Theo, con quien mantuvo una intensa y autobiográfica correspondencia, lo conducen a París, donde interacciona con varios pintores del impresionismo. Uno de los sucesos que desata la mayor crisis emocional del pintor, se suscitó en La casa amarilla en Arles, lugar donde surge un enfrentamiento con el pintor Gauguin, y en un acto de desesperación, Vincent, decide cortarse el lóbulo de su oreja derecha, situación que le obliga a recluirse voluntariamente en una casa de salud de Saint-Rémy. Desolado y preocupado por su futuro, toma un revolver y se dispara en el pecho en los campos de trigo de Auvers sur Oise y finalmente muere dos días después, el 29 de julio de 1890.
Lo cierto es que a pesar de ser un pintor ignorado en su época, fue su pincelada enérgica, la que transformó al arte, en un lenguaje espontáneo, vehemente, humilde y brillante.
Motivados por la pasión y genialidad de este insigne artista, Alisson Gómez Echenique y Jaime Achocalla Quisbert, presentaron la muestra gráfica en homenaje al CLIX aniversario de su nacimiento. La presentación fue en el salón de exposiciones de la Casa de la Cultura “Simón I. Patiño” del 30 de marzo al 19 de abril Los expositores plasmaron una serie de reproducciones de la obra de Van Gogh y la instalación de la famosa pintura: “Habitación de Van Gogh en Arles”, espacio que sirvió de escenario para la performance: parodia sobre la vida del pintor holandés.
En pleno siglo XXI, en Oruro, y en medio de una marcada indiferencia social que nos lleva a la deshumanización, su espíritu renace con la luz esperanzadora del amarillo intenso de sus girasoles y con el movimiento oscilante de sus nebulosas en la noche estrellada, visión infinita de su amor por la naturaleza. Vincent van Gogh nos invita a compartir en la intimidad de su pequeña habitación, sus angustias, anhelos y las más profundas emociones de su entrañable pasión por el arte. “… Soy una persona que sufre y no puedo prescindir de algo superior a mí mismo y que representa toda mi vida, la fuerza creadora”. (*)
(*) Jamís Fayad, “Vincent van Gogh Cartas a Theo, Barral Editores, Barcelona, 1972.
Fuente: La Patria
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