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Domingo 15 de abril de 2012

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Cultural El Duende

Arte Retórica:

Sobre los caracteres y su relación con la edad

15 abr 2012

Fuente: La Patria

Carácter típico del joven

Los jóvenes son por carácter concupiscentes, y decididos a hacer cuanto puedan apetecer. Y en cuanto a los apetitos corporales son, sobre todo, seguidores de los placeres del amor e incontinentes en ellos. También son fácilmente variables y en seguida se cansan de sus placeres, y los apetecen con violencia, pero también se calman rápidamente; sus caprichos son violentos pero no grandes, como, por ejemplo, el hambre y la sed en los que están enfermos. También son los jóvenes apasionados y de genio vivo, y capaces de dejarse llevar por sus impulsos. Y son dominados por la ira; ya que por punto de honra no aguantan ser despreciados, antes se enojan si se creen objeto de injusticia. Y aman el prestigio, pero más aún el vencer; porque la juventud tiene apetito de excelencia, y la victoria es una superación de algo. Y son más estas cosas que no codiciosos; y son menos avariciosos porque aún no han experimentado la indigencia como reza la sentencia de Pítaco sobre Anfiarao.

Y no son malintencionados, sino ingenuos, porque todavía no han sido testigos de muchas maldades. Y son crédulos porque todavía no han sido engañados en muchas cosas, y están llenos de esperanza; porque, de manera semejante a los alcohólicos, los jóvenes están calientes por la naturaleza y, al mismo tiempo, porque aún no han sufrido desengaños en muchas cosas. Y así viven la mayoría de las cosas con la esperanza; porque la esperanza mira a lo que es futuro, mientras que el recuerdo mira al pasado, y para los jóvenes lo futuro es mucho y lo pretérito, breve; ya que el primer día de nada pueden acordarse y en cambio pueden esperarlo todo. Y son fáciles de engañar, por lo dicho; porque esperan fácilmente. Y son bastante animosos; porque están llenos de decisión y de esperanza, de lo cual lo uno los hace no temer y lo otro les hace ser audaces; porque ninguno teme cuando está enojado y el esperar algún bien es algo que inspira resolución. También son vergonzosos; porque aún no sospechan la existencia de otros bienes, antes han sido educados solamente por la ley de lo convencional. Y son magnánimos; porque aún no han sido humillados por la vida, antes son inexpertos en las cosas necesarias, y la magnanimidad consiste en estimarse a sí mismo digno de cosas grandes; y eso es propio del que tiene esperanza.

Y prefieren realizar las cosas que son hermosas que las que son convenientes; porque viven más según su manera de ser que según la razón; y la razón calculadora se nutre de lo conveniente, la virtud, en cambio, de lo bello. Y son más amantes de los amigos y compañeros que los de otras edades, porque gozan con la convivencia y porque todavía no juzgan nada de cara a la utilidad y el lucro, y así tampoco a los amigos.

Y en todas estas cosas pecan por exceso y por la violencia, contra el dicho de Quilón, ya que todo lo hacen en exceso: aman demasiado y odian demasiado, y todo lo demás de semejante manera. Y cometen las injusticias por insolencia, pero no por maldad. Y son compasivos, por suponer a todos virtuosos y mejores; ya que miran a los que están cerca de ellos según su propia falta de maldad, de manera que suponen que estos padecen cosas inmerecidas. También son amantes de la risa, y por eso también son propensos a la burla; porque la mofa es una insolencia educada.

Sobre el carácter del anciano

Así, pues, tal es el carácter de los jóvenes; los de edad avanzada, en cambio, y los que ya han envejecido, tienen sus rasgos de carácter deducibles, en su mayoría, de los contrarios a éstos; porque, por haber vivido muchos años y haber sido engañados mucho más y por haber cometido errores, y porque son malas la mayoría de las cosas, no aseguran nada con firmeza, y dicen en todo mucho menos de lo que conviene. Y dan en las cosas su opinión, pero confiesan no saber nada; y, cuando discuten, añaden siempre el probablemente y el quizá, y todo lo dicen así, pero nada con firmeza. Y son maliciosos; porque la malicia consiste en interpretar todas las cosas según lo peor. Además son suspicaces, debido a su desconfianza, y son desconfiados por su experiencia. Y ni aman violentamente, ni tampoco odian con violencia, por la misma razón, sino que, según el precepto de Bías, aman como quien luego ha de odiar y odian como quien luego ha de amar. Y son de espíritu mezquino, porque han sido humillados por la vida; ya que no apetecen nada grande ni extraordinario, sino sólo lo necesario para vivir. Y no son generosos; porque los bienes de fortuna son una de las cosas necesarias y, al mismo tiempo, saben por la experiencia cuán difícil es llegar a poseerla y cuán fácil es perderla. Y son amantes de la vida, y más hacia su último día, porque el deseo tiene por objeto lo que no está o no se tiene, y aquello de que se carece se apetece más. Y son más egoístas de lo que se debe; porque también esto es cierta pequeñez de espíritu. Y viven de cara a lo útil y conveniente, pero no de cara a lo hermoso, y eso también más de lo que conviene, por ser egoístas; ya que lo útil es bueno para uno mismo; lo hermoso, en cambio, es simplemente bueno. Y son más desvergonzados que vergonzosos; porque, por no preocuparse igual de lo bello o lo bueno que de lo útil, desprecian la buena opinión. Y están desesperanzados, por la experiencia, porque la mayoría de las cosas que ocurren son malas; ya que la mayoría de las cosas tienden a lo peor; y además por causa de su cobardía. Y viven más del recuerdo que de la esperanza; porque es poco lo que les resta de vida y lo pasado, en cambio, es mucho, y la esperanza mira a lo futuro, la memoria a las cosas pretéritas. Y eso mismo les es causa de charlatanería; pues se pasan las horas contando las cosas pasadas; porque gozan recordando. Y sus enojos son agudos pero débiles; y de sus pasiones, las más los han abandonado y las otras son débiles; de modo que no son apasionados, ni obran al ritmo de sus pasiones, sino tan sólo de cara a la utilidad. Por eso parecen temperantes los que están en esa edad; porque sus pasiones han retrocedido y ellos viven sólo para el provecho. Y viven más según la razón calculadora mira más a lo útil, y lo temperamental mira más a la virtud. Y las injusticias las cometen por maldad, no por insolencia. También los ancianos son compasivos, pero no por los mismos motivos que los jóvenes; ya que éstos lo son por humanitarismo, aquellos lo son por debilidad; porque piensan que todo está a punto de ocurrirles, y esto, decíamos, era propio de la compasión. Por eso son llorones, y no alegres ni amigos de la risa; porque el quejarse siempre es contrario del amar la risa.

Aristóteles. Estagira, 384-322 a.C. Filósofo griego.

Fuente: La Patria
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