Borrar todo lo que hicieron los oponentes

En el pasado, cuando los hijos menores heredaban la ropa, los zapatos y hasta los libros de los hermanos mayores, había que darse la tarea de borrar todo lo que había hecho aquel, para volver a resolver los mismos problemas, ecuaciones o lo que fuera que presentaba el texto escolar.

Al parecer, esa costumbre se pasó a la política y cada gobierno nuevo, sea nacional o subnacional, se dedica a rehacer todo lo que hizo su predecesor, al menos cuando aquel se encuentra en la línea ideológica opuesta. Es decir, se tiene la premisa de que si no tienen la misma ideología están equivocados, equivale a la expresión “si no estás con nosotros, estás en contra”, pero no necesariamente es así.

El actual presidente del Banco del Estado, señaló que si bien el monto es parecido y la entidad que entrega los recursos es la misma, el dinero que habría recibido el gobierno transitorio generaba intereses, pero el dinero que se recibió ahora no lo hace.

No obstante, el exministro Ronald McLean y analistas económicos, coincidieron en afirmar que se trata exactamente de la misma operación y que “son recursos en DEG a los que tiene derecho el país por sus contribuciones, como socio, al FMI”, indicando también que el monto es casi el mismo, pero que la devolución “tuvo un costo de 24,3 millones de dólares”.

En 2020 se recibió el dinero, debido a la crisis económica que tuvo que enfrentar el país por la pandemia del coronavirus, pero en cuanto se dio el cambio de gobierno, el actual decidió devolver ese dinero alegando que se estaba ocasionando un daño económico al país, pero ahora recibió ese dinero señalando que servirá para aumentar la reserva fiscal de la nación y que se usará el mismo cuando lo consideren necesario.

Si en realidad no hubo daño económico a Bolivia y de nuevo estamos de la mano del odiado FMI, ¿se liberará de culpa a quienes participaron de la transacción hecha en el gobierno de transición o seguirán presos porque es más fácil cometer una injusticia que aceptar un error?

En Bolivia se debe dejar de lado viejas prácticas que no le hacen bien a nadie, y aprender a reconocer que lo que está bien hecho debe permanecer, que lo que se hace diferente no necesariamente está mal hecho y que lo único que se debería corregir son los errores, y para ello es necesario reconocer que se equivocaron, sin que eso signifique su condena, sino más bien, debe ser el principio para un cambio de actitud y de maneras de proceder por el bien del país.