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Domingo 15 de abril de 2012

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Cultural El Duende

Antes que el olvido lo olvide

La poesía no de define: sólo se experimenta

15 abr 2012

Fuente: La Patria

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¿Qué es poesía?

Desde la definición galante de Bécquer inspirada en la pupila azul de la mujer amada, que es el símbolo de su poesía, hasta la teoría filosófica de Juan Ramón Jiménez de que la poesía es pensamiento o el pensamiento poesía, tan grande resulta la curva de dispersión del concepto sobre esta expresión del espíritu humano, que es difícil concretar una definición que satisfaga las condiciones elementales de la lógica.

Por punto general, las ideas simples no se definen. Tampoco las complejas. Sólo las ideas comunes están sujetas al análisis anatómico de las definiciones.

La poesía no se define: sólo se experimenta.

Cada uno según su capacidad cultural, según su estado de ánimo y según el grado de su espiritualidad sensitiva, experimenta la poesía como un puro efluvio que pone en tensión las fibras íntimas del alma. Un poema y hasta una simple copla popular llegan al espíritu en forma de una onda misteriosa que causa cierto hormigueo inexplicable o marca un breve rasgo de sentimiento humano. Todo esto finalmente se traduce en un efluvio que tampoco se demuestra y sólo se experimenta.

De modo que la poesía es una fuerza anímica inexplicable, emanación de cosas, de seres, de hechos y que los aedos tienen el raro privilegio de expresar en fórmulas cadenciosas y rítmicas, empleando el verso como el escultor el mármol o el músico el pentagrama.

Para nosotros, simples peatones del medio de la calzada, la frase alada de Bécquer que sitúa la poesía en la mirada azul de la niña, explica mejor el divino efluvio que el hondo pensamiento de Juan Ramón Jiménez o de Gerardo Diego. Poesía… eres tú, y eso basta y es más que la poesía pensamiento o pensamiento poesía de los que profesan la poesía pura como una expresión filosófica.

Juan Ramón Jiménez explica la evolución de su pensamiento poético, desde la forma primitiva de la poesía, inocente y sensitiva, vistiendo más tarde ropajes vistosos, hasta que, según dice el poeta, se fue desnudando y: Se quedó con la túnica / de su inocencia antigua./ Creí de nuevo en ella.

Y se quitó la túnica / y apareció desnuda toda./ ¡Oh! Pasión de mi vida poesía / desnuda,¡ mía para siempre!

Ésta es la poesía espiritual y pura de que Juan Ramón es su más alto exponente.

Pero aquí se plantea otro problema relacionado con las condiciones de comprensibilidad del poema. ¿Cómo debe ser la poesía: clara, oscura o hermética?

Esta proposición afecta principalmente a la capacidad cultural o sensorial del lector, independientemente del valor intrínseco de la composición poética. Lo que para unos es claro, puede ser oscuro y acaso hermético para muchos.

A menos que se trate de alguna jerigonza léxica o de metáforas incoherentes, no hay verso que no pueda ser comprendido por cualquier hombre medio de la calle.

Hay, sin duda, poemas difíciles y oscuros que cuesta trabajo descifrarlos; pero la claridad no es virtud esencial de la poesía. Sólo las ideas comunes son claras. Y los poetas no manipulan cosas superficiales y vulgares. Ya lo dijo Anatole France. No hay belleza sin velo. Y el maestro de André Maurois le recomendaba que no fuera demasiado claro.

Lo esotérico siempre es oscuro y hermético. Las ideas superiores, el pensamiento hondo y la delicada expresión de la poesía, como la exposición de las verdades filosóficas, requieren formas elevadas y expresiones dignas de la nobleza del tema en vez de las frases comunes y plebeyas.

Los símbolos, analogías, metáforas, giros léxicos y demás recursos de expresión que usan los poetas hacen a veces difíciles, oscuros y herméticos sus poemas; pero no es halagador, sin duda, para un poeta, el ser leído fácilmente una vez por muchos y no muchas veces por unos pocos que tratan de penetrar la hondura del pensamiento poético.

Ni tan clara que raye en lo vulgar, ni tan esotérica como una sentencia sibilina, la poesía debe inspirarse en la divina proporción para conseguir la armonía que es la suprema aspiración del arte.

Un ejemplo es analizar el célebre poema Cementerio marino de Paul Valéry, uno de los más grandes poetas de la poesía pura. Es fama que el genial vate tardó seis años en encontrar una sola frase que expresara lo más hondo de su pensamiento filosófico. El poema es sin duda muy difícil y a veces hermético que desanima intentar su comprensión.

Pero el trabajo de comprender y experimentar la profundidad y belleza del poema, se hallaría compensado y en cierto modo satisfecho con sólo estos fragmentos:

Como el fruto se funde en blanda complacencia / Como troca en delicia poco a poco su ausencia,/ En una boca donde su forma se anonada…

O esta otra en que habla de la inmoralidad fugaz:

Flaca inmortalidad tenebrosa y dorada,/ triste consoladora atrozmente laureada, / ¡que nos trueca la muerte en su seno materno! / ¡Especiosa mentira y piadosa añagaza! / ¡Quién, pues no los conoce, y quién no los rechaza! / ¡Ese cráneo vacío y ese rictus eterno!

Como se ve, el poema de Paul Valéry Cementerio marino, no es tan hermético; es tal vez difícil, como toda poesía pura. Mayores dificultades ofrecen los poemas de Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego, Rafael Alberti, etc.

Pero para nuestra sensibilidad profana, una frase bella y cadenciosa, una rima suave o un verso libre orquestado en acordes armoniosos que expresen un pensamiento noble inspirado en fuentes clásicas, son los elementos esenciales que el lector medio quisiera encontrar en los poemas.

Nuestros jóvenes poetas antes de atacar las difíciles partituras de la poesía pura, deberían inspirar sus creaciones artísticas en este bello verso de Antonio Machado:

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera / mi verso como deja el capitán su espada, / famosa por el brazo viril que la blandiera,/ no por el docto oficio del forjador preciada.

Mientras menos adjetivos y flecos y sobriedad y precisión, como en el verso transcrito, habrá mejor poesía. Aquí como en toda actividad del espíritu, la sentencia comprimida de Gracián será siempre valedera: lo bueno, si breve, mejor.

La poemática contemporánea, como toda la vida intelectual y social, se halla influida por la dialéctica de derechas e izquierdas. Ésa es la expresión universal del pensamiento de nuestro tiempo. Ambas tendencias, en lo literario, no son excluyentes, más bien complementarias. Como los dos brazos del hombre en que se basa aquella clasificación simplista, son igualmente útiles porque responden a un concepto de unidad orgánica.

Sería insensato suponer que la amputación de uno de los brazos, como dice Menéndez y Pidal, fuera la solución del antagonismo entre derechas e izquierdas. La vida no se compone solamente de esas extremidades.

En el supremo simbolismo del Gólgota, verbigracia, no sólo hay Dimas y Gestas; hay también un Cristo y una Cruz, que son símbolos de altura y profundidad. Sobre las extremidades de derecha e izquierda que representan el buen y el mal ladrón, el sagrado madero enclavado en la tierra busca la profundidad de la raíz fecunda, y el INRI elevado como un impulso de ideal hacia el cielo azul, es la aspiración de gloria y eternidad del espíritu humano.

Casto Rojas. Cochabamba, 1879-1973.

Académico de la Lengua y de la Historia.

Fuente: La Patria
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