El Presidente, seguramente con los debidos antecedentes por muchas declaraciones fuera de lugar que hizo, pidió, hace pocos días, disculpas; según él, no correspondían algunas de sus intemperancias; pero, a la vez, condenó a “algunos medios de comunicación y periodistas” por lo que dicen o escriben. Posiblemente, han surtido efecto las actitudes extremas – en franca imitación de lo que él propició y dirigió hace varios años – que se han producido a diario en el país y que han llegado hasta bloquear toda fuente de producción, transporte, etc., etc. Ha sentido también que los extremos no son los caminos apropiados para remediar problemas y que, pese a todo lo que se afirme, el diálogo es conveniente y constructivo.
¿Que los medios de comunicación molestan al Primer Mandatario? No debe caber duda alguna porque a nadie le gusta que le hagan notar sus yerros y mucho menos a quien ocupa la primera Magistratura del país que, obnubilado como vive, debe estar seguro de que todo lo hecho por su Gobierno está bien cuando la realidad muestra a diario que no es así y que, como toda obra emprendida por el ser humano tiene defectos.
Para los medios, bien estaría colocarse en la parte de la balanza que muestra lo positivo, lo constructivo, lo plausible; pero, lamentablemente, no es así porque se viven extremos que a nadie gusta y, en sus consecuencias, le hacen tanto daño al pueblo como le pueden hacer al Gobierno. ¿Cuánto hemos avanzado en medio de la desunión, la confrontación, el nomeimportismo, las marchas y hasta bloqueos? ¿Quién ganó posiciones y puede jactarse de ello? Corresponde pues, hacer referencia a las palabras de N.S. Jesucristo: “Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra”. ¿Habrá alguien en el campo oficial, en la oposición o en cualquier institución o entidad que pueda hacerlo o siquiera agarrar una piedra con la intención de arrojarla?
Hay quejas en el régimen por todo lo que ocurre; pero, la verdad es que, para no lamentarse, había que prevenir desde el mismo Gobierno, abandonando el “dejar hacer y dejar pasar”. Se dejó todo al azar y las consecuencias se sufren hoy. En cambio, si había la previsión de encarar los problemas en cuanto amenazaban o, en sus primeras instancias, de qué quejarse y menos enrostrarlos a quienes nada tienen que ver con las culpas sino sólo haber informado sobre ellas.
Muchas veces, los errores sirven para que surjan de ellos los remedios. Así, el propio Gobierno podría sacar conclusiones de lo que hizo y empezar a dar pasos en un camino árido de rectificaciones para continuar después en el que sea firme y bien construido porque se habrá hecho lo que se debía. Es importante pensar que los campos del poder contienen muchos escollos – disimulados los más por obcecaciones y falta de visión debido al deslumbramiento que producen los propios errores y la carencia de experiencia y tino para emprender bien lo que está decidido – y piedras para tropezar y obstaculizar cualquier intento y eso es lo que le ocurrió al régimen y uno de ellos radica en que él cree tener todos los derechos – especialmente el de la libertad de expresión – y los demás deben estar supeditados a qué, cómo y por qué dice el Gobierno tal o cual cosa – cuando la realidad es que los medios tienen delegación del país que es el Estado, y el Gobierno, por lo efímero que es, está relegado a un plano que, en democracia, es el pueblo el que le da fortaleza y continuidad.
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