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Domingo 16 de mayo de 2021

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Revista Dominical

La morenada es boliviana

16 may 2021

Textos: SIHP (*) y Maurice Cazorla Murillo (**)

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El 7 de mayo de 2021, el Viceministerio de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales del Perú terminó un proceso que comenzó en noviembre de 2020 con un único propósito: dotarse de un marco legal que le permita presentar como suya la danza de la morenada. Por ahora, su declaratoria es nacional y, por tanto, unilateral, pero forma parte del procedimiento destinado a registrar esa manifestación cultural como parte del patrimonio peruano en instancias internacionales.

Las acciones peruanas destinadas a apropiarse de cultura boliviana no son nuevas, aunque sí recientes. En el libro “El saqueo folklórico de Bolivia”, el gestor cultural Napoleón Gómez Silva afirma que el interés de Puno por la cultura de nuestro país se disparó en 1967, cuando el ballet de Chela Urquidi, que incluía a bordadores y bailarines del Gran Poder, hizo una gira por Argentina y Perú. Por entonces, la fiesta de la Virgen de la Candelaria — que es la que ha motivado la mayor cantidad de plagios por el lado peruano — era muy pequeña y las fraternidades folklóricas de bailarines apenas estaban naciendo. “La primera diablada que se fundó en Puno es en 1963. La ‘Diablada del Barrio Porteño’ fue la primera diablada que existió en Perú y en Puno”, afirma.

El dato de esa primera agrupación coincide con el que da la misma resolución viceministerial que declara a la morenada como patrimonio peruano. Ese documento oficial del gobierno peruano dice que en Puno hay 14 asociaciones de morenadas y las tres más antiguas, “Rey Moreno Laykakota, fundada en 1962; Tradicional Rey Moreno San Antonio, fundada en 1973; y Rey Caporal Independencia fundada en 1973, están actualmente en peligro de desaparecer”.

En cambio, las agrupaciones bolivianas son más antiguas. Así, la Gran Tradicional y Auténtica Diablada de Oruro se fundó el 25 de noviembre de 1904 mientras que la Morenada Zona Norte es del 19 de marzo de 1913 y la Morenada Central data del 29 de noviembre de 1924.

Más aún, en Oruro, de donde son todas esas agrupaciones, existen partituras y hasta discos de vinilo con ritmos de morenadas que datan de 1937.

CORRIENTES

Bolivia puede alegar el origen de la expresión oral de la Morenada a través de varias escuelas historiográficas nacionales: la paceña, la orureña y la potosina. De hecho, el conjunto de estudios y la interpretación histórica de estos tres Departamentos destacan una sucesión de hechos que sustentan que esta danza es boliviana.

La investigadora Elizabeth del Rosario Rojas refiere el hallazgo de pictografías rupestres que muestran a la morenada en una escena conformada por danzantes que llevan sombreros y pollerín ancho y hacen filas para dirigirse una hacia arriba y otra hacia abajo. Estos restos están en la comunidad de Chirapaca, provincia Omasuyos del Departamento de La Paz, a 70 kilómetros de la sede de gobierno,

Tanto la Sociedad de Investigación del Arte Rupestre de Bolivia como el Museo de Etnografía y Folklore ubican a esas pictografías en alrededor del siglo XVII y XVIII. A esto se suma la teoría de la desaparecida historiadora Teresa Gisbert de Mesa, quien relaciona el origen de todas las danzas africanas del altiplano boliviano con las “fiestas de reyes” en las que regularmente participaban grupos de negros.

Por otro lado, en el municipio de Taraco, provincia Ingavi del Departamento de La Paz, existe un museo en el que se custodia un traje antiquísimo. Allí certifican “que el primer bordador de disfraces de la Morenada fue el señor Santiago Villa”.

Por su parte, la historiografía orureña, cuyo antropólogo e historiador representante es Emo Valeriano Thola, refiere que el origen de la danza corresponde a las minas de Potosí, Oruro y Poopó, durante la colonia, y nace en una simbiosis y sátira que se realiza a los esclavos traídos del África, por lo que queda claro que el origen se inspira en el sufrimiento y vida de los esclavos africanos. Asimismo, Thola resalta que la morenada surge en 1790 en las minas de Oruro, Colquechaca y Poopó, con características de la actual danza.

Llama la atención que la máscara más antigua que se conserva data de 1875. Construida por Pánfilo Flores, la máscara tiene un aspecto más sutil y delicado que los ejemplares usados hoy en día y se encuentra en el Museo Nacional Antropológico Eduardo López Rivas, en cuyo recinto se guarda una impresionante colección de máscaras de danzas que se lucen en el carnaval de Oruro.

CORRIENTE ORUREÑA

Antiguamente, la presencia del “negro” — sin ser despectivo en la apreciación, pues es solo para entendimiento — fue asumida en la Villa de San Felipe de Austria de diferente manera. La presencia de negros esclavos dedicados a la labor doméstica y los otros cuya presencia se remonta a los primeros años de este asentamiento. En los registros de Felipe de Godoy de 1607 se demuestra que muchas vetas pertenecían a antiguos grupos de negros que explotaban las minas y que vivían en la Villa de manera libre, inclusive en la antigua Iglesia de la Merced de Oruro en gratitud por los servicios obtenidos este grupo social construye un altar lateral en este templo dirigidos como nos refieren fray Eudoxio Palacio y fray José Brunet: “Nos Mateo De Louyano, Bartolome de Placencia, Pedro de León y Antonio de Ulloa, de color morenos, y mulatos, vecinos y moradores de esta villa de San Felipe de Austria…”

De esta manera, los registros históricos nos muestran parcialmente la presencia de estos personajes, cuya cotidianidad habrá sido importante. Aunque no los vemos ocupando cargos de la Villa, pero si con una presencia económica fuerte.

Años después, en el tumulto de febrero de 1781, en la fatídica noche del sábado 10, los refugiados en la antigua casa de “Endeiza” llamada el “Fuerte” por sus defensas y ubicación estratégica en la Plaza del Regocijo. En esta casa murieron españoles y negros víctimas de la violencia de criollos y mestizos que ensañaron con sus cuerpos ya inertes. Los indígenas que llegaron después también se ensañaron no solo con españoles o de “cara blanca” sino también con los negros a quienes persiguieron, no solo esclavos sino aquellos negros libres que permanecían ocultos.

Lo que es claro es que esta presencia fue minimizada en el proceso de independencia porque algunos se dedicaron a labores artesanales y se mezclaron con otros grupos sociales, de manera que desaparecen del contexto social, aunque en la batalla de Vilcapugio del 1 de octubre de 1812, muchos de ellos conforman el batallón de “morenos” del ejército de Belgrano.

Esta presencia por supuesto que fue asumida por los antiguos habitantes a quienes los llamaban “morenos”, y no precisamente “negros”, convirtiendo en una parodia en los días de carnaval en el cual los habitantes mestizos y también indígenas representaban a los “morenos” a través de la danza de la “morenada” como nos refiere el periódico “El Republicano” el 1 de marzo de 1868. Esta agrupación era compuesta por personajes como el caporal o capataz que en realidad era el negro libre que a punta de látigo dominaba a los esclavos. Una característica interesante es que antiguamente llevaba levita y sombrero con pluma blanca, signo distintivo en periodo colonial reservado a personas importantes o de presencia económica destacada. Este personaje posiblemente haya sido el rico minero de raza negra que ocupaba a los mestizos o tal vez negros en las labores mineras. Un personaje que llama la atención es uno de raza blanca de barba y con levita, y además llevaba sombrero, conocido actualmente como el “Achachi”, aunque en realidad por su representación es necesario de profundizar e identificar a este personaje que debió ser importante para su recreación.

Por otro lado, dentro este grupo de “morenos”, se encuentra la negra que, de acuerdo a las investigaciones, se puede colegir que es la negra María Antonieta, hija del capataz quien acompaña a la tropa en su lento danzar, en una representación dramática de intercesión ante su padre para evitar violencia contra los morenos. Este personaje se aprecia en la “cholita” o la mal llamada “china morena” o “figura” que, en realidad, es la misma representación.

Los personajes en el último tiempo han ido evolucionando de sobremanera, también bajo la presencia de grupos de clase media y esencialmente de la mujer. Ha presentado rasgos muy distintivos que caracterizan a la danza que se representa en Oruro y que también sirve de palestra a otras expresiones de espacios geográficos cercanos.

CORRIENTE POTOSINA

En el libro “Ch’utillos”, de la SIHP se lee que la danza de la morenada, tal como se la conoce actualmente, habría llegado en las décadas del ’30 y ’40 procedente de Circa, ubicada en la provincia Aroma del Departamento de La Paz, junto a las personas que se trasladaron a Potosí con el propósito de establecerse para la venta de coca en las calles Oruro, Bustillos, Ingavi, Chayanta y sectores circundantes al mercado central. Pero los residentes cirqueños no bailan morenada de inicio, sino una diablada que participa en las fiestas del carnaval. La morenada Unión Comercial Cocani fue fundada el 15 de noviembre de 1961 y se reorganiza como Morenada Auténtica Central Potosí a partir de 1981.

Pero los orígenes de la manifestación cultural conocida como morenada no están en el siglo XX sino mucho antes.

“Es una danza mestiza post-colonial, ya que surge con el advenimiento del colonialismo esclavista y la llegada de negros del África para el trabajo en las minas de Potosí, así como para el trabajo doméstico y agrícola en los Yungas”, escribió Patricia Ballivián Salek en “Bolivia en movimiento”.

La llegada de africanos a América es coetánea a la de los conquistadores españoles, ya que estos los introducen tempranamente al continente como mano de obra gratuita. Desde el principio, la corona española se opuso a esclavizar a los indios y dictó leyes para evitar abusos, que generalmente no fueron aplicadas. Al no poder usar a los indios, a los que incluso debían pagar, los europeos optaron por los africanos cuya esclavitud databa de siglos atrás, aunque también debieron solicitar autorizaciones de la corona.

Pero, como se sabe, la falta de oxígeno y el frío del altiplano impidieron que los africanos se adapten al trabajo en las minas, así que se los ocupó en otras labores. En el caso de Potosí, se los usó especialmente en las hornazas de la primera Casa de Moneda.

Y aunque no fue la razón directa, la minería motivó el incremento del tráfico de esclavos porque, a través de la mita, absorbió el trabajo de los indios y dejó casi sin mano de obra a las plantaciones y encomiendas. Para cubrir esa falta, se recurrió a la esclavitud y es por eso que surgieron asentamientos de africanos en lugares como Yungas.

En Potosí también hubo lugares a los que los esclavos fueron enviados a trabajar en la tierra. Algunos de esos son Caiza, Puna y Vilacaya. En un artículo publicado en este mismo número se lee que uno de los mineros más ricos de la historia potosina, Antonio López de Quiroga, llevó africanos a sus plantaciones de Oronckota, donde todavía quedan restos de sus culturas.

Más notorio aún es Vilacaya, donde hasta hoy en día existe una danza que practican niños de entre ocho a 15 años, dirigidos por un guía caporal. La danza se llama “Los Morenitos” y tiene muchos elementos de la actual morenada.

En una fotografía de 1896, que se conserva en la División de Archivos de Antropología del American Museum of Natural History, se puede ver a un grupo de danzantes entre los que se distingue a chunchos, diablos y morenos. La foto fue tomada en Caiza, provincia Linares de Potosí, por J.F. Fowler.

Por si eso fuera poco, Ballivián dice que “en el Museo del oro de Lima, Perú, hay un disfraz de plata de un moreno con un cartel que dice ‘traje de morenada de Potosí-Bolivia’, de las minas de plata, datado en el 1607”. Un traje de esas características se conserva en la Casa de Moneda.

(*) Sociedad de Investigación Histórica de Potosí. Trabajaron en esta nota los socios de número Juan José Toro Montoya, Iver Elvis Fuertes Callapino, José Luis Pérez Coro y Oswaldo Nina Cruz.

(**) Maurice Cazorla es socio correspondiente de la SIHP en Oruro y miembro del Comité Departamental de Etnografía y Folklore de esa región.

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