Miercoles 27 de octubre de 2021

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¿Se puede cambiar una realidad para reemplazarla por una mentira? Sí. Y, aunque parezca mentira, esto se ha venido haciendo desde siempre. Los que cambian la verdad, lógicamente, son los que tienen el poder para hacerlo y completan su tarea, primero, con algunos constructores de realidades actuales, que hoy llamamos periodistas, y, después, con algunos constructores de realidades pasadas; es decir, historiadores.
Hoy les mostraré cómo se cambió la realidad del Cerro Rico en los primeros años de existencia de la Villa Imperial de Potosí:
Documentos coloniales conservados en la Biblioteca Nacional de España y la Real Academia de la Historia, y cuyas copias legalizadas tengo en mi poder, demuestran que la montaña que hoy conocemos como Cerro Rico era una wak’a, una divinidad que era venerada en el lugar donde hoy está Potosí, que era un enorme santuario a cielo abierto. Quienes le rendían culto eran los habitantes de la cultura qaraqara.
Cuando los españoles comenzaron a explotarlo, los qaraqara se rebelaron, porque sentían que se estaba violando a su wak’a. Tras apagar los focos rebeldes, los españoles inventaron una historia: dijeron que, cuando el inca Huayna Capaj mandó a sus exploradores al Cerro Rico, este bramó (hizo “p’otoj”) y se escuchó una voz que decía que su plata era “para otros dueños” o, peor aún, “para dueños mejores”.