La historia reciente nos habla, desmenuza, a un país llamado Libia, el que fue aplastado por la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), institución creada y recreada por el imperialismo norteamericano e inglés, además de alemán, en la pasada Guerra Fría con la ex-Unión Soviética. Pero no es el Imperio del Norte el tema central, se trata de que Francia, a partir de su Presidente (Nicolás Sarkozy), desempeñó un rol decisivo en la solución del derrocamiento del líder libio: Moamar el–Gadhafi.
La naturaleza del conflicto en el Norte de África radica en la precariedad. Lo que hizo Francia, apoyando a fanáticos religiosos, cae en la estupidez, la que se ratifica en el atentado de Toulose, cometido por un argelino criminal. Se puede matar a militares, pero asesinar a niños cae en la peor degeneración. Ningún principio permite ese tipo de barbaridad. Y Nicolás Sarkozy, por su odio bestial al socialismo y comunismo, un renegado de procedencia húngara, en la Guerra Civil Libia respondió a una política dura, durmiendo con el enemigo islámico más fatal. Jugar con al–Qhaeda no es razonable ni sensato en ningún sentido. Sus teorías, las de los “Hermanos Musulmanes” supuestamente buenos responden al peor desarrollo de la Humanidad en sus 200 mil años de existencia. Creen, piensan, y actúan, de acuerdo a la convicción de que el Mundo funciona de acuerdo a Aláh, un Dios místico que no tiene justificación en la ciencia. Por eso, y esto, atentan contra los cristianos de Sudán.
Alimentar a los grupos fundamentalistas de Cirenaica (Este de Libia en la frontera con Túnez) responde a la reconstrucción de estructuras feudales donde solamente mandan jefezuelos regionales.
Y existe una preocupación grave: las mujeres libias viven en la incertidumbre de su falta de derechos, cuando con Gadhafi sí los tenían. Ahora viven en la falta de garantías, la que se incrementa con la implementación de la “Sharia”, una Ley criminal que degenera por completo a la religión islámica y la convierte en un instrumento atroz de asesinos religiosos.
Francia cometió un grave error, o negligencia, pero basada en la justificación histórica de su obsesión antimarxista. El comunismo es un enemigo feroz, pero razonable, en cambio los histéricos musulmanes que viven en medio Mundo son fanáticos y racistas. No conciben su religión acompañada de otras ideas, la idolatran al margen de cualquier convicción. Un líder religioso de Arabia Saudita lo ratifica, invitando a aplastar toda religión distinta. Mahoma no llegó a semejante posición tan reaccionaria.
Sarkozy no será reelegido en las futuras elecciones francesas, a pesar de que su rival Hollande tampoco tiene mejores méritos, y lo será porque cometió graves errores en el tratamiento del problema libio. A pesar de la Resolución de Naciones Unidas sobre el control razonable del espacio aéreo de ese país norafricano (Libia), armó a los rebeldes de Cirenaica y apoyó el asesinato de Gadhafi.
Su absurdo apoyo a bandas pseudoreligiosas le cobrará su costo. Y Francia seguirá siendo lo que es, un ejemplo de principios fraternales y una política bárbara que implica la cohabitación con estructuras criminales en el peor sentido del término.
(*) Politólogo
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