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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 La Wiphala: símbolo de redención de los pueblos andinos - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
La Wiphala: símbolo de redención de los pueblos andinos
31 oct 2021
Por: MSc. Lic. Santiago Condori Apaza PhD.
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Para escribir este corto artículo de la wiphala, tuve que pensar y repensar varias noches, sobre esta bandera emblemática que representa a los pueblos indígenas andinos, que actualmente está sujeta a controversia y repudio por parte de la sociedad urbana actual que la confunden como un elemento representativo de los colores políticos del actual gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia. Decirles que esta bandera conlleva una configuración simbólica resignificada y reinterpretada en sus diferentes facetas de la historia política de los Andes, atravesando la época colonial de donde se tiene ciertos registros documentales sobre su origen y manifestándose con mayor soltura entre los grupos indígenas a partir de 1980-2000 y llegando a reconocérsele en la Magna Asamblea Constituyente del 2008 como la segunda bandera nacional emblemática que representa a los pueblos indígenas, la misma insertada en el artículo 6 de la Constitución Política del Estado de 2009. La estandarización ajedrezada de varios colores formada de 49 cuadrados de igual tamaño y distribuidas en sentido diagonal, ha sido construida a partir de ciertos materiales arqueológicos e históricos encontrados por investigadores del INAR en los años 80 y el estudio de Germán Choquehuanca (2003) sobre el origen y constitución de la whipala como bandera con cuadros, fueron la base fundamental para su declaratoria y reconocimiento como emblema nacional.
Acerca de sus orígenes en su forma como bandera con cuadros ajedrezados multicolores del que es cuestionado por la sociedad citadina, pues decirles que, evidentemente se tiene cuadros y documentos hispanos del siglo XVI que muestran su ascendencia en la bandera de los “tercios españoles”, una legión de soldados que lucharon en Sicilia a fines del siglo XV y que la última legión del “tercio español” habría padecido en Borgoña donde su comandante Andrés Rojo fue crucificado en un madero de “cruz” aspado donde falleció desangrado, constituyéndose a lo posterior este símbolo como la representación del suplicio del Apóstol. Esta imagen “con cruz roja” y “cuadros multicolores”, fue abstraída para representarla en la bandera de los soldados hispanos y usada durante el reinado de Carlos V en el siglo XVI.
En los Andes, durante la colonia temprana, este tipo de representaciones de banderas también han sido incorporadas en lienzos de cuadros santuarios, tal es el caso de la imagen del Ángel de la iglesia de Carabuco (Pacajes, La Paz) pintada por un maestro de Calamarca a finales del siglo XVII. En la pintura se observa a un Ángel andrógino con alas, vistiendo ropajes desde la cabeza a los pies, atuendos galanos a la moda europea del siglo; su rasgo principal, carga en su mano y brazo la bandera extendida de cuadros multicolores que serían los tercios españoles. Este tipo de pinturas en lienzos en los templos coloniales tenía esa finalidad de conversión religiosa y como también amparaba las masacres militares a los indígenas como el caso de la presencia del santo Apóstol Santiago, considerado por los soldados españoles el santo milagroso que les dio la victoria en la guerra de los Moros y por eso la llamaron “Santiago de mata Moros”; pero en los Andes, de Santiago de mata Moros pasó a ser “Santiago de mata indios”, por un suceso ocurrido en 1536 tras el asedio de la ciudad del Cusco liderada por Manco Inca, y contra todo pronóstico, fue vencido el ejército Inca por el minúsculo de soldados españoles, los mismos que aducen que el santo Apóstol Santiago habría llegado portando escudos y banderas de guerra, y con toda la carga de artillería de los arcabuces destruyó el templo mayor del Sunturwasi y la última batalla de otra facción inca liderada por el valeroso general Inca Caide se libró en Sacsayhuamán. Tras la derrota y la fallida toma de la ciudad imperial del Tawantinsuyo, el ejército inca junto a la panaca real de Manco Inca se retiró a la montañosa selva de Vilcabamba y desde allí libró una resistencia armada por unos 40 años. Al conocerse este refugio, los soldados españoles quisieron tomarlo sin éxito, por lo que tuvieron que recurrir a engañosas maniobras de sujeción, donde el Virrey del Perú Pedro de La Gasca atrajo a Sayri Tupa a su favor desarticulando la hermandad de Manco Inca, y la crisis se ahonda con la propagación de la epidemia de viruela que provocó el descenso abrupto de la población de Vilcabamba. A mediados del siglo XVI, viendo aquella crisis, el nuevo Virrey del Perú Francisco de Toledo, deja de lado la diplomacia y prepara una incursión armada para destruir Vilcabamba e instaurar el nuevo orden colonial de la política y economía ejercida hasta el momento por los Marqueses y Virreyes del Perú.
Tras la incursión a Vilcabamba por parte del ejército español, se produce la masacre y se quema la ciudad, se aprehende a su joven líder Inca llamado Tupac Amaru I, descendiente de Manco Inca; le trasladan al Cusco y tras un rápido juicio fue sentenciado a muerte por cargos de rebelión e insurrección contra la Corona española, así este Inca fue decapitado, sus extremidades tiradas por el jaleo de caballos en la plaza de armas del Cusco, ante la mirada atónita del público asistente que observó aquella macabra escena de muerte de uno de sus antiguos gobernantes poderosos de los Andes. Esta acción ordenada por el virrey Toledo, fue para escarmentar a los indígenas cualquier movimiento de rebelión de transgresión a los mandatos de la corona española. Se instauró una antigua costumbre andina como el trabajo de la mita obligatoria del que Toledo aprovechó los recursos humanos para llevar a trabajar indígenas a los centros mineros, principalmente al de Potosí, creando una crisis poblacional en las tierras provinciales gobernadas por caciques locales, conflictos con las encomiendas, las Parroquias y hospitales; se creó una ola de crisis en la restructuración del antiguo régimen de alianza político colonial-andino; pero al pasar más de cinco siglos desde el fatídico encuentro cultural hispano-andino en Cajamarca en 1532, el saqueo y asedio al Cusco en 1536 y la destrucción de Vilcabamba y muerte de Tupa Amaru en 1570. La mano implacable de Toledo parece haber puesto fin a toda forma de vida social, religiosa y política autóctona de los sobrevivientes andinos, a partir de ahí se formaría una nueva forma de vida moderna para los residentes en las nuevas ciudades de castilla, y esa herencia la hemos adquirido los bolivianos, nos han enseñado en las escuelas y también lo hemos aprendido en los libros históricos, y así lo hemos asumido como parte de nuestra identidad. Pero no todos los bolivianos saben a detalle el trasfondo histórico de este proceso colonial oscuro que está cargado de mucha dolencia encubierta que conllevaron a múltiples conflictos desatados en esas épocas del que hoy tenemos que pagar esos desatinos históricos con conductas de intolerancia. Eso se ha generado por desconocerse por completo la antigua forma de vida local andina, su organización socio-política interprovincial controlada por otros gobiernos locales y las mismas que tenían territorios salpicados en otras zonas ecológicas distantes, la colonia les quitó el poder a los Curacas locales y los sustituyó con caciques, encomenderos y corregidores que controlaron a la usanza europea; los mutiló las tierras salpicadas de los pisos ecológicos y las concentró a la población de indios en reducciones de Parroquias para su adoctrinamiento y así favorecer en el control socio-político de la administración colonial; todo esto generó una despoblación y crisis económica a la Corona, quisieron subir los tributos y no había quién los pague, por lo que trataron de compensar con esclavos traídos del África, y sin éxito porque las muertes fueron más rápidas que la población andina; estos parangones erráticos fueron los indicios cruciales para el final de la época colonial y el surgimiento de las revoluciones independentistas.
Ahora, pasando al punto de la controversia actual, saber si la wiphala tuviera algún origen nativo en los Andes. Hasta el momento se ha colectado un buen material para sustentar aquello; desde los trabajos de “los Queros” de Flores Ochoa (1992),la “constitución de la wiphala” de German Choquehuanca (2005) y el análisis de los inca-coloniales de José Luis Martínez (2019), se hace una retrospección de las escenas pintadas en los bordes exteriores de los queros de madera inca depositadas en el Museo Antropológico del Cusco (Perú) y el Museo Nacional de Etnografía – MUSEF (La Paz), en donde se observa a personajes incas con tocados de pluma cargando en la espalda una bandera de wiphala, la escena es una fiesta de alianza; los contextos arqueológicos y las escenas de estos dos queros son alusivos a la última época de los incas de Vilcabamba y las alianzas realizadas con las tribus de tierras bajas (1560-1576 d.C.). Otro quero de madera sin contexto y de similares características se halla expuesto en la sala del Tardío en el Instituto de Investigaciones y Museo Arqueológico de la UMSS (Cochabamba). En las excavaciones realizadas por Ricardo Fonseca (1998) en el sitio de Vilcabamba, se ha encontrado un gran tazón cerámico ceremonial inca, ilustrándose en su borde exterior diseños icónicos de personas de guerra y en su arco superior muestra imágenes de jaguares y serpientes dispuestos a cada extremo y que une a ambas escenas un arco iris con los colores resaltantes que tiene la wiphala; el contexto de hallazgo de la pieza es un templo. Otro dato histórico que se tiene, es el uso de una bandera con los colores del arco iris similar al tazón por cacique José Gabriel Condorcanqui, conocido como Tupa Amaru II, a finales del siglo XVIII en la rebelión del Cusco tras la muerte del Corregidor Arriaga. Estos datos expuestos son tardíos correspondientes a la transición inca-colonial; pero en los últimos datos que expone en su libro “wiphala: historia real de un símbolo de lucha” de Franco Limber (2020), periodiza una época mucho más antigua, analiza el hallazgo de dos bolsas (ch’uspas) ceremoniales tejidas con una urdiembre de cuadrados ajedrezados multicolores idénticas a la whipala actual, el contexto de hallazgo es parte de un ajuar funerario del sitio de “Niño Korin” (Charazani, La Paz), un sitio arqueológico de gran importancia en el Periodo de Tiwanaku expansivo (1.100 d.C.). Estos materiales fueron encontrados por Henry Wassén en 1972 en Niño Korin y se hallan fuera del país; una bolsa ceremonial con urdiembre de estos cuadros multicolores en varios de campos, está depositada en el Museo Histórico Julio Marc de la ciudad de Argentina, y la otra se encuentra en el Museo de la Cultura Mundial en Gotemburgo (Suecia).
Existe varios estudios interpretativos de la wiphala, desde el estudio pionero de Choquehuanca se ha dicho que es emblema genuino de los pueblos originarios y, como tal es prehispánico; sobre el significado de los colores: cada color está asociado a un significado particular ligado a la cosmovisión andina, dato antropológico de real valía; y finalmente el conocimiento esotérico de la wiphala esconde un conocimiento ancestral, un calendario astronómico para unos, una matemática sagrada para otros, etc. El reciente estudio antropológico de Nicolás Vincent (2020), es la de mayor objetividad analítica que nos ayuda a comprender toda una secuencia histórica de la wiphala, en donde atraviesa todo un proceso de configuración simbólica que parte desde las “banderas del rey”, “banderas de redención”, “banderas de lucha” y se constituye finalmente en “banderas de culto”; cada una representa un tiempo histórico desde la inca-colonial transitiva, hasta llegar a la época republicana. El contexto etnográfico de estudio de Vincent, son los ayllus de Tinquipaya, comunidades rurales andinas ubicadas en el norte de Potosí. La prolongada estadía de Vincent le ha permitido identificar una variedad de banderas de carácter sagrado y que son usadas en diferentes festividades religiosas por los pasantes que peregrinan a templos santuarios como de Pentecostés, del Espíritu Santo y la del Rosario. Las rutas de peregrinación son largas, visitando varios sitios de culto como Ayasamañas (descanso de difuntos) hasta llegar al templo de la localidad de Manquiri, donde se hace la romería y misa clavando la bandera de varios colores ajedrezados y atravesado con una cruz del tipo de los tercios españoles, es adorada con sahumerios y súplicas, otra comitiva de personas portan una bandera diferente con círculos multicolores y al medio la cruz aspada y así sucesivamente de cada comunidad tiene una cierta particularidad en sus colores y siempre la portan en estas festividades por considerarlas sagradas. Vincent añade que, en otros poblados circundantes de la zona, las comunidades portan banderas de un solo color aduciendo sacralidad a la temporalidad de los ritos agrícolas.
Esta última observación me parece muy interesante, dado que explica en el conjunto de cuadros multicolores la conjunción de los diferentes colores que aluden a tiempos, espacios y ritos sagrados.Probablemente, con el Estado Plurinacional de Bolivia, la wiphala ha sido recogida con todos esos datos y a partir de ahí se ha consagrado como símbolo Patrio, y sus aspectos formales (dimensiones y colores) fueron normados mediante el Decreto Supremo N° 241 que recogió también algunos elementos interpretativos acerca de sus colores.
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