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La zona del Socavón y sus misteriosas leyendas urbanas - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
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Domingo 10 de octubre de 2021

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Revista Dominical

La zona del Socavón y sus misteriosas leyendas urbanas

10 oct 2021

Por: Edson López Aquino

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Famosa desde todos los puntos de vista; ya que convergen en sus calles las mayores expresiones culturales y cultuales; la zona del Socavón ha estado presente en la historia orureña desde antes de la colonia, en cuyos pequeños caminos los habitantes dueños de estas tierras trabajaban las minas de manera rústica pero eficaz. En la colonia fue el lugar de donde se inicia la búsqueda de los metales codiciados por los españoles, en los pies del emblemático Pie de Gallo se erige una ermita dedicada a la Virgen para posteriormente ser un bello Santuario. Desde esta zona, nuestro benefactor Chiru Chiru, bajaba al lado español de la Villa para realizar sus audacias. Y así, ligada a la historia folklórica, minera, cívica y social, la zona popular del Socavón alberga entre sus tradiciones orales, hermosos cuentos populares y leyendas urbanas que aún son el deleite narrativo para quienes lo escuchan.

Las versiones de la carroza de fuego.

La mayoría de la orureñidad, conoce la historia de la tradicional carroza de fuego, que, a decir verdad, tienen varias versiones, pero todas valiosas por su simbología popular. Se dice que a eso de la media noche en tiempos de la colonia, desde los desmontes de la zona del socavón, horripilante bajaba la carroza de fuego. Sus ruedas que rechinaban de viejas, estaban envueltas de brazas ardientes y se escuchaba el galope de los caballos dirigidos por una mujer, que a su paso, recogía a parroquianos que embriagados por un agua ardiente o chicha, eran llevados por esta misteriosa dama. Pero la maldición de la temible carroza, terminaba en La Plata y Junín (la calle Junín era por donde bajaba la carroza) al encontrarse frente a la milagrosa cruz verde donde antiguamente estaba ubicada ( Esa cruz hoy está en el Santuario del Socavón).

Pero las leyendas de la zona nos dan datos aún más emocionantes. La carroza podía detenerse frente a alguna casa de la calle Junín, y la mujer, toda vestida de negro y con un velo en su cabeza, golpeaba con fuerza para ser atendida. Algunas familias se resguardaban con rezos, agua bendita, cruces y rosarios y alejaban a este misterioso personaje. Sin embargo, otros incrédulos abrían la puerta y recibían en saquillos algunos regalos. La dama de la carroza argumentaba que eran regalos para los habitantes de ese hogar por algún favor dado, pero cuando se iba al abrir el encargo, los dueños de las casas vieron que eran huesos de algún desafortunado. Probablemente de aquellos borrachitos que eran secuestrados por la carroza.

Una vez construido el famoso tobogán en la zona del socavón, las abuelas contaban que cerca de la media noche, ese enorme resbaladín se abría y de allí salía la carroza. Esto asustaba a los niños traviesos que se pasaban jugando en el tobogán hasta altas horas de la noche. No falta uno que aún quiere estar por ese lugar a esa hora para ver salir a la temible carroza.

La Viuda de la Avenida del Minero.

De la zona del Socavón hacia el lado norte, se encuentra la ya antigua Avenida del Minero, una calle importante por conectar esta zona con Santa Rita, con el sector del k´huchu y con la mina de San José. En otrora esta calle también era de desmonte de los minerales y en época de lluvia bajaba la copajira de las minas circundantes. Narran que por esta calle ancha entre la Junín hasta la antigua tranca que había en Santa Rita, por las noches oscuras y silenciosas paseaba una viuda, una mujer con vestido largo y un gran velo, ambos de color negro que tapaba su rostro. Su pena debió ser grande que silenciosa baja y sube y en algún momento se detiene en una esquina. La historia puede parecer triste, pero las apariencias engañan. Varios mineros que bajaban de Santa Rita o algunos trasnochadores que bebían demás y bajaban esta directa calle al Socavón, se acercaban a la penante señora por compasión. Una vez agarrada la confianza la viuda pedía que la acompañen a su casa por el sector de la mina de Santa Rita, los voluntariosos varones accedían sin saber su infortunada suerte. Muchos que se fueron con la viuda, ya no regresaron, se dice que están dentro de las bocaminas, otros que lograron escapar y andan atormentados o sencillamente ya no quieren pasar por aquel lugar.

Las Espuelas del Diablo.

Tanto la Avenida Cívica y el atrio del Santuario del Socavón, eran lugares muy concurridos, sobre todo en las noches donde varios grupos de amigos se disponían a jugar fútbol por los amplios espacios de estos lugares. Los emocionantes partidos se jugaban hasta altas horas de la noche. Después del partido muchos se disponían a retirarse y otros a comprarse un refresco de alguna tienda aún abierta. No faltaban algunos que aprovechaban para compartir algún singani.

Entre los que se quedaban hasta muy tarde sentados en alguna puerta o gradería de la Avenida Cívica, siempre se percataban del gran eco que produce la zona por estar entre los cerros. Las risas, silbidos y conversaciones se podían amplificar fácilmente con este eco.

Es entonces, que mientras un grupo de jóvenes, reían al escuchar alguna anécdota, ya pasada la media noche y con las calles vacías, se pudieron percatar del eco de unas espuelas. Al principio no le dieron mucha importancia, pero el sonido se hacía más fuerte, claramente eran las espuelas de un diablo. El sonido se iba escuchando por la Avenida Cívica, luego por la zona del Santuario. Eran las inconfundibles espuelas del diablo que hicieron correr de espanto a los muchachos, dejando las botellas y maletines tirados en la calle. Cuentan que esas espuelas son del Tío de la Mina del Socavón, que sale por las noches y ronda por esos lares.

El combo de la Palliri.

Esta leyenda urbana data de la década de los sesenta del siglo pasado. Cuando construían el Monumento al Minero, al mismo tiempo muchas casas del Socavón, incluida la Escuela, estaban también en construcción, es entonces donde se podía escuchar constantemente los trabajos de los albañiles. Sin embargo, misteriosamente por algún tiempo, se podían oír sonidos de construcción en altas horas de la noche. El sonido parecía el de golpes con un combo a piedras para desmenuzarlas que constantemente quitaban el sueño a las familias de la zona.

Cansado del ruido algunos antiguos vecinos se percataron de que el sonido provenía del Monumento al Minero. Ellos pensaron que los albañiles seguían trabajando a esas horas de la noche, pero al acercarse se dieron cuenta que no había nadie. Pero pasaron un susto más, se dieron cuenta que el sonido lo causaba el combo del monumento de la palliri. Espantados ingresaron a sus casas queriéndose explicar lo sucedido. Mencionan que en ese sector murió un minero que aún su cuerpo no fue hallado y que el combo que usa la palliri es el mensaje para que el alma desafortunada repose en un campo santo.

El Cura de negro.

Si por las noches te asomas de casualidad por la ventana de una de las casas en la zona del Socavón, como un espejismo verás pasar a un cura con una sotana negra y la cabeza cubierta con una capucha. Es lo que cuentan las personas del lugar. La figura de un sacerdote rondando el Santuario y sus alrededores ha hecho que los vecinos estén atentos a estas manifestaciones. Lo raro es que el personaje aparece por instantes como si fuera el guardián de la zona y del templo.

Lo han visto parado en la puerta de la Iglesia, otros en la puerta de la cripta o dirigiéndose hacia el colegio Anglo Americano. Los más osados cuentan que se pone también en el campanario del Templo, como si estaría llamando a misa. Otros lo presentan como un fraile que tiene varias llaves, que al pasar las hace sonar.

Si bien no es una figura que cause terror, no deja de ser misteriosa. Recordemos que debajo del Santuario descansan en paz varios sacerdotes que sirvieron en ese templo. Algunos relacionan estas apariciones con la presencia de las tumbas de la cripta.

Estas son algunas de las tradiciones orales de una de las zonas más famosas de la ciudad y que forman parte de la idiosincrasia de la orureñidad. Forman parte de nuestro cotidiano y que sirven para explicar elementos simbólicos e imaginarios que hacen atractiva a las calles de esta mítica zona.

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