Aunque todavía es relativamente largo el tiempo que nos separa de las próximas elecciones generales en el país, mucha gente está preocupada ante la perspectiva política nacional que de momento parecería no apuntar a ningún lado y eso no es otra cosa que mostrar la falta de organizaciones civiles, cuyos dirigentes estén dispuestos a lidiar para imponer ideologías renovadoras en el escenario de la confrontación democrática.
Partiendo del frente oficialista, aún no hay una definición concreta en torno a la reelección por otro periodo del actual mandatario, aunque por supuesto todas las insinuaciones apuntan a la elaboración de un a estrategia que reconfirme la opción “legalizada” de habilitar al candidato sin mayores inconvenientes.
En el caso de las alternativas que pudiesen presentarse como posibilidades de terciar en los comicios, tampoco hay definiciones expresas, sino tan sólo el mantenimiento de esquemas ya conocidos y por lo mismo según algunos analistas anacrónicos o simplemente de eventualidad casuística para salvar la presión de ciertas corrientes que se preparan, pero que todavía no toman forma, aunque el tiempo pasa inexorablemente.
En el curso del mes que corre se recordó 60 años de uno de los momentos históricos que se marcó de manera indeleble en la conciencia nacional, es precisamente la “revolución nacionalista del 52”, que cambió mediante un hecho violento la estructura administrativa de la nación, introduciendo sustanciales variantes en la administración de los recursos mineros, el uso de la tierra y la educación. Pero también el sistema afectó las libertades constitucionales, pues se instalaron campos de concentración y se practicó el terror en contra de los opositores del régimen, que más tarde se convirtió en democrático, justamente en un proceso electoral que aprovechó de otra medida, como el voto universal, para asegurar la continuidad en el poder.
Precisamente del recuerdo de aquellas experiencias del pasado surgen las dudas y con ellas las preocupaciones sobre el futuro de la política nacional entendiendo que democráticamente, todos, absolutamente todos, tienen el derecho de pensar en la suerte del país vislumbrando aquellas alternativas que en su momento sean las que capten el mayor apoyo popular.
Las generaciones que pasaron por las circunstancias de vivir un doble sexenio político con ribetes golpistas y electorales, con una continuidad del asalto del poder por parte de ciudadanos uniformados, el retorno a la democracia luego de muchos sacrificios, el sostenimiento de ese proceso hasta el presente y la necesidad de establecer las mejores condiciones para aplicar cambios que de verdad mejoren las condiciones de vida de la gente, obligan a las corrientes generacionales del presente a pensar en el futuro nacional para establecer las condiciones más favorables al libre juego de la democracia ciudadana.
No hay en el país una renovación de líderes, por tanto tampoco existe ningún movimiento que se perfile como renovador para actuar en el escenario político nacional, lo que se tiene son perfiles que insisten en querer imponer por separado tendencias que más bien debieran encontrar coincidencias para crear una alternativa de acción que haga posible el cambio que tanto se espera.
Fuente: La Patria
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