Viernes 05 de noviembre de 2021

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¿Se puede cambiar una realidad para reemplazarla por una mentira? Sí. Y, aunque parezca mentira, esto se ha venido haciendo desde siempre. Los que cambian la verdad, lógicamente, son los que tienen el poder para hacerlo y completan su tarea, primero, con algunos constructores de realidades actuales, que hoy llamamos periodistas, y, después, con algunos constructores de realidades pasadas; es decir, historiadores.
Aunque duela reconocerlo, la fundación de Bolivia fue el resultado de una mentira.
Por real cédula de Carlos III, emitida el 1 de agosto de 1776, “Buenos Ayres, Paraguay y Tucumán, Potosí, Santa Cruz de la Çierra, (y) Charcas” pasaron a depender del que sería el Virreinato del Río de la Plata. Eso explica la dependencia que Charcas tuvo de Buenos Aires cuando estalló la Guerra de la Independencia, el 1 de enero de 1809.
Cuando eso ocurrió, los representantes de la corona española debieron afrontar obvios problemas administrativos derivados de la convulsión existente. Tras los alzamientos de Buenos Aires, Chuquisaca y La Paz; el 13 de julio de 1810, el entonces virrey del Perú, José Fernando de Abascal y Sousa, dispuso, mediante bando, que las provincias dependientes del virreinato del Río de la Plata pasen a depender del Perú “hasta que se restablezca en su legítimo mandato el Excmo. Señor Virey de Buenos-Ayres, y demás autoridades legalmente constituidas”. Como sabemos, eso jamás ocurrió así que dejó en un limbo jurídico a varios territorios, incluida la Audiencia de Charcas, hoy Bolivia.